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Enviado por   •  31 de Julio de 2012  •  3.780 Palabras (16 Páginas)  •  343 Visitas

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DONES DEL ESPIRITU SANTO

Del Catecismo:

1830 La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo.

Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo.

1831 Los siete dones del Espíritu Santo son:

sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cf Is 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.

Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana (Sal 143,10).

Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios... Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo (Rm 8,14.17)

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Los dones del Espíritu Santo son hábitos sobrenaturales infundidos por Dios en las potencias del alma para recibir y secundar con facilidad las mociones del propio Espíritu Santo al modo divino o sobrehumano.

Los dones son infundidos por Dios. El alma no podría adquirir los dones por sus propias fuerzas ya que transcienden infinitamente todo el orden puramente natural. Los dones los poseen en algún grado todas las almas en gracia. Es incompatible con el pecado mortal.

El Espíritu Santo actúa los dones directa e inmediatamente como causa motora y principal, a diferencia de las virtudes infusas que son movidas o actuadas por el mismo hombre como causa motora y principal, aunque siempre bajo la previa moción de una gracia actual.

Los dones perfeccionan el acto sobrenatural de las las virtudes infusas.

Por la moción divina de los dones, el Espíritu Santo, inhabitante en el alma, rige y gobierna inmediatamente nuestra vida sobrenatural. Ya no es la razón humana la que manda y gobierna; es el Espíritu Santo mismo, que actúa como regla, motor y causa principal única de nuestros actos virtuosos, poniendo en movimiento todo el organismo de nuestra vida sobrenatural hasta llevarlo a su pleno desarrollo.

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Número de dones: La interpretación unánime de los Padres y la enseñanza de la Iglesia enumera siete dones del Espíritu.

Explicación de cada don

Ver también: Los 7 Dones

Sabiduría: gusto para lo espiritual, capacidad de juzgar según la medida de Dios.

El primero y mayor de los siete dones.

S.S. Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo, 9-IV-89

La sabiduría "es la luz que se recibe de lo alto: es una participación especial en ese conocimiento misterioso y sumo, que es propio de Dios... Esta sabiduría superior es la raíz de un conocimiento nuevo, un conocimiento impregnado por la caridad, gracias al cual el alma adquiere familiaridad, por así decirlo, con las cosas divinas y prueba gusto en ellas. ... "Un cierto sabor de Dios" (Sto Tomás), por lo que el verdadero sabio no es simplemente el que sabe las cosas de Dios, sino el que las experimenta y las vive "

Además, el conocimiento sapiencial nos da una capacidad especial para juzgar las cosas humanas según la medida de Dios, a la luz de Dios. Iluminado por este don, el cristiano sabe ver interiormente las realidades del mundo: nadie mejor que él es capaz de apreciar los valores auténticos de la creación, mirándolos con los mismos ojos de Dios.

Ejemplo: "Cántico de las criaturas" de San Francisco de Asís... En todas estas almas se repiten las "grandes cosas" realizadas en María por el Espíritu. Ella, a quien la piedad tradicional venera como "Sedes Sapientiae", nos lleve a cada uno de nosotros a gustar interiormente las cosas celestes.

Gracias a este don toda la vida del cristiano con sus acontecimientos, sus aspiraciones, sus proyectos, sus realizaciones, llega a ser alcanzada por el soplo del Espíritu, que la impregna con la luz "que viene de lo Alto", como lo han testificado tantas almas escogidas también en nuestros tiempos... En todas estas almas se repiten las "grandes cosas" realizadas en María por el Espíritu Santo. Ella, a quien la piedad tradicional venera como "Sede Sapientiae", nos lleve a cada uno de nosotros a gustar interiormente las cosas celestes.

"La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza" Sb 7:7-8.

Por la sabiduría juzgamos rectamente de Dios y de las cosas divinas por sus últimas y altísimas causas bajo el instinto especial del E.S., que nos las hace saborear por cierta connaturlidad y simpatía. Es inseparable de la caridad.

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Inteligencia (Entendimiento): Es una gracia del Espíritu Santo para comprender la Palabra de Dios y profundizar las verdades reveladas.

S.S. Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo, 16-IV-89

La fe es adhesión a Dios en el claroscuro del misterio; sin embargo es también búsqueda con el deseo de conocer más y mejor la verdad revelada. Ahora bien, este impulso interior nos viene del Espíritu, que juntamente con ella concede precisamente este don especial de inteligencia y casi de intuición de la verdad divina.

La palabra "inteligencia" deriva del latín intus legere, que significa "leer dentro", penetrar, comprender a fondo. Mediante este don el Espíritu Santo, que "escruta las profundidades de Dios" (1 Cor 2,10), comunica al creyente una chispa de capacidad penetrante que le abre el corazón a la gozosa percepción del designio amoroso de Dios. Se renueva entonces la experiencia de los discípulos de Emaús, los cuales, tras haber reconocido al Resucitado en la fracción del pan, se decían uno a otro: "¿No ardía nuestro corazón mientras hablaba con nosotros en el camino, explicándonos las Escrituras?" (Lc 24:32)

Esta inteligencia sobrenatural se da no sólo a cada uno, sino también a la comunidad: a los Pastores que, como sucesores de los Apóstoles, son herederos de la promesa específica que Cristo les hizo (cfr Jn 14:26; 16:13) y a los fieles que, gracias a la "unción" del Espíritu (cfr 1 Jn 2:20 y 27) poseen un especial "sentido de la fe" (sensus fidei) que les guía en las opciones concretas.

Efectivamente, la luz del Espíritu, al mismo tiempo que agudiza la inteligencia de las cosas divinas, hace también mas límpida y penetrante la mirada sobre las cosas humanas. Gracias a ella se ven mejor los numerosos signos de Dios que están inscritos en la creación. Se descubre así la dimensión no puramente terrena de los acontecimientos, de los que está tejida la historia humana.

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