Quo Vadis
Enviado por 453.46 • 2 de Junio de 2015 • Ensayo • 2.521 Palabras (11 Páginas) • 251 Visitas
Quo Vadis...
En los últimos años, historiadores y antropólogos han empezado a tener mayor conciencia de la manera como sus etnografías e historias han sido moldeadas a través de los artificios retóricos y literarios; de igual manera entre los críticos literarios ha crecido el interés por emplear la teoría antropológica y los hechos históricos para reformular nuevas interpretaciones de los textos literarios. Todo esto nos conduce a una etapa extraordinariamente interdisciplinaria: los críticos literarios leemos más historia y los historiadores están recurriendo cada vez más a la literatura; y todos juntos, recurrimos a las herramientas y usos que este siglo que comienza nos suministra: las nuevas tecnologías forman y formarán parte de estos cambios. La convergencia de temas, fuentes y métodos dice Carlos Barros[1], enriquece tanto a la historia como a otras disciplinas sociales. El redescubrimiento de las fuentes de la cultura erudita por parte del historiador, tiene lugar al mismo tiempo que se revalorizan objetos y fuentes culturales que antes eran considerados menores ( prensa, fotografía, literatura y arte popular, entre otros), o se negaba simplemente que en verdad fuesen históricas, como es el caso de la cultura oral o de los documentos personales. Fuentes inexploradas que dan lugar incluso a nuevas sub-disciplinas, verbigracia, la historia oral.
Así como se ha presentado siempre el debate entre el pasado y el presente en la reconstrucción del saber histórico, el papel del historiador se ha convertido en objeto de reflexiones y debates. Preguntarse sobre las tendencias y sentidos de la historia como disciplina científica es preguntarse por la filosofía de la historia, por sus contenidos ideológico-políticos; y esto obliga a su vez a plantearse preguntas sobre la cosmovisión y la actitud valorativa del historiador. Hacer investigación histórica no es pues únicamente saber hacer la investigación o manejar documentos históricos, implica, también, como dice Bernardo Tovar[2] -historiador de la Universidad Nacional de Costa Rica- en reciente conferencia, es interrogarse acerca de su metodología, de su técnica de trabajo, de la actitud que el historiador debe asumir ante los documentos, pareciera como si no fuera necesaria una teoría de la historia, cuando lo que se encuentra a menudo son referencias metodológicas sobre el ejercicio empírico del historiador.
El estado actual de la investigación histórica en América Latina pone de relieve la variación de las tendencias de los historiadores y sus disciplinas en las últimas décadas. J.O. Melo identifica al menos tres tendencias relativamente significativas y contradictorias: la historia viene ganando reconocimiento social, reconocimiento académico y hasta reconocimiento político por el propio prestigio de los historiadores. Se ha desarrollado desde la década de los sesenta, una nueva manera de hacer la historia no muy nueva realmente si se miran sus desarrollos en Europa, pero que representa una indiscutible ruptura con la historiografía tradicional, simultáneamente con el afianzamiento de la sociología, la antropología y los virajes de la economía en el mismo período.
La esencia de esta ruptura encaminaba los progresos de la disciplina histórica hacia la acción política directa Casi todos los historiadores militaban o simpatizaban con la izquierda; hacia la búsqueda de nuevas opciones metodológicas, adoptando instrumentos de análisis enriquecidos por el marxísmo principalmente o por teorías económico-sociológicas; a la vez que se exploraban nuevas temáticas.
En el momento actual, logrado el proceso de profesionalización de los historiadores iniciado desde hace tres décadas y conquistadas nuevas técnicas de trabajo documental que superan el viejo empirismo, con la adopción de nuevos modelos teóricos y conceptuales, se perfila la urgencia de repensar el oficio del historiador introduciendo en la agenda su papel como intelectual generador y difusor del saber aprendido, organizador de la sociedad, propulsor de sus transformaciones y agente generador de una nueva cultura. Es perentoria la discusión abierta sobre el historiador y su papel como recreador del conocimiento histórico humanístico, con una visión general de los problemas de la producción, de la técnica y de la tecnología, de la realidad que debe transformarse en un ejercicio autónomo, intelectual y ético dentro de la sociedad civil. Me acerco a un historiador –dice Mariano Picón Salas[3]- en el momento de un enigma ante el futuro de nuestro sistema histórico, para conocer su tan actualizada opinión acerca de una historia más humana y menos tecnificada, porque el enigma de una cuestión como la histórica es que actuando sobre elementos mucho más diversificados y complejos, está más allá de la técnica, o la técnica debe ser en ella solamente un procedimiento y de ninguna manera un fin exclusivo. Este aparente mundo caótico en el plano del discurso histórico es consecuencia de la crisis de los metarrelatos. Los paradigmas teóricos que dieron sustento a buena parte de la historiografía del siglo XX han cedido el paso, desde la década de los años cincuenta a una historia más popular, con una propuesta metodológica encaminada a rastrear la vida cotidiana con el del estudio de una calle, de una casa o de un barrio. Este fenómeno interesantísimo se ha producido desde Latinoamérica con la proliferación de novelas que se nutren de la historia, que recogen un vasto conjunto de referentes históricos de diferentes momentos de evolución de estas naciones, de las que con frecuencia se dice que no tienen memoria. Estas novelas que destacan las imágenes del pasado con un cedazo distinto al del discurso académico de la historia simplemente porque son filtradas a través de la construcción ficcional o del discurso literario han dado pie para liberar al sujeto historiador del pretérito rigor objetivo de la historia como disciplina académica. El historiador, por las propias características de la ciencia que estudia, está forzado a ser un hombre de vasta cultura que le posibilitará abordar, en su interrelación dialéctica, todos los sectores del desarrollo histórico La perspectiva que se ofrece al historiador, dice Carlos Barros, es inmensa, aunque se va a encontrar con que muchos temas que son nuevos para la historia general son antiguos para los historiadores de la literatura o del arte. El historiador no puede olvidarse de los reclamos y la pasión de su tiempo: “(...) No soy un erudito del siglo XIX, sino un escritor del siglo XX que busca en nuestra literatura uno de los signos más expresivos del alma histórica venezolana” (Mariano Picón Salas: 1940, 11). En su formación, el especialista en historia requiere, además, de un sólido dominio historiográfico. No se concibe un
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