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Don Quijote De La Mancha


Enviado por   •  26 de Septiembre de 2013  •  2.816 Palabras (12 Páginas)  •  400 Visitas

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Lea el siguiente texto y responda a las preguntas que se formulan a continuación:

I Capítulo VII. De la segunda salida de nuestro buen caballero don Quijote de la Mancha

[…]

En este tiempo solicitó don Quijote a un labrador vecino suyo, hombre de bien (si es que este título se puede dar al que es pobre), pero de muy poca sal en la mollera. En resolución, tanto le dijo, tanto le persuadió y prometió, que el pobre villano se determinó de salirse con él y servirle de escudero. Decíale entre otras cosas don Quijote, que se dispusiese a ir con él de buena gana, porque tal vez podía suceder aventura que ganase en quítame allá esas pajas alguna ínsula, y le dejase a él por gobernador della. Con estas promesas y otras tales, Sancho Panza (que así se llamaba el labrador) dejó su mujer e hijos y asentó por escudero de su vecino.

Dio luego don Quijote orden en buscar dineros y vendiendo una cosa y empeñando otra y malbaratándolas todas, allegó una razonable cantidad. Acomodóse asimismo de una rodela, que pidió prestada a un su amigo, y, pertrechando su rota celada lo mejor que pudo, avisó a su escudero Sancho del día y la hora que pensaba ponerse en camino, para que él se acomodase de lo que viese que más le era menester; sobre todo le encargó que llevase alforjas. Él dijo que sí llevaría, y que asimismo pensaba llevar un asno que tenía muy bueno, porque él no estaba ducho a andar mucho a pie. En lo del asno reparó un poco don Quijote, imaginando si se le acordaba si algún caballero andante había traído escudero caballero asnalmente; pero nunca le vino alguno a la memoria; mas con todo esto determinó que le llevase, con presupuesto de acomodarle de más honrada caballería en habiendo ocasión para ello, quitándole el caballo al primer descortés caballero que topase. Proveyóse de camisas y de las demás cosas que él pudo, conforme al consejo que el ventero le había dado.

Todo lo cual hecho y cumplido, sin despedirse Panza de sus hijos y mujer, ni don Quijote de su ama y sobrina, una noche se salieron del lugar sin que persona los viese; en la cual caminaron tanto, que al amanecer se tuvieron por seguros de que no los hallarían aunque los buscasen. Iba Sancho Panza sobre su jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador de la ínsula que su amo le había prometido. Acertó don Quijote a tomar la misma derrota y camino que él había tomado en su primer viaje, que fue por el campo de Montiel, por el cual caminaba con menos pesadumbre que la vez pasada, porque por ser la hora de la mañana y herirles a soslayo los rayos del sol, no les fatigaban. Dijo en esto Sancho Panza a su amo.

─Mire vuestra merced, señor caballero andante, que no se le olvide lo que de la ínsula me tiene prometido, que yo la sabré gobernar por grande que sea.

A lo cual le respondió don Quijote.

─Has de saber, amigo Sancho Panza, que fue costumbre muy usada de los caballeros andantes antiguos, hacer gobernadores a sus escuderos de las ínsulas y reinos que ganaban, y yo tengo determinado de que por mí no falte tan agradecida usanza; antes pienso aventajarme en ella, porque ellos algunas veces, y quizá las más, esperaban a que sus escuderos fuesen viejos, y ya después de hartos de servir y de llevar malos días y peores noches, les daban algún título de conde, o por lo mucho de marqués de algún valle o provincia de poco más a menos; pero, si tú vives y yo vivo, bien podría ser que antes de seis días ganase yo tal reino, que tuviese otros a él adherentes, que viniesen de molde para coronarte por rey de uno dellos. Y no lo tengas a mucho, que cosas y casos acontecen a los tales caballeros por modos tan nunca vistos ni pensados, que con facilidad te podría dar aún más de lo que te prometo.

─De esa manera, respondió Sancho Panza, si yo fuese rey por algún milagro de los que vuestra merced dice, por lo menos Juana Gutiérrez, mi oíslo vendría a ser reina y mis hijos infantes.

─¿Pues quién lo duda?, respondió don Quijote.

─Yo lo dudo, replicó Sancho Panza, porque tengo para mí, que aunque lloviese Dios reinos sobre la tierra, ninguno asentaría bien sobre la cabeza de Mari Gutiérrez. Sepa, señor, que no vale dos maravedís para reina; condesa le caerá mejor, y aun Dios y ayuda.

─Encomiéndalo tú a Dios, Sancho, respondió don Quijote, que él dará lo que más le convenga; pero no apoques tu ánimo tanto que te vengas a contentar con menos que con ser adelantado.

─No lo haré, señor mío, respondió Sancho, y más teniendo tan principal amo en vuestra merced, que me sabrá dar todo aquello que me esté bien y yo pueda llevar.

Comentario guiado

Localización [1 punto]

• Capítulo, parte, título, autor.

El texto que se comenta aquí es un fragmento del capítulo VII de la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605).

• Generalidades sobre el origen de la obra y sus características y su consideración dentro de la literatura.

Con esta obra, Cervantes se propuso parodiar los libros de caballerías que en aquella época eran muy apreciados por el público por lo que, para satisfacer su continua demanda, los autores del género habían alcanzado el paroxismo de extravagancia en las tramas.

Pero Cervantes sobrepasa su objetivo primero y escribe una obra maestra en la que se fundamenta la novela moderna. Es por esto, entre otras cuestiones estilísticas, estructurales, etc. Por lo que El Quijote está considerado mundialmente como una obra esencial.

• Personajes

Don Quijote es un monomaníaco. La raíz de su locura es la lectura compulsiva de novelas de caballerías con cuyos protagonistas él se identifica tanto que acaba por creer que es uno de ellos. Esto sucede como compensación a una vida vacía, ociosa, sin alicientes ni amor. Los libros de caballerías llevan a su vida acción y aventuras extraordinarias, valores como la defensa de los débiles o la generosidad que en su mundo real son raros por no decir inexistentes. Así, poco a poco va creyendo ser don Quijote, su jamelgo Rocinante, un labrador de su pueblo, su escudero y una joven campesina su dama. Su fantasía le lleva a la locura y su vida cotidiana se llena de encantamientos y personajes de las novelas que tanto ha leído.

El lector contempla su locura y su sensatez combinadas, sus actos temerarios y valerosos, su ridiculez y su nobleza, su generosidad, grandeza de espíritu e impecables propósitos que en tantas ocasiones se vuelven contra él mismo. Poco a poco, el lector va viéndole con ternura y benevolencia y apreciando los valiosos principios que mueven sus actos tantas veces equivocados.

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