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El sentido del asombro


Enviado por   •  6 de Marzo de 2016  •  Ensayo  •  2.130 Palabras (9 Páginas)  •  566 Visitas

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Trabajo sobre: El sentido del asombro

Introducción

Rachel Carson impresiona a una pequeña cantidad de lectores con uno de sus libros menos conocido: El sentido del asombro. En él nos deleita con una serie de experiencias y reflexiones vividas a lo largo de su vida, haciéndose cargo y cuidando de su sobrino Roger.

El sentido del asombro

Una nublada y oscura noche de otoño, cuando Roger aún era un bebé, Rachel Carson decidió mostrarle por primera vez el salvaje y escandaloso mundo del océano. Según ella, ambos sintieron la misma sensación escalofriante ante la fuerte y feroz noche que les rodeaba. Días más tarde, con el tiempo más calmado, llevó de nuevo a Roger a la playa. Esa noche fue especial ya que en la búsqueda de cangrejos fantasma, ella se sorprendió al ver la inocente aceptación de la naturaleza por parte de Roger, sin temer ni el rugir del viento ni de las olas ni la oscuridad. Roger se concentraba, entusiasmado, únicamente en la búsqueda de un fantasma. Así, Roger se entretenía siendo un bebé, pero pasados los cuatro años, continúan compartiendo estos momentos de aventuras mano a mano. Y como dice la autora en el libro: “El compartir se basa en pasarlo bien juntos más que en instruirle”.

Cuando Roger iba de visita a Maine, ella no hacía el mínimo esfuerzo en nombrar plantas o animales, y mucho menos en explicárselas. Solamente daba su propia opinión sobre lo que veían, llamando así la atención de Roger. A continuación, grande era la sorpresa de Rachel Carson al descubrir cómo permanecían en su memoria los nombres de dichas plantas y animales. Desde luego, ninguna instrucción podría haber enseñado a Roger tan consistentemente estos nombres como tan solo caminando por el bosque comentando los gustos de cada uno. De esta forma, Roger también aprendió sobre conchas cuando ella nunca trató de enseñárselas.

Precisamente, Roger pudo compartir la misma fascinación que su tía por las cosas que habitualmente se niega a los niños porque incomodan. Haber estado, año tras año, sentado en el salón frente al ventanal contemplando la luna llena, ha favorecido más a su madurez que el sueño que estaba perdiendo. De hecho, Roger se sentía feliz cada vez que iba a visitar Maine. Incluso las noches más fuertes y tormentosas, abrigados con chubasqueros y gorros, salían a dar paseos por el bosque.

Siempre le han apasionado los líquenes por su peculiar característica de parecer del mundo de las hadas, y se sentía contenta al ver que Roger se daba cuenta de la magia de la transformación labrada por el agua de la lluvia. Ella disfruta viendo al niño sentir la textura de las alfombras de líquenes saturadas de lluvia. Ahí fue donde empezaron a jugar al “Juego del Árbol de Navidad”, que consistía en atribuir a cada abeto el Árbol de Navidad para distintos animales.

El mundo de los niños es fresco, nuevo y hermoso, lleno de sorpresas y conmoción. Es una pena que para nosotros esa mirada de asombro se debilite antes de hacernos adultos. Ella le pide al hada madrina que le conceda a cada niño el don del sentido del asombro y que sea indestructible y que dure para siempre. Porque como dice en el libro: “Para mantener vivo en un niño su innato sentido del asombro, se necesita la compañía de al menos un adulto con quien poder compartirlo, redescubriendo con él la alegría, la expectación y el misterio del mundo en que vivimos”. Los padres en muchas ocasiones se sienten impotentes ante la mente de un niño ya que no saben cómo enseñar a su hijo sobre un tema si ni siquiera ellos mismos saben de ello. Pero según Rachel Carson, para el niño es mucho más importante sentir que conocer. Dado que una vez florecen las emociones, deseamos saber sobre el objeto de nuestro asombro.

Para la gran mayoría de nosotros, el entendimiento de nuestro mundo viene en gran parte a través de la vista, “miramos alrededor con tales ojos que no ven que somos parcialmente ciegos”. Para poder abrir los ojos a lo menos apreciable, el truco es preguntarse a sí mismo qué pasaría si nunca hubieras visto tal cosa. Porque si hubiera algo que solo pudiera verse una vez en la vida, este objeto o lugar o lo que fuere, estaría repleto de espectadores. Es decir, algo que puede verse casi cualquier día, quizás no sea visto nunca.

Por lo tanto, hay un mundo de pequeñas cosas que pocas veces se ve. Lo que le pasa a la mayoría de los niños es que se dan cuenta y disfrutan de lo pequeño y que pasa desapercibido. Al contrario que nosotros, que miramos demasiado deprisa sin pararnos a pensar, viendo el todo e ignorando las partes. Y por suerte o por desgracia, muchas de las más delicadas obras de la naturaleza se encuentran en miniatura, es por esto que Rachel Carson nos anima a mirar lo que pasa más inadvertido con una lupa. Dado que con la ayuda de ésta, podemos escapar de las limitaciones de la escala humana.

Existen también otros sentidos además del de la vista que nos hacen descubrir y almacenar recuerdos e impresiones. Roger y ella, han disfrutado de distintos olores procedentes de lugares cercanos como el humo de las chimeneas. También han saboreado muchos olores juntos disociados de animales y plantas acuáticas. Y Roger, al igual que su tía, experimenta una cantidad de recuerdos alegres al sentir ese aroma que penetra en su nariz al volver al mar tras un largo viaje. Porque este sentido tiene la capacidad de revivir experiencias vividas y es un disgusto que esté tanto en desuso.

Aún así, el sentido del oído puede ser un motivo todavía mayor de infinitos placeres, pero ha de ser cultivada conscientemente. Rachel Carson advierte que ningún niño debería crecer sin conocer el sonido de los pájaros al amanecer en primavera porque, como ella dice: “en ese coro del alba uno escucha el latido de la vida”. Hay también otra música existencial: el sonido de la orquesta de los insectos. A cualquier niño le encanta ir de expedición con su linterna en busca de los pequeños insectos que realizan sonidos completamente distintos. Esto les ofrece un sentimiento de intriga y belleza en la noche. La oscuridad es también un momento para escuchar otras voces, las aves migrando rápidamente hacia el norte en primavera y hacia el sur en otoño. Ella, siempre que escucha estas llamadas, siente una invasión de asombro por el hábil instinto acerca de la ruta que siempre ha frustrado al ser humano para explicarlo. En una noche de luna llena, es bonito sentarse con unos grandes prismáticos o un telescopio, a observar dichas aves en migración cruzando la cara de la luna hacia sus distintos destinos.

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