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El Comerciante y El Efrit.


Enviado por   •  14 de Octubre de 2015  •  Resumen  •  3.741 Palabras (15 Páginas)  •  1.421 Visitas

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El Comerciante y El Efrit.

Y dijo scherezada:

Hubo un comerciante, dueño de inmensas riquezas. Un día partió a caballo hacia las localidades donde le llamaban sus negocios. Como hacía tanto calor, se sentó, metió la mano en su saco, extrajo un trozo de pan y unos dátiles. Cuando termino de comerlos, reunió los huesos en su mano y los lanzó con gran violencia a lo lejos. En ese mismo momento apareció un Efrit, y le dijo a gritos: “<< ¡Levántate! Voy a matarte como tu has matado a mi hijo.>>” El comerciante confundido y asustado responde: “<<¿Cómo he podido matar yo a tu hijo?>>” y repuso el genio: “<< Cuando tiraste los huesos de los dátiles, heriste con ellos a mi hijo en el pecho, yo lo llevaba por los aires y el era transportado por mi. Entonces heriste a mi hijo, y el ha muerto en ese instante.>> y el comerciante, al saber que no espera socorro alguno le dijo: “ Sabrás oh gran Efrit que soy un verdadero creyente y no puedo mentirte. Poseo numerosas riquezas y tengo hijos y una esposa, también dispongo en casa de algunos dineros que me fueron confiados para ser guardados. Permíteme, regresar a mi casa y entregar a cada uno lo suyo, cuando lo haya hecho, volveré aquí. Tienes mi promesa de que volveré nuevamente contigo. Y harás de mi lo que te plazca.” Al oír esto, el Efrit, confiado lo dejo partir.

Se quedo con su familia hasta terminar el año y partió. Finalmente después de un largo viaje, llego donde debía encontrarse con el genio, se sentó y pensó sobre lo sucedido. En ese momento, vio que se dirigía hacia el tres viejos jeques. Le desean la paz al comerciante y extrañados de verlo en aquel lugar uno pregunto: “<<¿Cuál es la causa de que estés aquí, en este solitario rincón, solo habitado por genio?>>” y entonces el mercader responde contado todo lo ocurrido y la causa por la que lo esperaba. Los jeques, asombrados por la historia, responden: “<<¡Por Alá, oh mi hermano! Tu historia es tan prodigiosa, que si hubiese sido escrita con una aguja en el interior de un ojo, seria materia respeto.>>” Dicho esto se sientan al lado del comerciante y le habla uno de ellos: “<<¡Por Alá, oh hermano! No te dejaremos solo hasta que veamos con nuestros ojos lo que va a ocurrirte cuando llegue el genio.>>”

A todo esto, se levanto un violento torbellino de polvo, y apareció el Efrit con un alfanje muy afilado en la mano, y señalando el mercader dice: “<< Ven para que yo te mate como mataste a aquel hijo mío, que era el aliento de mi vida y el fuego de mi corazón.>>”

En ese momento el primer jeque, tomo ánimos y besando la mano del Efrit, le dijo: “<<¡ oh Efrit, jefe de los gritos y de su coronal! Si te cuento una historia y esta te maravilla ¿Me recompensaras con el tercio de la sangre de este mercader?>>” y el Efrit responde: “Sí, mi venerable jeque. Si me cuentas la historia y yo la encuentro extraordinaria, te concederé el tercio de esa sangre.”

Cuento Primer Jeque.

Y el primer jeque dijo:

Un día el califa Haroun- al- Raschid avisó al gran visir Giafar para que se hallara en el Palacio la  noche siguiente.                  Llegada la noche , Haroun le dice- Visir, quiero dar una vuelta por la ciudad y saber lo que se dice, y sobre todo enterarme de si están o no contentos de los oficiales encargados de administrar justicia. Si hay alguno de quien haya motivo de queja. Lo sustituiremos. Si, al contrario los hay dignos de elogio, guardaremos con ellos los miramientos que merecen.                                                                                                                                                                                                               El día de la visita, el califa, el visir y el mersour se disfrazaron para no ser reconocidos y salieron.                                              Pasaron por plazas y mercados y al entrar en un callejón pudieron ver a un anciano, barba cana, de estatura aventajada, quien llevaba sobre su cabeza unas redes                                                                                                                                                 -Al parecer el anciano esta menesteroso- dijo el Califa, acercándose a el.                                                                                                     -Buen hombre, ¿Quién eres?- dijo el Visir                                                                                                                                                     -Señor, soy un pescador…, el peor de todos, he salido de mi casa desde las doce del día y hasta ahora no he agarrado ni un pez. Tengo familia y no tengo con que mantenerlos.                                                                                                                             El califa movido a compasión le ofreció al pescador cien cequíes a cambio de retroceder y echar redes nuevamente, sin importar el resultado, este acepto y juntos se fueron al río Tigris.                                                                                                              A la orilla del río el pescador tiró las redes y al retirarlas saco un gran cofre. Asombrados, el Visir, el Califa y el Mersour tomaron el cofre y volvieron prontamente al Palacio.                                                                                                                                                                                      Ansiosos de saber lo que había dentro, abrieron con rapidez el cofre, horrorizándose al final con la vista de un cuerpo de mujer más blanco que la nieve y sajado a trozos.                                                                                                                                           El Califa, iracundo, echó miradas enfurecidas al Visir y dijo- ¡que desastre!, ¿así celas las acciones de mi pueblo? ¡Arrojando a mis súbditos al Trigris!, si no vengas la muerte de esta mujer, te mandaré ahorcar con cuarenta de tus parientes.                                                                                                                                                                                                          Asustado el Visir le pidió tres días para cumplir con su labor.                                                                                                             Mandó a oficiales de policía y justicia a realizar una profunda investigación de la población, pero no  obtuvo resultado. Llegado el tercer día el Califa, ansioso por respuestas le pregunto al Visir- ¿Dónde esta el asesino?- y este le respondió- Nadie ha podido darme la menor noticia- Enfurecido mandó a la horca al Visir junto a sus cuarenta parientes. El pueblo no pudo presenciar tan lastimoso espectáculo sin derramar lagrimas, puesto que el Visir y su familia, eran personas muy queridas por la comunidad. Al poco tiempo de dar inicio a la ejecución apareció un joven que al acercarse al visir dijo- El no es culpable por este crimen, yo soy el asesino de esta mujer, yo merezco la ejecución. El Visir pensando que se trataba de un acto noble, desmintió la culpapilidad de este joven haciéndose responsable por la muerte de la mujer. Más tarde apareció un anciano entre la multitud quien también aseguraba ser el, el autor del crimen.                                          El Califa desesperado por lo que estaba ocurriendo, ordenó que se matase también a estas personas, pero las palabras del joven fueron- ¡Juro por Dios todopoderoso que yo fui quien mató a esa dama y la arrojó al Tigris cuatro días atrás! Cambiando así el desenlace de esta trágica historia.

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