Derechos Humanos
Enviado por matiasdelboom • 4 de Noviembre de 2013 • 394 Palabras (2 Páginas) • 223 Visitas
“El niño no es una botella que hay que llenar sino un fuego que es preciso encender”
Montaigne
Introducción
En Les Choristes (2004) de Christophe Barratier la trama se desarrolla en Francia, en el año 1949, en un "orfanato - reformatorio" de la posguerra. Los alumnos, que tienen entre 8 y 13 años, concurren echados de otros establecimientos de enseñanza, se encuentran en el límite del sistema educativo.
Los Coristas está basada en un hecho real ocurrido inmediatamente después de la II Guerra Mundial, en que un maestro se empeña en crear un coro en un internado para niños abandonados o con problemas de conducta.
Clément Mathieu (Gérard Jugnot) es un profesor de música desempleado, que ha sido contratado como preceptor y maestro en un instituto correccional de menores, donde a través de ineficaces y represivas políticas, su director Rachin (Francois Berléand) intenta con dificultad mantener disciplinados a estos "alumnos problema".
La película nos ofrece el relato del educador, sus objetivos, sus propósitos, sus miedos y ansiedades. Pero nada nos dice de la perspectiva de los niños. Hace muchos años leí un libro de Peter Høeg, un escritor danés, que nos cuenta la perspectiva de tres niños -Peter, Katarina y August- encerrados en un reformatorio. Creo que ambos textos podrían ser leídos de manera complementaria. Los invito en este escrito a la suplementación del film con el texto literario, para escuchar las voces, no sólo del maestro sino también de los alumnos.
Las bases éticas de la enseñanza
A Mathieu lo sorprende la precaria realidad del colegio, y los crudos métodos utilizados por el director en su intento de imponer disciplina y a su vez, esto despierta en él mucho desconcierto, temor ante lo desconocido, la sensación ambivalente de miedo y compasión frente a los chicos.
Los niños del reformatorio también sienten miedo, pero un temor más visceral que el de Mathieu. Un miedo que se sustancializaba en la marca de la humillación.
“Biehl había dicho que la escuela, en la medida de lo posible, respetaba la prohibición de los castigos corporales que en general regía en la escuela pública danesa, pero su experiencia le había demostrado que nunca había sido perjudicial para nadie recibir un cachete de vez en cuando.
Sus palabras fueron profundas, todo el mundo se quedó tranquilo y satisfecho. Al fin y al cabo, él era un hombre con experiencia, pues había azotado a los niños durante los últimos cuarenta años.
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