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Arturo Bandini y el sueño Americano en Pregúntale al Polvo, de Jonh Fante


Enviado por   •  20 de Noviembre de 2015  •  Ensayo  •  2.049 Palabras (9 Páginas)  •  294 Visitas

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Arturo Bandini y el sueño Americano en Pregúntale al Polvo, de Jonh Fante.

Rafael Antonio Santos Hernández, tercer Semestre

Te encuentras en California durante los años treinta y estás manejando un Ford por la interestatal oceánica, estoy seguro que en estos momentos, en este preciso instante, mientras cortas la brisa marina con tus toneladas de hierro americano,  respiras una especie de melaza, algo denso y brillante, una sustancia extraída de las fabulas y mitos. Tu auto y esa carretera que desde los peñascos saludan al océano pacifico, son la prueba de que los Estados Unidos está saliendo de la crisis económica, la gran depresión terminó, la economía resurge de sus pesadas ruinas,  disfrutas de un trabajo en la fábrica, el gobierno o en donde sea. Eres un hombre del siglo veinte, estas manejando, amigo mío, al sueño americano.

El sueño americano se remonta al siglo XVII cuando una aletargada Europa veía con celos a un nuevo y brillante continente. Dejar atrás a la monarquía, a los abusos del poder, el hambre, la guerra, a la historia vergonzosa de un país o una familia, fue (y es) el propósito de miles y miles de migrantes.  América fue el destino, así como hoy lo sigue siendo Estados Unidos, que apropiándose del continente entero como su nombre de pila,  reclamaron como suya la esperanza de una nueva vida, ¿Y cómo culparlos? con un continente sumergido en conflictos internos y desbalances políticos y económicos al sur.  

En el acta de independencia norteamericana, donde se postularon las ideas filosóficas que servirían de fundamentos al país, durante el preámbulo escrito por Thomas Jefferson se lee: “Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad

Sin embargo, el sueño americano del que hare mano para interpretar en Pregúntale al polvo, es otro, sí el de los europeos (o latinos, o asiáticos o africanos u oceánicos) buscando una nueva vida, pero, ya no en los valores morales o el desarrollo humano, libertad, paz y prosperidad. Aunque en un segundo plano que se entiende obvio. Durante los treinta, el capitalismo encontró en esta ilusión la forma perfecta de anunciar sus mercancías, y así fue como el sueño americano de los europeos escapando de los reyes y la iglesia,  se convirtió en el poseer ese Ford que hace unos momentos manejabas en la interestatal. Ya no era solamente una cuestión filosófica y social, sino que se había añadido por la crisis, el crecimiento económico y la oferta y demanda, connotaciones políticas y económicas.

En la novela Pregúntale al polvo de Jonh Fante vemos precisamente eso, el sueño americano personificado en un veinteañero que cargando a cuestas un nombre italiano, una religión de minorías , piel morena y cabellos negros que intenta blanquear hasta lo castaño, pretende ganarse la vida con la literatura en una revista de distribución nacional. Hoy en día esto último resultaría un verdadero sueño, una historia de triunfo. Todavía lograr que te publique una revista impresa de distribución nacional, que lo hagan con suficiente remuneración económica para poder vivir holgadamente, o como Arturo Bandini, en espasmos de frenesí gastando en lujos tontos e innecesarios, aun así, un sueño hecho realidad.

Antonio Bandini, originario de Boulder, Colorado, no de la toscana en Italia; es el alter ego del igualmente Italoamericano Jonh Fante que en su éxtasis literario, después que le publicaran un cuento en una revista, se muda a Los ángeles para seguir escribiendo como el autor consolidado que se cree, en la maleta no solo lleva, como Fante nos lo hace saber,  decenas de revistas con su cuento publicado y un par de cambios de ropa, Bandini en sus maletas lleva toda la ilusión del triunfo,  toda el hambre de la pobreza y la vergüenza de su nombre que termina en vocal, cosa que le causa conflicto al ser confundido por un mexicano a su llegada, no como los Smiths, Parker y Jones. Apellidos que usa para delimitar a través de la lectura a los americanos originales, quienes se burlaron de él en su infancia:

¡Ah, Camila! De niño, allá en Colorado, eran Smith, Parker y Jones los que me ofendían con sus motes despectivos, los que me llamaban macarroni, espaguetini y aceitoso, y sus hijos me insultaban como yo te he insultado esta noche (1989, pp. 30, 31).

En el ensayo de Carlos Monsiváis, “Cultura Urbana y creación intelectual”, delimita a la sociedad mexicana en dos polos, la cultura de masas y la cultura intelectual, con un entrecruce que resulta ser la urbana, en la descripción de la cultura de masas, que no son otra más que la clase obrera, aparecen características como la auto depreciación y el rencor propio e inexplicable.  El auto desprecio de las clases obreras se hace presente en Bandini cuando se percata de que se vuelve parte de esa cadena de odio.  

Los he visto salir haciendo eses de sus palacios de cine, entornar sus ojos vacíos ante la realidad de todos los días, volver a casa tambaleándose para leer el Times, para saber qué pasa en el inundo. He vomitado al leer su prensa, he leído sus libros, observado sus costumbres, comido su comida, deseado a sus mujeres, abierto la boca ante el arte que producen. Pero soy pobre, mi apellido termina en vocal, me odian a mí y odian a mi padre, y al padre de mi padre, y si por ellos hiera, me sacarían la sangre, me sacrificarían, pero ya son viejos, agonizan al sol y en el polvo tórrido del camino, y yo soy joven y estoy lleno de esperanzas y de amor por mi patria y mi época, y cuando te llamo sudaca y aceitosa, no te lo digo con el corazón, sino por el resabio de una antigua herida, y siento vergüenza por el daño que te he hecho.(1989, p. 31)

Arturo se vuelve consiente de ese horror, claro, altercando entre ese resentimiento de clases bajas y su nuevo estatus como autor, con sus cheques relucientes y la lucha interna por ser el viejo Bandini o el nuevo Bandini, el chico de Boulder que solo tiene un par de pantalones o el escritor en las costas californianas que puede comprarse varias corbatas y despreciarlas horas después.

Recorrí las calles tórridas y estropeadas hasta llegar al sótano de The May Company, donde me compré la ropa más elegante que había tenido en la vida, un traje marrón a rayas con dos juegos de pantalones. […] El empleado metió la ropa vieja en una caja. No quise llevármela. Le dije que llamara al Ejército de Salvación, que la regalara, y que me enviara a la pensión lo restante. […]  Entré en una tienda de corbatas y compré corbatas, un cinturón, una cadena de reloj, pañuelos, un albornoz y un par de zapatillas. […]  El repartidor de The May Company me entregó las compras restantes en una caja grande. La abrí y en ella encontré no sólo la ropa nueva sino también la vieja. Tiré ésta a la papelera. Llegó la hora de vestirse. […] La imagen reflejada sólo me resultaba conocida de un modo lejano. No me gustaba la corbata, me quité la chaqueta y me probé otra. Tampoco esta otra me gustó. De súbito empezó a cabrearme todo […] Me lo quite todo, me lave la cabeza para quitarme el perfume y me embutí en la ropa vieja con entusiasmo (1989, p. 38).

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