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Sueños Y Vicisitudes De Una Maestra Socialista


Enviado por   •  28 de Agosto de 2012  •  4.907 Palabras (20 Páginas)  •  563 Visitas

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EN UNA PEQUEÑA ciudad de México llamada La Cruz, una mujer tejía sus recuerdos sentada en una mecedora una lluviosa tarde de verano. Era una mujer de edad incalculable. No era joven, hacía tiempo que la juventud se había ido; más bien era "una mujer de edad", podría decirse que era una anciana, pero sus ojos mostraban juventud y dulzura cuando se posaban en los rostros de los demás.

Esa tarde, como muchas otras, la anciana recordaba su pasado, especialmente su juventud y sus primeros años de maestra normalista. La protagonista de este cuento se llamaba Catalina Lorenzana, sus alumnos la llamaron siempre la maestra Cata.

Cata estaba estudiando su carrera allá por 1935, cuando la Escuela Normal de Señoritas de Toluca se fusionó con la Escuela Normal de Varones y se formó la Escuela Normal Mixta.

Catalina recordó que se sintió intranquila cuando se implantó la coeducación en todos los niveles de la educación en México. El juntar hombres y mujeres en las escuelas fue una de las medidas aplicadas por la reforma educativa que Lázaro Cárdenas puso en marcha cuando ocupó la presidencia de México el lo. de diciembre de 1934. La profesora Cata recordó que la presencia de hombres como compañeros de clase en la Normal le había provocado un sentimiento de temor, y a la vez de curiosidad por conocer a sus compañeros; ella siempre había estudiado en escuelas unisexuales.

Poco a poco, Cata se fue acostumbrando a la nueva escuela normal mixta, aunque sus compañeros hombres eran pocos, pues se decía que para los varones no era conveniente estudiar la carrera de maestro. No porque ser normalista se considerara una profesión sólo para mujeres, no, sino que se pagaba tan poco a los mentores de entonces que era difícil que un hombre, cabeza de familia, pudiera sostenerla con ese sueldo.

Cata llegó esa tarde más lejos en la búsqueda de sus recuerdos. El sonido de la lluvia la invitaba a hacerlo. Se acordó que desde niña había decidido estudiar para maestra. Sus padres, especialmente su papá, siempre la animaron para que lo hiciera. Recordó que muchas veces, y más si alguien estaba en su casa de visita, el señor Lorenzana le preguntaba:

—Hija ¿qué vas a ser cuando seas grande?

Catalina contestaba sin titubear:

—Voy a ser maestra, papá.

Su padre preguntaba nuevamente, sabiendo de antemano la respuesta de la niña:

—Pero ¿de cuáles maestras vas a ser?

Catalina respondía con orgullo, orgullo que se reflejaba en el rostro de su papá cuando la niña contestaba:

—Voy a ser maestra, pero de las buenas.

Cuando Catalina llegó de su pueblo a la Normal de Señoritas de Toluca, conoció a muchas personas que fueron sus maestros y compañeros. Ella llegó a la Normal en 1934 y a fines de ese año se avisó en la escuela que finalmente había sido reformado el tercer artículo de la Constitución y que se iba a generalizar en toda la República. En dicha reforma se había establecido que la educación otorgada por el Estado sería socialista. Esto provocó inquietud tanto en lo maestros como en los alumnos de la Normal. Todos tenían una misma pregunta: ¿y qué es eso de escuela socialista?

El profesor Fernando Acevedo les daba la clase de civismo y les leyó en clase el artículo tercero reformado, que en su parte medular decía: "La educación que imparta el Estado será socialista, y además de excluir toda doctrina religiosa, combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la juventud un concepto racional y exacto del universo y de la vida social".

Pero ¿cómo se iba a lograr que los alumnos adquirieran un concepto racional y exacto del universo y de la vida social? ¿Qué contenidos integrarían los programas? ¿Qué métodos y técnicas se utilizarían para lograrlo? ¿Cuáles serían los libros y los demás recursos didácticos que se usarían? ¿Cómo iban los maestros a organizar a sus comunidades y escuelas? ¿Cómo iban a reaccionar los mexicanos frente a la reforma? Éstas y muchas preguntas más estaban en las cabezas y en los labios de los normalistas.

Por lo pronto había que modificar los programas de estudio de la misma Normal. El director de la escuela formó el Consejo Técnico Escolar con los mejores profesores de la Institución para analizar los viejos programas y elaborar los nuevos.

Así empezó la reforma. Catalina recordó que ni sus propios profesores estaban de acuerdo con respecto a ella. Algunos la recibieron con entusiasmo y pensaron que era un camino para que en México se lograra una mayor justicia social y unión entre los mexicanos, esto haría un país más fuerte. Otros pensaban que era solamente una de esas novedades y modas que acostumbran los presidentes en México y que no daría resultado, además de que debido a su carácter irreligioso, la reforma educativa provocaría muchos problemas.

Catalina recordó que la profesora Concepción Sánchez le dio la clase de historia de la cultura. La maestra Sánchez era una mujer muy religiosa; de ello se dieron cuenta sus alumnos, pues el curso que les impartió, aprovechando que era de carácter filosófico educativo, lo dedicó casi todo a hablar de las ideas filosófico-religiosas, más que pedagógicas, de San Agustín de Hipona y de Santo Tomás de Aquino.

La reforma educativa había establecido como uno de sus principios más importantes que los contenidos religiosos estarían totalmente separados de la educación y de la escuela, y que sólo la razón y la experiencia serían los fundamentos de la educación. Sin embargo, la profesora Sánchez les habló largamente de las dudas de San Agustín antes de aceptar la existencia de Dios. Una de las conclusiones de la profesora Sánchez, con base en San Agustín, fue que la razón era incapaz para entender todos los misterios y preguntas del alma humana, y que para ello estaba la fe.

La profesora Sánchez, con gran emoción, remataba la lección sobre San Agustín diciendo:

—Si el propio San Agustín, que fue santo, tuvo que aceptar que primero hay que creer para poder entender ¿qué podemos hacer nosotros los pobres mortales sino creer en las verdades religiosas, aunque no las comprendamos?

De Santo Tomás la profesora Sánchez explicó largamente sus pruebas de la existencia de Dios, de tal manera, que según Santo Tomás, nadie en su sano juicio podía dudar que existiera. La profesora decía:

—¿Qué más pruebas quieren ustedes que les proporcione Santo Tomás de que Dios existe, sino el orden que se observa en el universo y del que ninguno de nosotros somos responsables?

Las clases de la profesora Sánchez parecían más clases de catecismo avanzado que de historia de la cultura. Claro que la profesora

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