Espantos de Agosto
Enviado por isa1997 • 21 de Febrero de 2015 • 667 Palabras (3 Páginas) • 353 Visitas
ESPANTOS DE AGOSTO
Llegamos a Arezzo un poco antes del medio día, y perdimos más de dos horas buscando
el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva había comprado en
aquel recodo idílico de la campiña toscana. Era un domingo de principios de agosto,
ardiente y bullicioso, y no era fácil encontrar a alguien que supiera algo en las calles abarrotadas de turistas. Al cabo de muchas tentativas inútiles volvimos al automóvil,
abandonamos la ciudad por un sendero de cipreses sin indicaciones viales, y una vieja
pastora de gansos nos indicó con precisión dónde estaba el castillo. Antes de despedirse
nos preguntó si pensábamos dormir allí, y le contestamos, como lo teníamos previsto,
que sólo íbamos a almorzar.
— Menos mal — dijo ella— porque en esa casa espantan.
Mi esposa y yo, que no creemos en aparecidos del medio día, nos burlamos de su
credulidad. Pero nuestros dos hijos, de nueve y siete años, se pusieron dichosos de
conocer un fantasma de cuerpo presente.
Miguel Otero Silva, que además de buen escritor era un anfitrión espléndido y un
comedor refinado, nos esperaba con un almuerzo de nunca olvidar. Como se nos había
hecho tarde no tuvimos tiempo de conocer el interior del castillo antes de sentarnos a la
mesa, pero su aspecto desde fuera no tenía nada de pavoroso, y cualquier inquietud se
disipaba con la visión completa de la ciudad desde la terraza florida donde estábamos
almorzando. Era difícil creer que en aquella colina de casa encaramadas, donde apenas
cabían noventa mil personas, hubieran nacido tantos hombres de genio perdurable. Sin
embargo, Miguel Otero Silva nos dijo con su humor caribe que ninguno de tantos era el
mas insigne de Arezzo.
— El mas grande — sentenció —fue Ludovico.
Así, sin apellidos: Ludovico, el gran señor de las artes y de la guerra, que había
construido aquel castillo de su desgracia, y de quién Miguel nos habló durante todo el
almuerzo. Nos hablo de su poder inmenso, de su amor contrariado y de su muerte
espantosa. Nos contó como fue que en un instante de locura del corazón había apuñalado
a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuzó contra sí mismo a sus
feroces perros de guerra que lo despedazaron a dentelladas. Nos aseguró, muy en serio,
que a partir de la media noche el espectro de Ludovico deambulaba por la casa en
tinieblas tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor.
El castillo, en realidad, era inmenso y sombrío. Pero a pleno día, con el estomago lleno y
el corazón contento, el relato de Miguel no podía parecer sino una broma como tantas
otras suyas para entretener a sus
...