Proceso y desarrollo de las Reformas Borbónicas
Enviado por alexisjaras • 18 de Marzo de 2017 • Ensayo • 1.999 Palabras (8 Páginas) • 253 Visitas
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Introducción
La llegada de Felipe V como el nuevo rey de España, nieto de Luis XlV, ex rey de Francia; produjo un cambio dinástico en la corona española, llegando la casa de Borbón a ocuparla. Con esto se pudo avizorar que una etapa de cambios y nuevos tiempos estaba próxima.
Sumado a esto, las ideas de la ilustración eran adoptadas crecientemente por la aristocracia, clero y monarquía europeas, configurando una novedosa forma de gobierno: el despotismo ilustrado. Este se caracterizaba por “la exaltación de un gobierno autoritario, centralizado, eficiente, racionalista y preocupado por el aumento material, pero también interesado, sino es que obsesionado, por ampliar su base fiscal a toda costa”. (Escalante, 2004.p, 112)
Por su parte, en la Nueva España, se habían dado muestras de autonomía, generación de riquezas, indistinción de castas y afinidades sociales, ideológicas y económicas; estos fueron elementos importantes en la búsqueda de una identidad nacional.
Por todo lo anterior, la corona necesitaba acciones que emanaran, sustancialmente, cambios gubernamentales, sociales y económicos; para con estos últimos poder reclamar la riqueza que estaba haciendo autosuficiente a la Nueva España.
Proceso y desarrollo de las Reformas Borbónicas
La primera mitad del siglo XVlll estuvo, sobretodo, marcada por la Guerra de Sucesión Española, derivada de la designación de Felipe V de Borbón como rey. Dicho de este modo, las reformas que se dieron en este lapso fueron escrupulosas. Así “estos primeros cambios consistieron en la llamada centralización de los ingresos reales, esto es, la transferencia de cobro de impuestos de manos de particulares a las de los funcionarios del rey”. (Escalante, 2004.p, 115)
Gracias a esta recaudación de recursos la corona española pudo subsidiar problemas militares y tener las bases para realizar otros cambios de mayor magnitud; dicha centralización continuo durante todo el siglo, expandiéndose a las colonias.
A partir del reinado de Carlos lll (1759-1788), en medio de conflictos bélicos con Inglaterra, y por ende los recursos humanos e ingresos se veían reducidos; la situación en las colonias debía arrojar mayores fiscos, para esto la militarización de las mismas era crucial, es decir, era necesaria una modernización. Para lo cual designan a José de Gálvez a esta encomienda en la Nueva España.
Un acontecimiento que allanó y compartió la llegada del visitador, así como sus propuestas, acciones e ideales reformistas, fue el nombramiento de Francisco de Croix (1766-1771) como virrey de la Nueva España. Entre las reformas de Gálvez se puede mencionar la fiscal, de población, comercio externo, agricultura y repartimiento de mercancías.
Reforma fiscal
Una de las principales tareas que tenía el visitador Gálvez era la de incrementar la riqueza del erario novohispano, para lo cual la esfera fiscal era un ámbito de atención prioritario. “La orientación de la nueva política fiscal en Nueva España se dirigió al restablecimiento del control directo por parte de la Real Hacienda del conjunto de rentas enajenadas o arrendadas y al establecimiento de nuevos monopolios fiscales que derivaron en un incremento de la administración hacendaria”. (García. 2010. P, 317)
Con esto la corona recuperó todas las rentas, derechos y oficios que generaban impuestos y/o regalías y que por cualquier motivo no estaban abonando a las arcas reales, con lo que se tuvo en mayor control del sector minero y la acuñación de la moneda. En Nueva España la Casa de Moneda de Ciudad de México paso a administración real.
Para Gálvez la minería era un sector crucial para el recaudamiento de ingresos, por lo que fomentó su explotación. Una acción para esto fue el reducir el precio del azogue, material indispensable para la extracción de metales, que, dicho sea de paso, su producción y distribución también era monopolio real. También “organizó a los mineros en un gremio que poseía sus propios tribunales y que tenía jurisdicción sobre todos los litigios relativos a la minería”. (Brading. 1983.p, 50)
En este sentido de fiscalización, también se tomó partida del impuesto de alcabalas y del pulque. En el caso de la primera, a la corona le correspondía un porcentaje de los contratos y acuerdos de compraventa entre particulares, por lo que:
“En 1776 se dispuso que toda la renta de alcabalas que comprendía 102 aduanas interiores fuese gestionada por ministros de la corona. Este control de la renta por parte de la Real Hacienda fue acompañado por un conjunto de medidas administrativas que iban desde la generalización de las normas aplicadas en la aduana de la Ciudad de México al conjunto del virreinato, pasando por la selección de administradores y receptores de alcabalas, hasta el establecimiento de cabezas regionales de inspección y registro, como las administraciones foráneas de alcabalas”. (García. 2010. P, 318-319)
Esto quiere decir que, dentro de los cambios fiscales, se incluyeron cambios administrativos y creación de nuevas instituciones con el fin de tener un mejor control en las finanzas de las regiones, hoy estados.
En el caso de la renta del pulque, fue un proceso muy similar; llegando la corona a tener el control total de ingresos de esta actividad, aplicando el mismo sistema administrativo. Con la diferencia que en la Ciudad de México se aplicó un aumento de gravamen a los consumidores, dejando así una ganancia mayoritaria a la corona.
En el sentido de la creación de monopolios reales, Gálvez cimentó el del tabaco; situación por la que sembrarlo, producir cigarrillos y puros y comercializarlos era labor exclusiva de la corona, convirtiéndose así en su éxito fiscal, puesto que proporcionó la cantidad de más de tres millones de pesos netos entre 1780 y 1789.
Otra acción para incremento del erario fue la legalización para fabricación de licores fuertes (aguardiente) en 1796, ya que, en su estatus de prohibidas, el consumo ilegal era basto y, por ende, las pérdidas de impuestos tanto por derecho de fabricación como de venta.
La iglesia no fue excluida de esta reforma fiscal, pues del diezmo generado a partir de actividades agropecuarias y tributos de castas, la Real Hacienda tuvo correspondencia porcentual de este recurso para lo que se dispuso a contadores reales a supervisar las cuentas diocesanas. Esto significo disputas entre la Iglesia y la corona; pero también nuevos funcionarios en el caso de los contadores y, por consiguiente, estructura gubernamental. De igual manera se dio una inclusión social, pues la iglesia se vio obligada a involucrar a negros, pardos, mulatos… en la entrega y recaudación de tributo.
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