Águila O Garras De Jaguar, ¿Quién Eres tú, Guerrero?
Enviado por PaolaKootBalam • 21 de Abril de 2013 • 2.474 Palabras (10 Páginas) • 539 Visitas
Águila o garras de Jaguar, ¿Quién eres tú, Guerrero?
En el México prehispánico hubo dos clases de Guerreros, con características distintas y quienes se encargaban, por separados, de aspectos muy importantes y mágicos de la vida de esas comunidades y para protección del imperio del Anáhuac... ¿Cuál eres tú?
Guerreros maya.
Ellos eran El Guerrero Águila y El Guerrero Jaguar....
Desde niños los Guerreros eran preparados, formaban ya una casta distinta, privilegiada.
Sus enseñanzas iban dirigidas a que descubrieran su propio poder, a no tenerle miedo a lo que de cualquier manera no podían evitar, a estar solo, a separar su cuerpo etérico de su cuerpo físico, a ver lo invisible, y alcanzar la muerte convencido de que era un esfuerzo para el bien de su comunidad y del planeta.
El Tonalpowalli, el calendario sagrado, ritual, adivinatorio y astrológico de 260 días, que es el tiempo de gestación en el vientre de la madre al dar una nueva vida, servía para que los padres entendieran, a través de los sacerdotes, el destino de sus hijos, su caminar por la tierra.
Por ello se conocía quienes estaban destinados para ser Guerreros, y su voz era ley. Para los mayas, este calendario sagrado, Tzolkin, los 260 días, según estudios actuales y adecuados a nuestro calendario gregoriano, representaba un fractal del lapso que demora un rayo de luz en viajar desde el centro de la galaxia hasta el sol.
El calendario sagrado surge de multiplicar 20 días, relacionado con los 10 dedos de la mano, contacto divino y, 10 dedos de los pies, contacto con la madre tierra, multiplicado por las 13 lunas, o meses, que a su vez se relaciona con las trece articulaciones o coyunturas principales del cuerpo.
A través del tiempo Los Guerreros se fortalecen y hoy día mucha de la literatura se refiere a ellos como seres especiales y, aún más, nos invitan a los humanos, mujeres y hombres, no sólo a equilibrarnos como una clase de Guerreros, sino a saber vivir como ellos lo hacían en el pasado.
Algunas mujeres y hombres aceptan el reto, aunque sin la certidumbre del calendario sacerdotal, sin los conjuntos trecenales (trece meses), con los vigesimales (20 días por mes), que revelan el provenir de cada habitante de la tierra. Para ellos, el tiempo es siempre cíclico
Los Guerreros, ya Águila o Jaguar iban revelando un mundo al cuál sólo ellos, en lo individual primero y, para servicio de la colectividad después, tenían acceso.
En su instrucción, que duraba toda la vida, un Guerrero aprendía a ver la luz de los muertos, a identificarlos y del cómo obtener de esos seres el conocimiento, pues aún desencarnados, se aproximan a los Guerreros para que sus experiencias le sirvan a ellos en la tierra y sean depositarios de los secretos y los tesoros del pasado; en la comprensión del otro lado de la realidad, y para su actuar en el uso de sus cinco sentidos.
El Guerrero, Águila o Jaguar, sabe oler, escuchar, palpar, ver y degustar lo que la madre tierra ofrece a sus hijos, a los habitantes del planeta....
Un verdadero Guerrero, por otra parte, sabe que es un trasmisor a la vez de los conocimientos adquiridos, porque de no hacerlo, de archivarse esa sabiduría para sí mismo, llega el momento en que esa sapiencia se le pudre por adentro.
Ésta claro que no enseñará a quien no este instruido. El maestro, se dice, aparece, hasta que el alumno está listo...
La casta de los Guerreros, ya Águila o Jaguar, era importante, tanto para la clase religiosa como para los gobernantes.
Se dice, por ejemplo, que el caudal de Moctezuma, luego de que lo quiso entregar a Hernán Cortés, preocupando porque era la reencarnación de Quetzalcóatl, el famoso tesoro fue enviado al sur por el señor Cuitláhuac, muy probablemente a lo que hoy conocemos como Honduras, custodiado Guerreros Águila y Jaguar.
Por supuesto que en el período de los sacrificios, hubo Guerreros que amando a la vida, a sus dioses y a su gente, se entregaba a la muerte mientras que su cuerpo era obsequiado por los oficiantes a las más grandes deidades.
Pero, un Guerrero, a diferencia de otros que eran inmolados, su corazón latía animoso, con tanta fuerza que en ocasiones saltaba de las manos del oficiante.
El corazón de otros mártires, como los que perdían en el juego de pelota, tras ser prisioneros de guerra, y que por lo tanto, no amaban a sus dioses como lo concebía un auténtico Guerrero, su corazón estaba muerto del miedo desde antes de extraerlo de su pecho. Roto, y lo que se ofrecía en esos ritos, era sólo un pedazo de carne y sangre.
El corazón de los auténticos Guerreros que ofrendaban su vida, estaba vivo, palpitante, gustoso por el destino.
Su espíritu y su sangre sería depositado en el mensajero de los dioses, el Chacmol, de origen Tolteca, quien como un ser celestial, subiría a hasta el treceavo cielo. El lugar de los altísimos para entregar el corazón y la sangre de un verdadero Guerrero y, por lo que se esperaba que ellos, los dioses, multiplicarían la vida, en alimentos, en agua, en la energía del sol y la fertilidad y hospitalidad de la madre tierra, dispuesta a concebir una existencia nueva, el verdadero poder de dar vida y conservar la memoria...
La sangre guarda la exhalación divina con que se creó el universo hace más de 14 mil millones de años.
En la sangre llevamos registro de ese instante en que se crea la materia de lo inmaterial, es la exploración etérica. Sin embargo la sangre conserva el sufrimiento y toda la violencia al momento en que se derrama.
Cuando un Guerrero, por su voluntad, por su inquebrantable fe de y para sus creadores era ofrecido, esa sangre convidada ritualmente por el sacerdote, era la oportunidad de pedirle a las deidades un bien colectivo.
La sangre de un Guerrero se convertía en un poder, era un acto de alquimia entre el mundo material y el de los dioses.
Cuando el corazón, como un simple trozo de carne, y la sangre de un hombre común era ofrecida debido a su condición de prisionero de Guerra, el ritual en muchos de los casos iría con los señores del inframundo, pero nunca, hasta el noveno nivel, que es el sitio reservado para la muerte y sus ángeles. Para las eternidades del Mictlán.
La llegada de los españoles pervirtió esos rituales, esa forma de prometerse a sus dioses convencidos de las bondades que ello traería a su pueblo.
Hoy todavía hay quienes persisten en la barbaridad de esos actos y encontramos lamentablemente documentos, comentarios, libros y hasta películas como la de Mel Gibson, donde se destaca a un pueblo salvaje y
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