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SON JAROCHO


Enviado por   •  28 de Enero de 2014  •  2.266 Palabras (10 Páginas)  •  512 Visitas

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Historia del Son Jarocho

Por Rafael Figueroa Hernández

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Los orígenes del son jarocho se remontan al siglo XVIII en donde la música venida de España, primordialmente de la zona de Andalucía y de las Islas Canarias adquiere un carácter muy peculiar en nuestras tierras al mezclarse con las influencias africanas que pululaban la cuenca del caribe en esas épocas y el sustrato indígena que poblaba originalmente estas tierras.

Ya desde el siglo XVII y gracias a la Inquisición sabemos de ciertos géneros musicales propios de “mulatos y gente de color quebrado” que se practicaban en diferentes sitios de Veracruz y otros lugares de la Nueva España. Sones como “El chuchumbé”, “El jarabe gatuno” y otros bien pueden ser los antecedentes directos de los diversos sones que pueblan el territorio nacional, entre los que está el son jarocho. Santiago de Murcia ya recrea en a mediados del siglo XVIII algunos “sones de la tierra” que evidentemente abarcaban los universos afromestizos en los que el son jarocho se estaba forjando.

Sevillanas, fandanguillos, bulerías, garrotines, peteneras desde España ya eran resultado de una mezcla bastante interesante de la música árabe con la tradición gitana, melodías judías y música bizantina. Si reunimos las coplas, el rasgueo de los laúdes y guitarras y el zapateo con el tejido rítmico, la antifonía, la improvisación, y el uso de jitanjáforas y onomatopeyas, elementos provenientes de África, podemos imaginar cuales son las herencias musicales que conformaron en tierras veracruzanas lo que actualmente conocemos como son jarocho.

Evidentemente estas herencias se han repartido en forma desigual a lo largo y ancho del territorio veracruzano, lo cual ha resultado en evidentes diferencias según las regiones ya que en algunas como los Tuxtlas la influencia indígena, principalmente nahua y popoluca, es mayor que en otras como el Puerto de Veracruz y sus inmediaciones en que la influencia africana se deja sentir.

El siglo XX encuentra al son jarocho conformado en la forma en que lo conocemos actualmente. Para la década de los veinte en pleno auge reformador vasconcelista, la Secretaría de Educación, se dio a la tarea de investigar y recopilar las diversas manifestaciones populares de las diferentes regiones de México y entre ellas estaba por supuesto Veracruz, con lo que el son jarocho

empezó a ser conocido en el centro de la república. Personas como el músico español Vicente Ruiz Maza y el mexicano José Acosta en 1925 financiados por la Secretaría de Educación Pública se dedican a rescatar y transcribir en la pauta lo que escuchan. También en esta época comienzan a aparecer en esos discos pesados de 78 revoluciones las primeras grabaciones de son jarocho.

Sin embargo no fue sino hasta finales de la década de los años treinta que algunos músicos de son jarocho comienzan a realizar el viaje que los llevaría a la ciudad de México, desde siempre centro neurálgico del país y poseedor de una infraestructura impresionante en materia de telecomunicaciones. En esta época se estaban conformando las imágenes, reforzadas por el cine, de lo que se podía considerar como lo nacional, como lo mexicano, y por razones que no viene al caso discutir aquí, la música venida de Jalisco con todo e indumentaria se había apoderado del ambiente, lo que ocasionó algunos modificaciones a la música que originalmente se traía desde Veracruz.

Entre los integrantes de esta primera ola de músicos jarochos estaban Lorenzo Barcelata y Andrés Huesca. Lorenzo Barcelata nacido en Tlalixcoyan, a pesar de estar fuertemente ligado a la música ranchera y huasteca, nunca dejó de cultivar el son jarocho, componiendo algunos de los sones jarochos más conocidos en la actualidad, y llegando incluso a registrar algunos sones tradicionales como propios entre ellos el famoso Siquisirí.

Andrés Huesca, nacido en el puerto de Veracruz en 1917, llenó una época importante desde el centro de la república estableciendo una serie de cambios que marcaron el futuro de esta vertiente del son jarocho. Comenzó a grabar en los treinta pero no fue sino hasta la siguiente década que se convirtió en una figura pública difundiendo el son jarocho desde la ciudad de México. Se cuenta que el auge fue tan grande que Huesca tenía dos agrupaciones con el mismo nombre que se dedicaban a cumplir con los diferentes compromisos que surgían.

Entre sus aciertos está, sin duda, el de haber establecido el son jarocho, en un ambiente muy cargado hacia el son jaliscience y con una competencia fuerte del son huasteco. Claro que para ello tuvo que hacer algunas modificaciones a las estructuras musicales que había aprendido en su natal Veracruz. Entre sus contribuciones/modificaciones está el haber introducido un arpa más grande que la tradicional arpa diatónica jarocha con el objeto de ser capaz de ejecutarla de pie. Esto se dio por razones puramente extramusicales ya que en 1936 cuando participa en la película Allá en el Rancho Grande, el arpa tradicional tenía

aproximadamente un metro con veinte centímetros, lo que obligaba al arpista a ejecutarla sentado. Andrés Huesca al participar en la película y por razones puramente cinematográficas y de imagen decidió utilizar un arpa michoacana, mucho más grande lo que le permitía estar de pie y por lo tanto salir bien en las números musicales. Esto tuvo una buena acogida entre los arpistas porque además de la mayor sonoridad también a la foto. También en los ambientes de restaurante o bar un arpa mayor era más fácilmente transportable cuando se tocaba de mesa en mesa.

Andrés Huesca y sus costeños participaron en películas de claro ambiente jarocho como Sólo Veracruz es bello (1948) de Juan Bustillo Oro y Flor de caña (1948) de Carlos Orellana, pero también en otras en que la presencia del son jarocho no era tan indispensable para la trama de la película como Historia de un gran amor (1942) de Julio Bracho, La perla (1945) de Emilio Fernández y Han matado a Tongolele (1948) de Roberto Gavaldón.

Otros de los músicos veracuzanos que llegaron por esta época aunque por razones diferentes fue Nicolás Sosa, quien llegó a la ciudad de México invitado por el estudioso del folclor Gerónimo Baqueiro Foster para realizar transcripciones musicológicas de los sones que Nicolás Sosa había aprendido en su infancia y juventud. Don Nicolás aprovechó para incorporarse a la época de auge aunque no modificó su estilo tanto como otros de los participantes en este período.

El requintista Lino Chávez, nacido en Tierra Blanca, llegó a México unos años después de Andrés Huesca y Nicolás Sosa y de muchas maneras les fue siguiendo los pasos. Perteneció al grupo de Los Costeños de Huesca y al Tierra Blanca para después formar su

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