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El Pollo


Enviado por   •  8 de Octubre de 2020  •  Trabajo  •  465 Palabras (2 Páginas)  •  211 Visitas

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POLLO

Los gritos de Matilde se habían escuchado en cada rincón del pueblo, ella era una muchacha que rodeaba sus 15 primaveras. Y a pesar de que los gemidos de dolor fueron muy alarmantes, nadie se había acercado a la casa de donde provenían. Dentro de esta se hallaban su mejor amiga Teresa y su enamorado Alejandro, que tenían una edad paralela a Matilde. Con mucha inexperiencia y miedo a lo que habían realizado esa noche, ya no había marcha atrás, y lo único que faltaba por hacer era limpiar los residuos de aquella forma viscosa que parecía un animal y la sangre que abundaba en la escena. Preferiblemente antes de que Matilde recupere la consciencia y se quiebre emocionalmente otra vez.  Aquella noche Alejandro se encontraba muy alterado por lo sucedido, no tenía cabeza para un descanso, pero después de haber acompañado a Teresa a su casa, necesitaba intentarlo al menos una vez más. Se sentó a un rincón de la habitación y abrazando sus piernas con una frazada cerraba lentamente los ojos. Después de unos minutos cayó profundamente en sus pensamientos, recordando lo sucedido una y otra vez…

Matilde no se cuidó, yo realmente no llegue a pensar esto y además sus padres iban a desaprobar completamente un hijo de parte mío. Bueno, ya está hecho y terminado. No ha pasado lo peor. Aún. Matilde está viva. Tan solo necesita recuperarse un poco y terminado. Todo estará bien. Segurísimo. ¿Y el muerto? Yo no lo maté. Tampoco soy el primero que lo hace. Bueno, quizá sí lo hice. Pero fue con ayuda de Teresa ¿Cierto? Además Matilde acepto todo, no corro riesgo. Estoy bien. Hice esto por el bien de los dos. Estaré bien.

Nadie me echara la culpa. Ya en la madrugada Matilde empieza a quejarse de dolor otra vez, los analgésicos habían perdido su efectividad y no encontraba solución de como calmarla. El pueblo era muy pequeño y los gritos subían gradualmente su nivel, era posible que incomodara a alguien del pueblo y despertase, para luego ser  comentado a los ronderos de alrededor. Alejandro pensó lo peor, mientras caminaba en círculos por la habitación, cada vez perdía el control de la situación. No sabía lo que podía pasar con él una vez llegada la noticia a los ronderos, o lo peor, que pasaría con la mujer recostada gritando de dolor. Alejandro había perdido la cabeza, la muerte de su pequeño bebé ya lo había asimilado con total responsabilidad  y como autor de los actos. Necesitaba calmar la consciencia con más dolor, el muchacho muy nervioso se dirigió a la cocina donde guardaban aquellos machetes para la carne de res y con una precisión más que suficiente, decapito a su amada. Aquella noche fue la última vez que oyó gritos reales.

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