Romanticismo

El Romanticismo

El término romántico, en referencia a la literatura, aparece documentado a partir del siglo xvn, cuan¬do es empleado como sinónimo de fantástico, novelesco, y reaparece en la centuria siguiente, para referirse a los escritores y las obras que no observaban la preceptiva del arte clásico. En el siglo xix, Schelegel sistematiza la oposición clásico-modemo, al tiempo que describe las incipientes caracterís¬ticas que distinguen al nuevo arte: simbiosis de géneros, conjunción de lo terrestre y lo divino, expresión de una misteriosa y secreta aspiración al Caos, creencia de que el sentimiento comprende y penetra todas las cosas (Wellek, 1983:113-133).

Tal como lo hemos consignado, el Romanticis¬mo se gestó en Alemania, a la luz de la filosofía idealista y la exaltación del YO absoluto. Esta idea pronto fue identificada por los románticos con el YO individual y de allí se desprende la exaltación de lo individual y lo subjetivo y la fe en la fuerza creadora del sujeto, considerada como la "facultad absoluta de producción que se dirige a lo ilimitado y lo ilimitable" (Aguiar e Silva, 1975:331). La imaginación es sinónimo de poder creador y es facultad de conocimiento; la poesía, expresión de la imaginación; el poeta, un ser profético y la inspiración, el momento de la visión. Keats expresa: Tal es el poder de la imagina¬ción creadora: una fuerza visionaria, reconciliadora y maquinadora que se apodera de lo antiguo, penetra por debajo de su superficie, libera la verdad que en ella adormece y, al construir sobre lo fresco, da forma de nuevo a un universo reconstruido conformas per¬fectas, de poder y de belleza artística (citado por Wellek, 1983:163).

Por otra parte, el ejercicio de la imaginación, de la fantasía, proyecta al romántico a la aspira¬ción de lo infinito, que genera un sentimiento de profunda insatisfacción y de nostalgia por lo inalcanzable; de allí, el énfasis en la idealiza¬ción de lo real que hace difícil distinguir entre la percepción y la imaginación, entre el lenguaje expresivo y el mimético y literal. La tensión entre anhelos infinitos y la imposibilidad de su realización suscita un sentimiento especial caracterizado por el pesimismo, la melancolía, el tedio, conocido como mal du siecle. En literatu¬ra, esto explica la elección de temáticas relacio¬nadas con lo tenebroso, lo fúnebre, lo misterio¬so, y la creación de personajes melancólicos, apesadumbrados, conflictuados.

Relacionado con lo expuesto y, en virtud de la primacía de una cosmovisión sentimental opuesta al frío intelectualismo neoclásico, el amor se constituye en tema fundamental de la poesía lírica y las narraciones sentimentales. Se trata siempre del "amor como estado doloro¬so", de imposible concreción en tanto vinculado con esa búsqueda de lo imposible, y relacionado con dos imágenes femeninas opuestas: la mujer- ángel, que ennoblece al hombre y hasta puede conducirlo a Dios, y la mujer-demonio, que ins¬pira pasiones funestas y lleva a la desdicha y a la perdición.

El culto al yo convierte al poeta romántico en un rebelde que desestima las normas sociales y las reglas o preceptos en el plano del arte donde la inspiración, la originalidad, la intuición son valoradas como marcas del genio creador. De allí que Prometeo (el gran rebelde de la mitolo¬gía que robó el fuego a los dioses), Caín y el ángel caído constituyen símbolos con los que los románticos se sienten profundamente identifi¬cados.

En el plano de la creación literaria esto se tra¬duce en la hibridación de géneros (en el Prefacio de Cromwéll, Víctor Hugo condena la pureza de los géneros), la polimetría, la mezcla de estilos, la abolición de las unidades de tiempo y lugar, la inclusión de lo fantástico proscripto por

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