ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Cuando Invente Las Mariposas


Enviado por   •  26 de Junio de 2013  •  1.694 Palabras (7 Páginas)  •  4.463 Visitas

Página 1 de 7

Cuando invente las mariposas

La besé en la mejilla, al fin perdí el miedo y la virginidad, apenas a tiempo, porque ya Nicolás no sólo le había cogido la mano a Ana sino que también la besó en la oreja, le dijo linda y ella se sonrió. Cerré los ojos en espera de la bofetada, era mejor no verla, pero nada. Supuse que Clotilde estaría furiosa: cuando abrí los ojos ella parecía metida dentro de sí misma, distraída en otra cosa, como si soñara o estuviera pensando en algo muy profundo. A lo mejor así se ponen las mujeres cuando las besan o tal vez ni se dio cuenta de que la había besado.

Entonces moviste tu pava desorde¬nada y me dijiste como si despertaras de un sueño: claro, las haré de las piedrecitas porque son lindas y no deben ser tan inmóviles, tienen derecho a volar y que el gris se deshaga en colores.

Creí que jugabas y me hablabas en enredado, pues resulta una forma de ocultar las emociones. Cuando te concentras tanto en lo que tenes entre manos, se te ponen las mejillas rosadas y los ojos húmedos. Así te pasa cuando hacemos la tarea juntos y te pegas en una suma mal hecha, o debemos redactar un ejercicio sobre la vida en familia y te digo que no pongas la verdad sino lo natural, que tus padres nunca pelean, que se quieren mucho, que todo anda a la per¬fección y adoras a tus hermanos, pero vos Cío te da por escribir que hay problemas, serios problemas que no entendés pero son graves y que tu papá cada mes hace las vali¬jas y jura no volverlos a ver y que todos lloran con los gritos y las cosas que se rompen. Y te pasa lo mismo, te llaman a la dirección y luego reúnen a tus padres, lo que resulta siempre en que te castigan por andar divul¬gando las cosas íntimas de la casa.

Y me preguntas con tus ojos inocen¬tes y brillantes: ¿Crees firmemente que

Dios inventó cuanto existe en el cielo y enla tierra? Claro que sí, alguien tuvo que ser y ése fue Dios. Y ¿no dejó lugar para inven¬tar algo, algo nuevo, que tenga una vida nueva y ande en ese espacio que hay entre el cielo y la tierra? Te contesto que no, que todo está inventado y te propongo que vayamos a! parque, para jugar bola y así sentir que la tiras con suavidad, con amor y con esa alegría que tanto cuesta que te suba por la cara, mi querida Cloti.

Vamos al parque, pero no me tiras la bola, preferís juntar piedras y confesarme que querés inventar una cosa nueva, algo así como las mariposas. Me decís: te ima¬ginas la felicidad de Dios cuando las creó, cómo le salían de sus manos bailando, cómo se le trepaban audaces por la cabeza y lo hacían estornudar, así como pensar que era un juego de luces y de colores que irritaría a los hombre malos y en cambio a los buenos les depararía mucho entreteni¬miento.

Y te bajo de las nubes por que las mariposas ya se crearon, las creó Dios y las hizo venir de la fealdad porque primero eran gusanos, horribles y asquerosos gusanos quedan miedo, y sólo podían ser bellas un momento. Te callas, Clotilde, por un buen rato y te volvés a meter dentro de vos misma mientras acaricias las piedras. Entonces te propongo ir a ver qué dan en el cine por si más adelante podemos verla juntos, y no te digo pero lo pienso, probar si en la parte más interesante cojo tu mano y oigo que sonreís por dentro que es como te gusta sonreír cuando estás alegre. Llega¬mos al cine y me preguntas si Dios también hizo el edificio y la película. Claro que no, pero creó el cerebro humano con capacidad de creación y así el hombre puede hacer cosas secundarias constantemente, pero no cosas fundamentales como la tierra, las estrellas, el cielo y todo lo demás que tiene su propio universo. Estoy seguro que Cío se enreda demasiado, piensa más de la cuenta y padece de manías, no sería extraño que fuera sonámbula y se levantara dormida a buscar cómo se encuentra algún poder de Dios. Me asustan un poco sus silencios y esa forma que tiene de meterse en un mundo para mí desconocido. La beso por segunda vez en la mejilla, ya seguro de que no se dará cuenta, mientras Cío inclina la frente para recostarla en el vidrio y contemplar las piedras de anillos, brazaletes y collares que se venden en aquella joyería del centro. No te parece idiota que la gente pague tanto por estas pequeñas piedras mientras las otras, las de los ríos, las de los parques, las de las montañas, las verdaderamente her¬mosas, nadie las tome en cuenta. Y no te contesto porque estás fabricando inventos bajo esa pava desordenada. Cuando llega¬ron los exámenes, te vi pálida y casi febril, sabía que estudiabas como loca porque tus padres no aceptaron nunca una mala nota, ni siquiera regular.

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (9 Kb)
Leer 6 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com