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Diamantes Y Perdenales


Enviado por   •  15 de Julio de 2015  •  2.977 Palabras (12 Páginas)  •  746 Visitas

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La visión del mundo totalizante en “Diamantes y pedernales” de José María Arguedas

Apurímac está cruzado por los ríos más profundos y musicales del Perú; ríos antiguos, poderosos, de corriente de acero, que han cortado los Andes en su parte más alta –pedernales y diamantes- , hasta formar abismos a cuyas orillas el hombre tiembla, ebrio de hondura, contemplando las corrientes plateadas, que se van entre bosques colgantes.

Diamantes y pedernales

J. M A. 1935

Resumen

En el presente trabajo estudiamos la novela “Diamantes y pedernales” de José María Arguedas con énfasis en la relación afectiva que se establece entre los personajes principales. Los vínculos determinantes en el universo de los afectos se apoyan en la concepción totalizante del mundo andino puesto en relieve por el autor a lo largo de su recorrido escritural. Consideramos que la crítica nacional no ha valorizado lo suficiente esta obra y se ha encontrado escasas referencias a ella. En un primer momento Antonio Cornejo Polar habla de una “importancia discutible”, para recuperar parcialmente el valor de la misma en estudios posteriores. Proponemos una lectura intra-textual, que nos permita rescatar desde la cosmovisión andina, la vida auténtica cifrada en valores de las comunidades originarias, usos y creencias que el autor intenta liberar.

Palabras claves: Cosmovisión andina, totalizante, universo de los afectos, tú/ mí.

I

“Diamantes y pedernales” es una novela corta escrita por José María Arguedas (Andahuaylas 1911, Lima 1969), la que fue publicada en 1954. Consideramos que la crítica no ha realizado estudios sobre la misma que la ubique dentro de la obra total del escritor y para el caso, el estudioso Antonio Cornejo Polar la denominó “de valor discutible”[1]. Aunque se ratificó en estudio posterior, lo cierto es que hasta la actualidad son escasos los trabajos que muestren el auténtico valor que representa en el contexto total de la obra arguedeana[2] y que incluyeran la diversidad de disciplinas que se verían beneficiadas con los análisis correspondientes, como es el caso del estudio realizado por la musicóloga nacional Chalena Vásquez (2010).

Iniciamos el presente estudio con la sensación de injusticia y olvido histórico, al mismo tiempo que consideramos que en esta novela se encuentra el germen de la propuesta arguedeana, como lo haremos explícito a lo largo del presente trabajo. La importancia radica también, entre múltiples interpretaciones posibles, a la presencia de la música andina y su enorme sujeción al alma humana, los vínculos que se establecen entre el hombre y su instrumento musical, la relación entre el hombre y la comunidad, están tomados al detalle, así mismo los valores éticos y como marco referencial la discriminación permanente, quedan al descubierto, ya expresados de alguna manera en “Yaguar fiesta”, y que cobrará fuerza en las sucesivas novelas del autor.

Creemos que, tras un argumento en apariencia sencillo, cual es la historia de Don Aparicio/ Mariano, éste último un forastero que toca el arpa, es dueño de un cernícalo, y bajo la sabida historia del amo/ esclavo, como representación de la fortaleza/ debilidad, en el universo de los afectos se desarrolla una relación dual, de sometimiento y al mismo tiempo una búsqueda de la complementariedad, puesto de manifiesto en el tú/ yo, que borra las fronteras de la diferencia social puesta en evidencia por el dinero y el poder que de él emana. La consigna es “tocarás [tu arpa] solo para mí, para mi alma”, a la cual Mariano respeta con total complacencia, hasta que en la búsqueda de ayudar a Irma, una de las mujeres de Don Aparicio, la rompe. El enojo de éste es tal, que destroza el instrumento primero, para lanzar luego por la escalera a Mariano, ocasionándole la muerte. Proponemos como hipótesis que su ira toma desmesura debido a que no tolera que el indio forastero, concebido como su sombra, su alter ego, cobre independencia, tome decisiones propias rompiendo la consigna “tú no más para mí”, teoría que sustentamos.

II

“Sus ojos eran pequeños, su frente corta, sus pómulos relucientes; era bajo y recio. Se ajustaba el pantalón con un chumpi (cinturón) ornado de figuras de patos y toros.” Es la manera que el autor, describe a Mariano, el personaje de la novela “Diamantes y pedernales” (La agonía de Rasu–Ñiti. Lima s / f. Populibros peruanos); era “forastero”, e “iba a cumplir tres años de residencia en el pueblo”. Ubicado ya en el escenario, ha de iniciar el relato de la historia. El chumpi era regalo que “sus hermanas le enviaban como recuerdo […] Mariano era arpista y ayudante de sastre. Criaba un cernícalo al que llamaba “Inteligente Jovín” (18).

El narrador extradiegético, irá dando cuenta de la tramoya en la que el personaje, es mostrado como el débil, para el caso un “upa”[3] en una primera lectura. Al poco andar, nos daremos cuenta que es quién se irá posesionando de la historia, para constituirse en eje, a modo de alter ego de “Don Aparicio“, quien es único hijo de “la señora principal de un distrito próximo”. De figura “alt[a]”, ruidosa, quién “excitaba al vecindario”, invitando “champaña a sus amigos”, “se reía […] de forma escandalosa”, “hasta provocar que el pueblo se div[irtiera] con este espectáculo” (19). Sus carcajadas retumbaran hasta “en la plaza [...] Mil indios trabajaban para él (19).” Pero todo este despliegue de poder, decaía de manera particular frente a la figura de Mariano, quién no mostraba “emoción ante las burlas o los elogios; permanecía callado y tranquilo” (18). Se había convertido en una compañía cercana, algo así como su sombra “en las noches […] iba tras de él, y Don Aparicio no le hablaba” (19). En la expresión “Mariano ingresó al barrio de los señores y se detuvo en la sombra […]”; pareciera expresar que al llegar al barrio, el lugar de Mariano sería el de la “sombra” destino primordial para instalarse en un lugar ajeno, para trajinar su vida. En otras “le ordenaba a Mariano que llevara su arpa al salón de la casa. Se acomodaba en la mecedora y le pedía al sastre” que tocara “Palomita de campo”, y los huaynos tristes que su patrón iba nombrando “El sauce ingrato”, “El chihuaco”[4], “El tuquito”. “¡Ahora canta el carnaval de mi pueblo! ¡De Lambra!” (20).

III

Mariano no es un ave dotada de hermosura, de plumaje en bellos colores, ni canta como el mejor de los pájaros. No. Es ”bajo”, quinto y último de sus hermanos, era denominado “upa” en su familia, expresión de torpeza, “el que no oye”,

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