El Jurado Seducido
Enviado por montserrrat03 • 19 de Abril de 2014 • 318 Palabras (2 Páginas) • 429 Visitas
El jurado seducido
María Moliner entiende que la pasión es sentimiento o inclinación muy violentos que perturban el ánimo, tal como el amor vehemente, la ira, los celos o un vicio. Las voces que la designan -enumera la erudita lexicógrafa española en su estupendo Diccionario de uso del español- son acaloramiento, acceso, acometida, apasionamiento, efervescencia, encendimiento, fuego, gusanera, incendio, llama, paroxismo, rapto, vehemencia, volcán. Las pasiones son parte esencial de la condición humana, huéspedes turbulentos de la vida íntima del alma. Podemos negarlas, reprimirlas o encauzarlas, pero no librarnos de ellas.
William Faulkner observa que la vida es movimiento y el movimiento tiene que ver con lo que hace moverse al hombre, que es la ambición, el poder, el placer. Spinoza juzga que las pasiones derivan de nuestra naturaleza pulsional, afectiva, y no podemos eliminarlas porque son necesarias para vivir y perseverar en nuestro ser. Kierkegaard advierte que la pasión nos alterna y, como un arco tenso, somos quietud e inquietud, sosiego y tormento, reflexión y frenesí. En su Tratado de las pasiones, Carlos Gurméndez enlista como tales a la codicia, la envidia, los celos, el orgullo, la humildad, la ambición, la venganza, la avaricia, el trabajo, la pereza, el amor pasional, el amor paternal, el amor filial y el odio, y asevera que la pasión está escondida en la morada interior y desde allí, encerrada y oculta, clama por salir a realizarse. Ernst Jünger sostiene que el hombre no debe ser amigo del sol: debe ser sol.
En las pasiones suele haber más desconcierto, incertidumbre y zozobra que felicidad, pero sus fulgores, aunque no nos hagan necesariamente más felices, nos hacen estar más intensamente vivos. Si faltan, no hay nada sublime en las costumbres, en las obras literarias, en las creaciones artísticas, pues la virtud se convierte en minucia, dice Diderot, por lo que aconseja que nos entreguemos a ellas sin temor a perdernos en sus remolinos, ya que s
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