DON QUIJOTE

Sonia Lannutti

El Quijote: una cabalgata de 400 años

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no hace mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Esta célebre frase daría inicio a lo que se convertiría en la obra cumbre del idioma español, el Quijote de la Mancha. A más de 400 años de su publicación la obra escrita por Miguel de Cervantes Saavedra sigue estando vigente y es todo un referente para la literatura universal. Pero, ¿qué es lo que hace a esta novela “a prueba del tiempo”? Su vigencia es el resultado de múltiples y diferentes factores, los cuales detallaré y analizaré en profundidad a continuación.

En primer lugar, una primera impresión es que su lectura, gracias a su concepción? Como obra clásica, se da en el ámbito escolar, al encontrarse en el canon literario de esta institución. Pero, a su vez, una cuestión que puede surgir a raíz de esto es, ¿por qué entonces leer los clásicos? ¿Por qué leer Don Quijote? Para responder este interrogante, podemos recurrir a Ítalo Calvino, autora del ensayo “Por qué leer a los clásicos”. En su escrito, una de las cosas que establece, y en la que quiero profundizar es “un clásico es aquel libro que cuanto mas creemos conocer tanto más nuevo e inesperado resulta al leerlo de verdad”. En otras palabras, habla de la capacidad que tienen algunas obras de permanecer actuales a través de los siglos, porque siempre ofrecen lecturas renovadas. En el caso de la obra de Cervantes, cada siglo le ha dado una connotación distinta: en el siglo XVII se leyó como una comedia, en el XVIII se enfatizó la tragedia, en los siglos XIX y XX se resalta la figura del héroe, y, finalmente, en el siglo XXI hablamos de una novela compleja con múltiples lecturas. Para argumentar lo anterior, el estudioso norteamericano, profesor de las universidades de Yale y Nueva York, Harold Bloom sentencia: “No hay dos lectores que den la impresión de haber leído el mismo Quijote, y los críticos más distinguidos todavía no han conseguido ponerse de acuerdo en los aspectos fundamentales del libro”(1). Así, en definitiva una de las razones de la vigencia de la novela se da gracias a su riqueza para ser leída desde distintos puntos de vista, ofreciendo a sus lectores novedosas maneras para ser interpretada.

Otro de los aspectos que han permitido considerar esta obra como “atemporal”, es el carácter humanista, porque habla de aquello que en el humano es universal y permanente. Mercedes Lozano Ortega, profesora de la Facultad de Letras de la Universidad Veracruzana, sostiene que la identificación que sigue habiendo con El Quijote no es sólo porque haya sido un personaje loco que soñó con cambiar el mundo, sino porque en nuestra realidad siguen existiendo actitudes quijotescas: “Cervantes rescató lo más valioso del ser humano, la buena fe, el idealismo, la tolerancia y la apertura hacia la idea de que el mundo no es como parece, de que las realidades son contradictorias, y esa es una sabiduría que aún ahora necesitamos”(2). Así, los valores, deseos y sueños del hombre, su esencia misma, queda al descubierto, y el Quijote lo representa de forma clara.

Por lo tanto, para lectores del siglo XXI, el Quijote puede ser todavía relevante a nuestro contexto histórico. Valores que de alguna manera eran importantes en la época de Cervantes pueden todavía tener importancia en tiempos modernos, aunque tal vez con otro sentido o significado.

Tomando como ejemplo la definición de ‘caballero’, en la época de Cervantes, un caballero era como Don Quijote se imaginaba ser, un hombre de la clase alta que venía de sangre noble, que protegía a las doncellas, a las viudas y a los huérfanos, que luchaba por la libertad y tenía un carácter heróico;

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