Proceso De Cambios En Relaciones Familiares En Siglo XIX
Enviado por janet2110 • 20 de Octubre de 2013 • 1.713 Palabras (7 Páginas) • 497 Visitas
Doris M. Ladd, La nobleza mexicana en la época de la independencia, 1780-1826; trad. Marita Martínez del Río de Redo, México, Fondo de Cultura Económica, 2006.
Jamid Gómez Anaya.
Esta obra nos ofrece una rica cantidad de información minuciosa sobre la nobleza novohispana, que desde luego, es de fácil lectura. Los capítulos se refieren a los orígenes de la nobleza novohispana, los nobles como plutócratas, el estilo de vida noble, el mayorazgo, los agravios de la elite en vísperas de la independencia, la ruina y la supervivencia. El epílogo resume, hacia delante y hacia atrás, atando extremos; los apéndices ofrecen listas y cuadros de gran interés sobre muchos temas: orígenes de la nobleza, las nominaciones de candidatos de todo el virreinato para los títulos que otorgaría el reino en 1804, la nobleza femenina, las grandes fortunas de la Nueva España de 1770 a 1830 y sumarios genealógicos de las familias. A través de ellos podemos percatarnos de que al ser concedidos sesenta y tres títulos, cuarenta y tres lo fueron a peninsulares y veinte a criollos, cuarenta a virreyes, ocho a capitanes generales, tres a oidores, uno a visitador, uno a intendente y tres a oficiales de Hacienda. La lista de condesas y marqueses es interesante, pues prueba que el sexo no era obstáculo para ejercer el titulo. Las nobles se casaban (algunas de ellas muchas veces) casi siempre con españoles, aunque no se oponían a hacerlo con criollos. La lista de fortunas nobles registra dieciocho millonarios, según parece, caso muy singular en las Américas.
Además de los apéndices, el libro contiene dos mapas y veintinueve cuadros que ilustran muchos casos particulares de origen: fortuna; distribución de bienes, distribución territorial de las haciendas; de inversiones; desarrollo de algunas fortunas; ganancias, por años, de la venta del pulque, de los granos y de la carne; deudas de la nobleza al Juzgado de Capellanías y a la Real Caja de Consolidación; daños de la independencia a los bienes de algunos nobles; efectos de la guerra en la economía; cambios en el valor de la propiedad, etcétera.
La autora, al comienzo de la obra, hace énfasis en entender el significado de ser noble en la sociedad novohispana, sus privilegios y limitaciones, explicando el proceso, las complicaciones y los costos del ennoblecimiento. Los títulos más viejos se entregaron en el siglo XVI y XVII; aproximadamente ochenta familias recibieron títulos de nobleza entre 1529 y 1830. Dichos títulos eran entregados a aquellos que habían contribuido al gobierno, la defensa y el desarrollo económico del virreinato.
Del análisis que nos ofrece la autora se desprende que la base económica de la nobleza no sólo era la agricultura, que resultaba un buen negocio, sino que, como representaba menos riesgos, mineros y comerciantes invirtieron a menudo parte de sus ganancias en la agricultura y la ganadería. Además, el noble novohispano no sólo era mercader, sino que también encarnaba al minero, al financiero, o al hacendado; así, por ejemplo, tres familias (los Aguayo, los Regla y los Fagoaga) cubrieron sus enormes fortunas invirtiendo en todas las áreas: agricultura, ganadería, comercio, minería y finanzas.
Así mismo, la autora señala que además del fuerte impulso expansioncita que tenia el noble en su manera de acumular riqueza, el noble novohispano también buscaba prestigio y respeto mediante la ostentosa conformidad de los valores más importantes de la sociedad colonial. Los nobles hacían los esfuerzos por demostrar su lealtad a Dios, a su rey y a su familia. Una vez que habían alcanzado sus logros personales, un titulo significaba que el individuo había “llegado”. La posición y el estilo de vida implicaban, por decreto real, considerables consumos en todos los planos.
De la misma manera que el título aseguraba la dignidad perpetua de una familia, así el mayorazgo debía asegurar afluencia y continuidad en un estilo de vida. El mayorazgo se puede entender de dos maneras: como un derecho a reinar un espacio y como la consolidación de un conjunto de inversiones (tanto urbanas como rurales). Según la autora, el mayorazgo se definía como una consolidación de la propiedad que no podía dividirse jamás y que pasaba de las manos del patriarca a las de un heredero único.
Por otro lado, la autora se concentra en los golpes que significaron las reformas de los Borbón para los privilegiados novohispanos. Los nuevos impuestos, las trabas y nuevas cargas a los mayorazgos, así como la perdida de algunos puestos burocráticos ocupados hasta entonces por los nobles se sumaron a las cargas fiscales, a la minería, el comercio y la acuñación de moneda.
El decreto de 1804 represento un balde de agua fría, puesto que los
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