Politeísmo

Politeísmo

Para una distinción rigurosa entre monoteísmo y politeísmo, será oportuno tener presente el criterio indicado: la relación entre dios y la divinidad. Deben considerarse como politeístas todas las doctrinas que admiten de algún modo la distinción entre la divinidad y dios, ya que, según esta doctrina, la divinidad puede ser compartida por un número infinito de entes, sin embargo no todos ellos son dioses aunque poseen la divinidad.

Max Weber ha considerado el politeísmo como la lucha entre los diferentes valores o las diferentes esferas de valores, entre las cuales el hombre debe tomar posición y que nunca se concluye con la victoria de un solo valor.

Un ejemplo de esto es la cultura griega. En la primera imagen se aprecia una pintura del pintor francés Jacques Réatu (1760-1833) llamada “El triunfo de la civilización”. En esta, Réatu retrató El Olimpo (que significa “El luminoso”) lugar que de acuerdo a la mitología griega, era el hogar de los dioses olímpicos. Hubo, en diferentes épocas, catorce dioses diferentes reconocidos como olímpicos, aunque nunca más de doce a la vez. Zeus, Hera, Poseidón, Ares, Hermes, Hefesto, Afrodita, Atenea, Apolo y Artemisa son siempre considerados dioses olímpicos. Hestia, Deméter, Dioniso y Hades son los dioses variables que completaban la docena. Cada dios representa ciertos valores.

En la segunda imagen se destacan dos dioses en particular: Dionisio y Apolo. El primero es el dios patrón de la agricultura y el teatro. Es conocido como el “libertador, porque libera a uno de su ser normal, mediante la locura, el éxtasis o el vino. Apolo, por el contrario, es descrito como el dios de la belleza, la armonía, del equilibrio y de la razón, siendo identificado con el sol y la luz de la verdad. Hacía a los hombres conscientes de sus pecados y era el agente de su purificación, era símbolo de inspiración profética y artística. A partir de esta antítesis, F. Nietzsche explicó el arte y la vida de la antigua Grecia en su libro “El origen de la tragedia”.

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