El Fantasista
Enviado por 1236499 • 7 de Agosto de 2013 • 1.397 Palabras (6 Páginas) • 754 Visitas
el fantasistaEl fútbol, pasión de multitudes, es el tema central de la última novela de Hernán Rivera Letelier, pero sin renunciar al motivo de la Pampa salitrera. La narración nos lleva a participar de los últimos días de la Oficina de Coya Sur en la provincia de Antofagasta. Con esa cancha que le ha dado la práctica y experiencia escritural, nuestro escritor calmadamente a lo largo de casi doscientas páginas, nos introduce protagonistas, antagonistas, antihéroes y antiheroínas, hasta familiarizarnos con ellos de tal manera que ya a mediados de la novela nos entrega los pormenores y entretelones del partido de fútbol entre el equipo de los “Cometierra” y los “Comemuertos”, es decir María Elena y Coya Sur, que es el asunto y núcleo de la novela.
A primera vista, la narración corresponde a una tercera persona omnisciente, pero luego verificamos que es el yo del narrador quien se dirige a un narratario o persona que escucha la historia. El uso de “paisanito” y otros derivados nos entregan la clave del artificio literario. De esta manera el acercamiento al lector ideal o ficticio se hace más familiar. El novelista rinde homenaje en su dedicatoria a un viejo pampino de Coya Sur, y también al locutor deportivo Darío Verdugo, lo cual es un “pase” que empalma nítidamente con el relato. A la vez, aprovecha de hacer unas “cachañas” y darle unos puntetes al hueso a los tiempos de la dictadura, “Ocurría que en nuestro campamento aquellos primeros tiempos del régimen militar los vivíamos como algo más bien nebuloso, amorfo (…) comparado con otras salitreras en donde se fusiló, se torturó y se hizo desaparecer gente” (44). Más adelante se refiere al intendente de la región, “el coronel Adriano Mortiz”, apellido que nos da la pauta de la talla y dedicación militar del período al asesinato, tortura y desaparecimientos.
Expedito González, El Fantasista, como nos lo presenta el narrador, “Era un virtuoso de la pelota. La tocaba diestramente con ambos pies, con la cabeza, con los hombros, con el pecho, con las rodillas; en un gesto técnico exquisito le daba de taco, de empeine, de revés; se la llevaba a la cabeza, la dejaba quieta en la frente, se acuclillaba con ella, se la pasaba a la nuca, se tiraba de bruces al suelo…” (14). Es decir, el escritor que es Hernán se engolosina en la descripción de la habilidad futbolística del hombre que puede salvar la honra de Coya Sur en el partido final del campamento salitrero. Expedito, conocedor a fondo de la historia del fútbol mundial y del país, amenaza con irse del pueblo sin su compañera, no a Tocopilla, “sino rumbo a Iquique. ‘Ciudad que, como ustedes saben, parientito’, su voz nos sonó más enronquecida que de costumbre, ‘es tierra de deportistas por excelencia”. (71). Sólo esas líneas obligan a los iquiqueños a leer la novela. ¡Es un deber ciudadano!
Pero la comparsa novelesca que acompaña al protagonista no es menos colorida: El Pata Pata, “el cojo encargado del Sindicato de Obreros”; Tuny Robledo el joven cetroforward (¿homenaje a Jorge Robledo?), Juanito Caballero, utilero de la selección, Cachimoco Farfán, el locutor deportivo del lugar, con “su tarro de leche aportillado” imitaba “a su ídolo de siempre, el gran Darío Verdugo.” Cachimoco, como personaje, permite demostrar una vez más las habilidades y manejo del idioma de nuestro escritor, quien se luce con la creación y juego de palabras de una especie de jitanjáforas, aunque éstas tienen un referente que es la terminología médica. Podemos llamarla más propiamente enumeración caótica, aunque confieren a la totalidad de la narración un sentido orientado hacia la jerga futbolística. Veamos:
¡Buenos días! señoras y señores; buenos días, amables oyentes; pacientes todos, muy buenos días. Les habla como siempre su amigo Cachimoco Farfán, el más rápido relator deportivo de Coya Sur, el más rápido relator de la pampa salitrera, fenilanina hidrolosa y la purga que me parió (…) aquí estoy con ustedes, temprano por la mañana de este domingo esquizofrénico de sol, cataléptico de sol (con) este micrófono que unos carrilanos otopiorrentos me habían escondido ayer por la noche en el Rancho de Huachipato (33).
Don Celestino
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