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El Ladrón De cálices


Enviado por   •  6 de Enero de 2015  •  2.897 Palabras (12 Páginas)  •  142 Visitas

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El ladrón de cálices – Laura Martínez-Beliz

Esta novela está basada en la época del siglo XX intercalando entre el continente europeo y México. Narrando la historia de un hombre llamado Sebastián y una mujer llamada Olga. No se conocen entre ellos, aunque vivan en el mismo continente.

Durante el primer capítulo, cuenta la autora, la vida de Sebastián y Olga, intercalándolas teniendo siempre una secuencia exacta. Sebastián nacido en Holanda y Olga nacida en España:

Sebastián naturalizado mexicano, tiene una vida de glamour, vida que puede darse todo gran ladrón que sea respetado. Pero no todo fue así durante su infancia.

Sus padres, eran más mayores que jóvenes cuando lo concibieron en aquel hospital de Holanda. Su madre, Eleonora, por tener sobre peso, en antiguas ocasiones al estar esperando tenia abortos, nacimientos prematuros o bebes nacidos muertos. Cuando se embarazo de Sebastián aun padecía de sobre peso, por lo que, para no perder al niño debía permanecer recostada en cama, solo levantándose para bañarse e ir al baño.

Tal inactividad se hizo tediosa y aburrida, así que su esposo, Erik le llevaba lienzos y pinturas para así no aburrirse en su estancia de embarazo. Al principio, ella creía que era una pérdida de tiempo, ya que no se consideraba habilidosa en el campo de ese arte.

Poco a poco y conforme pasaban los días, ella fue tomando cariño a la actividad de la pintura, aun pintando líneas sin sentido alguno, ella creía que eran obras de arte. En aquel reposo forzado nacieron sus dos más grandes amores, Sebastián y una afición a las artes en general.

Corría la década de los 40’s, la pequeña familia deseaba mudarse puesto que Róterdam (su hasta entonces hogar) era bombardeado, ni Eleonora o Erik querían que su hijo creciera en este ambiente. Tenían su casa ubicada cerca del bosque y una tarde, padre e hijo daban un pequeño paseo por las inmediaciones de su casa, Erik encontró unos camiones llenos de armas. Primero pensó en dejarlos ahí y regresar a casa, pero pensándolo mejor se dirigió a los camiones; conocía las armas por sus servicios dados en el ejército. Las revisaba una a una disparándolas comprobando que funcionaban. Ordeno al pequeño Sebastián tomar entre armas, municiones y demás, para llevarlas a casa. Erik no tardo en vender toda la mercancía, pues tenía un conocido franco-belga que estaba necesitado de equipamiento. Eleonora desconocía el cómo se dio este negocio.

Con el dinero recaudado y lo poco que consiguieron de la venta de su casa se embarcaron hacia México, para escapar de los horrores de la guerra.

Sebastián recién cumplió 10 años al llegar a Veracruz. Aunque la ellos pensaban en que México serviría como plataforma para luego ver a donde ir se sintieron cómodos en este lugar, tomando la decisión de convertirlo en su nuevo hogar. Erik trabajaba y Eleonora disfrutaba ver el puerto, ver las olas chocar y romperse en la costa. Al principio creían que se les discriminaría por ser holandeses, pero una vez fueron conociendo vieron que era todo lo contrario; la gente saludaba a los desconocidos como si fuesen parientes lejanos, lo cual cautivó a ambos.

Se trasladan a la ciudad de México porque Erik consigue un trabajo de representante de una tienda de conservas. Compraron una casa con un pequeño jardín, ya no hablaban de ir a otro país, estaban a gusto con sus nuevas vidas. Eleonora volvía a pintar, ya que desde el nacimiento de Sebastián no lo hacía, transforma una habitación entera en su sala de artes y Sebastián la admira y se entretiene viendo a su madre pintar todo tipo de cosas, mientras que su padre trabaja como comerciante.

Erik encontró gusto por el comercio y los negocios, aprendió todas las mañas acerca de las exportaciones e importaciones. Al terminar la guerra conocía el negocio como la palma de su mano y tenía clientes y contactos por todas partes. Tal fue el hecho que se dio el lujo de establecerse por su cuenta, quería dedicarse al comercio de coñac y un licor holandés.

Había empezado un negocio familiar, exportación e importación de licor entre Europa y México. El negocio no era prometedor, ya que los permisos y comisiones que requería consumían más capital del que conseguía con ventas al extranjero.

Le tomo un par de años darse cuenta que debía “negociar bajo la mesa” dejando de lado los procesos burocráticos que ahogaban el negocio. Las primeras veces que cerro un trato ilícito los nervios lo comían vivo, pero con el paso de los años se convirtió en un as de los negocios al punto de importar y exportar toda clase de productos, no solo de alcohol.

Juntaron una pequeña fortuna y Eleonora nunca preguntaba de donde salía todo el dinero, ella estaba conforme, pasando el tiempo en la crianza de Sebastián ya que las tareas domésticas las realizaban sirvientas que recorrían la casa de arriba abajo.

Erik adquirió una fascinación por los animales exóticos. Compro una pareja de canarios a los que cada mañana ponía en sus hombros cual pirata y compartía su café y desayuno con ellos, Eleonora lo desaprobaba pero él no daba mayor importancia.

Sebastián no tenía edad suficiente para afeitarse y su padre ya lo envolvía en una vocación completamente fuera de mundo.

Erik se comprometía

Con el crimen organizado, dada su egocéntricidad de hacer negocios suculentos. Al principio solo camuflaba un par de envíos a Holanda en cajas de madera, con cada envío su parte de dinero eran un par de miles de dólares. Pero conforme pasa el tiempo los envíos son cada vez más y más cajas hasta que por curiosidad decide ver que es lo que está enviando, si ya se estaba jugando ir a la cárcel metiendo y sacando del país mercancía ilícita quería saber cuál era. Hurgo en una de las cajas tan al fondo y tan profundo que logro sacar un cáliz de oro macizo con incrustaciones de rubíes. Pensó que se las estaba jugando en un negocio millonario y creyó que lo que recibía era poco así que llama al jefe de la mafia diciéndole que quiere entrar más a fondo en el negocio.

Esa noche en una cantina le dan la información completa, diciéndole que las joyas son robadas a la iglesia. Erik decide entrar con todo haciendo cada vez más grande su fortuna. Sebastián fue entrando cada vez más en este gran negocio.

Motivado por un amor al arte por parte de su madre y enorgullecido por el ego de su padre por conseguir el mejor precio Sebastián va creciendo como un ladrón de arte sacro, estudiando meses y meses una pieza antes de robarla. Se convierte en el mejor, y lo sabe bien.

Los años pasan, Sebastián ahora tiene cerca de 45 años de edad y aún sigue en el negocio de saqueos artesanales. Con sus padres muertos, toda la fortuna pasa a él junto con una

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