Templos Y Claustros
Enviado por ibeth77 • 3 de Diciembre de 2012 • 4.552 Palabras (19 Páginas) • 420 Visitas
Actividad. 12. Templos y claustros.
LOS ROSTROS DE LA IGLESIA
La iglesia influía en las decisiones políticas e intervenía con la vida cotidiana, daba respaldo moral a decisiones del gobierno y justificaba el orden social. El orden social considerado como divino, separaba a los habitantes en clérigos y laicos. Los clérigos eran superiores por ser los representantes de Dios. Sin embargo, la iglesia no actuaba de manera uniforme y en total acuerdo, existían dentro de ella dos grandes sectores: el clero secular y el clero regular.
CLERO SECULAR CLERO REGULAR
Vivía en el siglo o saecuhum y no era en comunidades, dependía directamente de los obispos y estaba formado por el cabildo de la catedral y por los sacerdotes que tenían a su cargo la administración religiosa en algunos santuarios, parroquias y capillas. Varios miembros de este clero se organizaban en congregaciones, siendo las dos más importantes de la capital de san Pedro y la del oratorio de San Felipe.
Habitaba en conventos bajo una regla y estaba formado por diversas órdenes religiosas. Las órdenes de mujeres no eran consideradas parte del clero por su género, si estaban sometidas a reglas monacales y cada uno de sus monasterios poseía una gran autonomía.
El poder espiritual iba a acompañado de los poderes económico y político. Los infieles buscaban el acceso al paraíso después de la muerte y no dudaban en ofrecer generosas limosnas, herencias, aportar sus bienes a alatares, culto a imágenes, misas cantadas. funciones solemnes, fomento de cofradías y otras fuentes pías que constituían una fuente permanente de riqueza para el clero secular y regular.
LOS TEMPLOS Y EL CLERO SECULAR
Es increíble el lugar que ocupaba la iglesia en este contexto, sin duda era el de mayor actividad e incidencias en la vida social, ámbito de convivencias y de relaciones. Todo el dinero que se recababa se mandaba a España para subvencionar, en teoría, la guerra del rey católico hacía contra los turcos.
El sermón ocupaba un gusto especial en los fieles que asistían a las ceremonias y un tema central fue el de la necesidad de ofrecer sufragios por las ánimas del purgatorio: en ellos se mostraba a hombres y mujeres e incluso niños pagando por sus pecados entre las llamas (infierno).
Algunos predicadores destacados daban a la imprenta sus sermones para que la gente los comprara y los leyera.
Las damas de abolengo eran acompañadas por sus pajes que cargaban con bancos y cojines, pues no alcanzan los asientos en la iglesia, sin embargo, el número de asistentes entre semana disminuía. Los que iban a recibir confesión acudían arrodillados frente a un mueble que impedía el contacto entre el sacerdote y el penitente, como se menciono anteriormente, los fieles acudían a los templos a rendir culto a sus imágenes. También eran lugares de oración y la gente estaba casis siempre de rodillas, sien embargo no faltaba quienes iban a charlar, a enterarse de vidas ajenas o a buscar aventuras galantes. El arzobispo Aguilar y Seijas despreciaba este tipo de actos. El arzobispo Fray Payo, emitió un edicto prohibiendo que se comiera y bebiera dentro de las iglesias, pues, eso era “escándalo e indevoción intolerable”.
En ocasiones, el templo llegó a ser asilo para delincuentes que solicitaban ese privilegio.
También había pequeñas capillas y ermitas, pequeños edificios construidos en los alrededores de la ciudad donde se veneraba un solo santo y se decía una misa dominical. Ejemplos de capillas son: las de Santo Tomás de la Palma, la Candelaria de los Patos y San Jeronimito, todas en los barrios orientales de la ciudad.
A las capillas seguían en importancia los templos anexos a los conventos de monjas y de frailes, se construyeron diez entre 1670 y 1700. La característica principal de estas iglesias eran sus coros, espacios en donde se cantaban las oraciones comunitarias siete veces al día. En estas iglesias conventuales podían encontrarse lapidas de gente de diferentes niveles y que eran enterrados según su rango y donaciones. Era importante tener un lugar cerca el altar, para esperar el día del juicio final.
En los templos de monjas y religiosos, se administraban los sacramentos de la confesión y la eucaristía. Las iglesias parroquiales tenían por exclusividad el bautismo y el matrimonio.
Las primeras parroquias fueron fundadas por franciscanos y hasta a mediados del siglo XVIII se siguieron llamando de “indios”. De estas había seis:
• Tres administradas por franciscanos: San José de los Naturales, Santa María la Redonda y Santiago Tlatelolco.
• Tres por agustinos: San Pablo, San Sebastián y Santa Cruz
• Una séptima parroquia llamada la le lengua, es decir, para los indios fuereños. Se hacían cargo los dominicos en la capilla del Rosario en el templo de Santo Domingo.
• El clero secular tiene a su cargo la administración a las cuatro parroquias de “españoles”: el Sagrario, Santa Veracruz, Santa Catarina y San Miguel.
La separación étnica nunca fue respetada y cada quien acudía a la iglesia más cercana a su comunidad.
En este siglo proceden los primeros intentos de controlar la feligresía mediante padrones parroquiales. Llevar estos empadronamientos convenía tanto a las autoridades eclesiásticas como alas seculares, pues se tenía un buen registro fiel de tributarios, actividades y domicilios que podía servir tanto para fines de censo, como para la localización de delincuentes o infractores. Estamos ante un empadronamiento que no tenía equivalente en otras instituciones urbanas de aquella época.
El centro en el que se inició esta política de control de la feligresía, fue la Catedral, el templo más importante de la ciudad de la sede del arzobispado y cabeza de todas las iglesias de la Nueva España. Los acontecimientos más importantes se desarrollaban dentro de sus cinco naves, recién inauguradas en 1667 por el Virrey Mancera. La Catedral contaba también con una “capilla” o coro de niño, que después de 1668 dirigía el maestro y compositor Antonio Salazar. Para los sueldos del arzobispo, cabildo y empleados, así como para los gastos litúrgicos, la catedral administraba una renta anual de trescientos mil pesos provenientes de los diezmos.
Sólo en la Catedral se podían celebrar dos ritos sacramentales, la confirmación y la ordenación sacerdotal.
El cabildo eclesiástico era encabezado por el deán y el arce deán, secretarios que controlaban el movimiento de la sede; lo seguían el chantre, el maestrescuela, el tesorero y racioneros encargados de las misas, confesiones, bautizos y, en fin, dela administración religiosa, eran auxiliados por numerosos capellanes.
Todas las
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