El Retrato Oval (Resumen)

El retrato oval

Edgar Allan Poe

El cuento da inicio cuando el protagonista describe un castillo donde pasaría la noche debido a que estaba herido; relata que es una edificación con una mezcla entre melancolía y grandeza y que había siendo recientemente abandonado. Con el protagonista de la historia iba uno de sus sirvientes.

Ambos se instalaron en una de las habitaciones menos lujosas del castillo, la cual estaba situada en una torre aislada del resto del castillo. Era una habitación con una decoración antigua y deteriorada pero lo que más sobresalía de entre ella eran los numerosos retratos que se hallaban tapizando gran parte de los espacios en las paredes.

El protagonista le pide a su criado Pedro que encienda un candelabro de muchos brazos y lo coloque cerca de la cabecera de una cama para que pueda distraerse con la lectura de un libro que hablaba de las personas en los retratos que encontró en el cuarto.

Como había planeado, paso largo rato leyendo hasta que pasó la media noche. Como la luz que emanaba del candelabro le incomodaba un poco para seguir con su lectura lo movió un poco; pero al hacerlo éste iluminó además, un espacio que hasta ese momento se encontraba en la sombra.

En dicho espacio encontró el retrato de una mujer, una adolescente casi adulta. Era un retrato bien realizado: con una buena técnica, relista de medio cuerpo con un gran fondo oscuro. Dentro de un marco dorado y de un bello estilo antiguo. Sin embargo fue la increíble sensación de vida del retrato lo que llamó la atención del protagonista hasta el punto de perturbarlo un poco.

Con una mezcla de respeto y miedo volvió el candelabro a la posición inicial con dos finalidades: la primera dejar de iluminar el retrato que le incomodaba; y la segunda leer el libro que había encontrado. Buscó rápidamente el número que coincidiera con el del retrato y en la descripción leyó la singular y extraña historia:

“Era una hermosa joven que en mala hora se desposó con el pintor. Él tenía un carácter muy apasionado y su bella esposa solo tenía miedo y celos de la pintura pues era lo único que podía quitarle la atención de su amado. Inquietud sintió la joven cuando su amado esposo quiso retratarla, pero sumisa como era ella se sentó pacientemente durante largas semanas en la habitación de la torre aislada del castillo. Era el pintor un hombre extraño y pensativo que se distraía en mil sueños, tanto que no veía que la poca y lúgubre luz que entraba a la torre iba secando la salud y belleza de su mujer. Ella sin embargo sonreía más y más cada día pues notaba que el pintor disfrutaba mucho el trasladar al lienzo la imagen de la mujer que tanto amaba. Y la gente que lo veía comentaba que el parecido era realmente asombroso y que el pintor era un genio. Pero cuando su trabajo se acercaba al final el pintor ya no permitió a nadie visitar la

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