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Benedetti


Enviado por   •  20 de Agosto de 2013  •  579 Palabras (3 Páginas)  •  247 Visitas

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Chau número tres - Mario Benedetti

Te dejo con tu vida

tu trabajo

tu gente

con tus puestas de sol

y tus amaneceres.

Sembrando tu confianza

te dejo junto al mundo

derrotando imposibles

segura sin seguro.

Te dejo frente al mar

descifrándote sola

sin mi pregunta a ciegas

sin mi respuesta rota.

Te dejo sin mis dudas

pobres y malheridas

sin mis inmadureces

sin mi veteranía.

Pero tampoco creas

a pie juntillas todo

no creas nunca creas

este falso abandono.

Estaré donde menos

lo esperes

por ejemplo

en un árbol añoso

de oscuros cabeceos.

Estaré en un lejano

horizonte sin horas

en la huella del tacto

en tu sombra y mi sombra.

Estaré repartido

en cuatro o cinco pibes

de esos que vos mirás

y enseguida te siguen.

Y ojalá pueda estar

de tu sueño en la red

esperando tus ojos

y mirándote.

Cuerpo docente - Mario Benedetti

Bien sabía él que la iba a echar de menos

pero no hasta qué punto iba a sentirse deshabitado

no ya como un veterano de la nostalgia

sino como un mero aprendiz de la soledad

es claro que la civilizada preventiva cordura

todo lo entiende y sabe que un holocausto

puede ser ardua pero real prueba de amor

si no hay permiso para lo imposible

en cambio al cuerpo

como no es razonable sino delirante

al pobrecito cuerpo

que no es circunspecto sino imprudente

no le van ni le vienen esos vaivenes

no le importa lo meritorio de su tristeza

sino sencillamente su tristeza

al despoblado desértico desvalido cuerpo

le importa el cuerpo ausente o sea le importa

el despoblado desértico desvalido cuerpo ausente

y si bien el recuerdo enumera con fidelidad

los datos más recientes o más nobles

no por eso los suple o los reemplaza

más bien le nutre el desconsuelo

bien sabía él que la iba a echar de menos

lo que no sabía era hasta qué punto

su propio cuerpo iba a renegar de la cordura

y sin embargo cuando fue capaz

de entender esa dulce blasfemia

supo también que su cuerpo era

su único y genuino portavoz.

La culpa es de uno - Mario Benedetti.

Quizá fue una hecatombe de esperanzas

un derrumbe

...

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