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Agonías Del Capitalismo


Enviado por   •  28 de Febrero de 2015  •  4.364 Palabras (18 Páginas)  •  208 Visitas

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La agonía del capitalismo

Los liberales aplauden el colapso del comunismo como un triunfo. Pero aplauden su entierro. Después de 200 años de oponerse a la democracia con reformas y con optimismo en el desarrollo futuro, se han quedado desnudos, sin defensa. Es la hora de su agonía.

Immanuel Wallerstein

La primera gran expresión política de la Ilustración, con todas sus ambigüedades, fue sin duda la revolución francesa. A dónde fue a parar esta revolución es una cuestión que se volvió, en sí misma, una de las grandes ambigüedades de nuestra era. El bicentenario de la revolución en 1989 fue la ocasión de un importante esfuerzo para sustituir, por una nueva interpretación de este gran acontecimiento, su "interpretación social", durante mucho tiempo dominante, aunque considerada hoy pasada de moda.

El cambio es normal y el pueblo es soberano

La Revolución Francesa fue el punto final de un largo proceso, no sólo en Francia, sino también en toda la economía mundo capitalista, entendida ésta como sistema histórico. En 1789, buena parte del globo ya se encontraba inserta en este sistema desde hacía tres siglos, y la mayoría de sus instituciones clave habían sido establecidas y consolidadas: la crucial división del trabajo, con una transferencia significativa de plusvalía de las zonas periféricas a las zonas centrales; el primado de la recompensa para quienes operaban en interés de una interminable acumulación de capital; el sistema interestatal compuesto por los llamados estados soberanos, vinculados por la estructura y por las "reglas" de ese sistema interestatal; y la creciente polarización del sistema mundial, no sólo en el plano económico, sino también en el social, a punto ya de volverse polarización demográfica.

Lo que aún le faltaba a ese sistema mundial era una geocultura que lo legitimase. Las doctrinas básicas estaban siendo forjadas por los teóricos de la Ilustración en el siglo XVIII y aún antes , pero sólo serían socialmente institucionalizadas con la Revolución Francesa. Así, pues, lo que hizo la Revolución Francesa fue desencadenar el apoyo público e incluso el clamor por la aceptación de dos nuevas visiones mundiales: el cambio político entendido como algo normal y no excepcional, y la soberanía atribuida al "pueblo" y no a un soberano. En 1815, Napoleón heredero y protagonista mundial de la Revolución Francesa fue vencido y sobrevino entonces una supuesta "restauración" en Francia y en todos los lugares donde los anciens régimes habían sido derrocados. Pero la restauración no pudo ni podría deshacer la vasta aceptación de estas dos visiones mundiales. A fin de afrontar la nueva situación, fue creada la trinidad de las ideologías del siglo XIX el conservadurismo, el liberalismo y el socialismo , que aportaron al lenguaje de los debates políticos en el seno de la economía mundial capitalista.

De las tres ideologías, fue el liberalismo la que acabó triunfando. Tan pronto como en la que puede ser clasificada como la primera revolución mundial del sistema capitalista, la revolución de 1848 en Europa. Su triunfo se debe a que el liberalismo fue la ideología más capaz de aportar una geocultura viable en la economía mundo capitalista, legitimando sus instituciones tanto a los ojos de las élites del sistema como y en grado significativo a los ojos de la mayoría de la población, las llamadas personas corrientes.

Liberalismo = estrategia de centro

Una vez que el pueblo se convenció de que el cambio político era normal y que el pueblo, por principio, era el soberano es decir, el autor del cambio político todo lo demás fue posible. Y esta convicción fue precisamente el problema que enfrentaron los poderosos y privilegiados en la estructura de la economía mundial capitalista. El foco inmediato de sus temores fue en buena parte el pequeño pero creciente grupo de trabajadores industriales urbanos. Pero como demostró ampliamente la Revolución Francesa también los trabaja dores rurales podían ser bastante problemáticos o temibles. ¿Cómo impedir a esas "clases peligrosas" que se tomasen las nuevas ideas demasiado en serio y al hacerlo, estorbasen el proceso de acumulación del capital, socavando así las estructuras básicas del sistema? Este fue el agudo dilema político que se les presentó a las clases gobernantes en la primera mitad del siglo XIX.

Una respuesta obvia era la represión. Y la represión fue ampliamente utilizada. Sin embargo, la lección de la revolución de 1848, fue que la simple represión no era, en el fondo, muy eficaz: provocó a las clases peligrosas, irritándolas más que calmándolas. Se demostró que la represión, para que fuese efectiva, debía combinarse con ciertas concesiones. Por otro lado, los "revolucionarios" de la primera mitad del siglo XIX aprendieron también una lección: los levantamientos espontáneos tampoco eran muy eficaces, Podían ser controlados con razonable facilidad. Para acelarar un cambio significativo, las insurrecciones populares necesitaban combinarse con una organización política consciente y de larga duración.

El liberalismo se ofreció como solución inmediata a las dificultades políticas que enfrentaba la derecha y la izquierda. A la derecha, le recomendó concesiones. A la izquierda, organización política. A ambas les recomendó paciencia: a largo plazo todos ganarían si seguían una vía intermedia. El liberalismo fue un centrismo encarnado y su oferta era atractiva, sobre todo porque no recomendaba un centrismo meramente pasivo, sino una estrategia centrista activa. Los liberales depositaron su fe en una premisa clave del pensamiento ilustrado: la acción y el pensamiento racionales constituyen el camino hacia "la salvación" es decir, hacia el progreso . Los hombres la inclusión de las mujeres raramente surgía como problema eran naturalmente racionales, potencialmente racionales y en el fondo, racionales.

Izquierda y derecha: reglas de juego

El liberalismo concluía que el "cambio político normal" que proclamaba debería seguir la senda indicada por los más racionales: los más educados, los más capacitados y en consecuencia, los más sabios. Estos hombres podrían indicar mejor el camino a seguir, podrían indicar cuáles eran las necesarias reformas que debían realizarse y promulgarse. El reformismo racional fue el concepto organizador del liberalismo y dictó, por tanto, la posición aparentemente contradictoria de los liberales con respecto a la relación entre el individuo y el Estado. Los liberales podían argumentar simultáneamente que el individuo no debía ser obligado por los mandatos colectivos del Estado y que la acción del Estado era necesaria para minimizar

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