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Renacimiento global


Enviado por   •  7 de Marzo de 2022  •  Documentos de Investigación  •  523 Palabras (3 Páginas)  •  90 Visitas

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Los grandes turcos

El Imperio Otomano surgió en el siglo XIII de una pequeña tribu turca asentada en Anatolia, en la Turquía occidental, cuyas conquistas militares se centraron progresivamente en la invasión de territorios del tambaleante Imperio Bizantino. En el transcurso de la década de 1430, a medida que los turcos se aproximaban a Constantinopla, los intentos cada vez más desesperados de unificar la Iglesia occidental y la oriental y de defender la ciudad fracasaron.

La primavera de 1454 Venecia firmó un tratado de paz con Mehmet, otorgándole un trato comercial preferente. El restablecimiento de relaciones comerciales amistosas se vio asimismo acompañado de transacciones culturales y artísticas.

En el siglo xv no había fronteras geográficas o políticas claras entre Oriente y Occidente. Fue mucho más tarde, en el siglo XIX, cuando la creencia en la total separación cultural y política entre el Oriente islámico y el Occidente cristiano impidió el normal intercambio comercial, artístico y de ideas entre ambas culturas.

En 1482 el Príncipe Cem Sultan, hijo de Mehmet, desafió sin éxito a su hermano, el futuro Bayaceto TI, para hacerse con la corona imperial. La subida al trono de Solimán el Magnífico en 1520 intensificó los intercambios artísticos y diplomáticos. Este sultán estableció un activo sistema de comercio bidireccional de caballos, tapices y joyas.

En 1570 los Otomanos se aliaron también con la corona inglesa.

Los turcos se convirtieron en una potencia política tan formidable en la Europa de finales del siglo XVI que el humanista francés Michel de Montaigne escribió: «El Estado más poderoso, mejor asentado que existe hoy en el mundo es el de los turcos».

Antes del cambio.

Tras la toma de Constantinopla, el Imperio Otomano no impidió los contactos culturales entre Oriente y Occidente, si bien les puso un precio. Por otro lado, después de la guerra de los Cien Años se aceleró el ritmo y la magnitud de los intercambios comerciales e hizo que los Estados cristianos europeos buscasen formas de eludir los elevados impuestos sobre el transporte de mercancías desde Oriente a Occidente. La mayor parte de estos productos se pagaba con lingotes de oro y plata europeos.

Para el veneciano, éste fue un trato fortuito pero sumamente rentable, basado en un intercambio, aceptado por ambas partes, según el cual por cada caballo le daban de nueve a catorce esclavos (se calcula que en aquella época en Venecia había más de tres mil esclavos). Resulta ocioso señalar hasta qué punto las economías que financiaban los grandes logros culturales del Renacimiento se beneficiaron de este despiadado comercio de vidas humanas.

El oro, la pimienta, los tejidos y los esclavos africanos que llegaban a la Europa continental, junto a las mercancías importadas de Oriente, sembraron también las semillas de la concepción geográfica global del mundo de la primera modernidad.

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