El Sueño De Una Noche De Verano
Enviado por • 10 de Septiembre de 2014 • 16.755 Palabras (68 Páginas) • 409 Visitas
.:El sueño de una noche de verano:.
Personajes:
Hadas:
CHICHARILLO, TELARAÑA, POLILLA, MOSTAZA.
Personajes del entremés:
PÍRAMO, TISBE, MURO, CLARO DE LUNA, LEÓN.
Pincipales:
-TESEO. Duque de Atenas.
-EGEO. Padre de Hermia.
-LISANDRO, DEMETRIO. Enamorados de Hermia.
-FILÓSTRATO. Director de fiestas de Teseo.
-CARTABÓN. Carpintero.
-BERBIQUÍ. Ebanista.
-LANZADERA. Tejedor.
-FLAUTA. Remiendafuelles.
-HOCICO. Calderero.
-HAMBRÓN. Sastre.
-HIPÓLITA. Reina de las amazonas, prometida de Teseo.
-HERMIA. Hija de Egeo, enamorada de Lisandro.
-ELENA. Enamorada de Demetrio.
-OBERÓN. Rey de las hadas.
-TITANIA. Reina de las hadas.
-PUCK Duende.
Primer acto
Primera escena
(ATENAS.
EL PALACIO DE TESEO)
Entran Teseo, Hipólita, Filóstrato
TESEO
Amable Hipólita, la hora de nuestro matrimonio se acerca ya. Cuatro felices días traerán la luna nueva; pero, ¡oh cuán lenta me parece en menguar la vieja! Aniquila mis esperanzas como una madrastra o una viuda que no acaba de morirse y se gasta las rentas del joven heredero.
HIPÓLITA
Cuatro días cederán presto a otras tantas noches; cuatro noches verán de inmediato volar el tiempo como un sueño; y entonces la luna, semejante a un arco de plata recién tendido en el cielo, alumbrará la noche de nuestras ceremonias.
TESEO
Anda, Filóstrato, mueve a la alegría a los jóvenes de Atenas, despierta el vivo espíritu del gozo. Y manda la tristeza a los entierros; tan mustia compañía no conviene a nuestra fiesta. (Sale Filóstrato). Hipólita, te gané con mi espada, y por la violencia conquisté tu amor; pero me desposaré contigo de muy distinta manera, en medio de la pompa, el triunfo y los festines.
Entran Egeo, Hermia, Lisandro y Demetrio.
EGEO
¡Felicidades a Teseo, nuestro grandioso duque!
TESEO
¡Gracias, buen Egeo! ¿Qué te trae por aquí?
EGEO
Acudo a ti consternado a denunciar a mi propia hija Hermia. —Acércate, Demetrio—. Mi noble señor, este hombre tiene mi consentimiento para unirse a ella. —Acércate, Lisandro—. Y, mi augusto duque, este otro le ha embrujado el corazón. —Sí, Lisandro; tú le has dado tus poesías y con ella has cambiado prendas de amor. En el claro de luna le has cantado a su ventana, afectando con tu voz tiernos afectos, y en su mente tu imagen has sellado con pulseras hechas con tu pelo, sortijas, adornos, caprichos, baratijas, ramilletes y confites, seductores de la incauta juventud; con astucia a mi hija has cautivado, y has trocado la obediencia que me debe en tenaz insumisión. Gran duque, si ella aquí, en tu augusta presencia, se niega a casarse con Demetrio, yo reclamo el antiguo privilegio ateniense; puesto que es hija mía, yo dispongo de ella; o se la entrego a este caballero o a la muerte.
TESEO
¿Qué dices, Hermia ? Reflexiona, hermosa doncella. Para ti, tu padre debe ser como un dios; el único autor de tus gracias, sí, y el único para quien sólo eres como una forma de cera por él modelada y sobre la cual tiene el poder de conservar o borrar la figura. Demetrio es un caballero digno.
HERMIA
También lo es Lisandro.
TESEO
Personalmente, sí; pero, faltándole en este asunto el permiso de tu padre, el otro debe ser el preferido.
HERMIA
¡Quisiera que mi padre solamente mirara con mis ojos!
TESEO
Más bien tus ojos debieran mirar con su discernimiento.
HERMIA
Ruego a su excelencia que me perdone. No sé qué secreto impulso me hace atrevida ni en qué grado convenga a mi pudor el abogar por mis pensamientos en presencia de tan distiguida persona; pero suplico a su excelencia se digne comunicarme lo peor que en este caso podría sucederme si no acepto casarme con Demetrio.
TESEO
O perder la vida, o renunciar para siempre a la sociedad de los hombres. Por consiguiente, hermosa Hermia, consulta con tu corazón, considera tu juventud, examina tus inclinaciones, para que sepas si, no accediendo a la elección de tu padre, podrás soportar el hábito de religiosa y quedar desde luego encerrada en las sombras del claustro, a vivir tu vida de hermana estéril, entonando desmayados himnos a la yerta y árida luna. Tres veces benditas aquellas que pueden dominar sus pasiones y sobrellevar tan casta peregrinación; pero más dichosa es en la tierra la rosa cuya esencia destilamos, que la que, marchitándose en su tallo virgen, crece, vive y muere en bendición solitaria.
HERMIA
Así quiero crecer, así vivir y así morir, señor, antes que sacrificar mi castidad a un hombre cuyo yugo rechaza mi alma y de quien no puedo aceptar la soberanía.
TESEO
Piénsalo con calma; y por la próxima luna nueva (día en que ha de sellarse entre mi prometida y yo el vínculo de eterna compañía), prepárate a morir por desobediencia a la voluntad de tu padre, o, por el contrario, a casarte con Demetrio, como él desea, o jurar para siempre ante el altar de Diana austeridad y solitaria vida.
DEMETRIO
Acepta, dulce Hermia, y renuncia a Lisandro, a tu loca pretensión ante la evidencia de mi derecho.
LISANDRO
Tienes el amor de su padre, Demetrio; cásate con él y déjame a Hermia.
EGEO
¡Insolente Lisandro! ... Es verdad que tiene mi amor, y por mi amor le doy lo que es mío. Y como ella es mía, transmito a Demetrio todos mis derechos sobre ella.
LISANDRO
Señor, soy tan bien nacido como él, y mi posición es igual a la suya. En amor lo supero; mi fortuna es, en todos sentidos, tan alta, cuando no mayor que la de Demetrio. Y lo que vale más que todas estas ostentaciones: soy el preferido de la hermosa Hermia. ¿Por qué entonces, no he de sostener mis derechos? Demetrio, lo declaro ante su cara, ha cortejado a Elena, la hija de Nedar, y ha conquistado su corazón; y ella, inocente mujer, ama, ama entrañablemente, ama con idolatría a este hombre inconstante y desleal.
TESEO
Debo confesar que ha llegado a mis oídos, y pensaba hablar de ello a Demetrio; pero, preocupado con mis asuntos, se me olvidó. Acércate, pues, Demetrio, y tú también, Egeo; acompáñenme; tengo que comunicarles algunas instrucciones particulares. En cuanto a ti, hermosa Hermia, trata de acomodar tu ánimo a la voluntad de tu padre, o, de lo contrario, prepárate a sufrir la ley de Atenas, que de ninguna manera podemos atenuar, la cual te condena a muerte o al voto de vida solitaria. Vamos, querida
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