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Evaluación e Intervención en trastornos depresivos y adicciones


Enviado por   •  14 de Marzo de 2017  •  Ensayo  •  2.265 Palabras (10 Páginas)  •  334 Visitas

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Universidad de Guanajuato

División Ciencias de la Salud e Ingenierías

Lic. en Psicología Clínica.

Evaluación e Intervención en trastornos depresivos y adicciones

Ensayo sobre “El Principito”
de Antoine de Saint-Exupéry

Pablo Alexandro Durán Pescador

Celaya, Guanajuato 22 de febrero del 2017

El libro de “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry que data del siglo pasado, se ha convertido en una de las joyas de la literatura internacional, puesto que de una sencilla historia de un dibujo de una boa que digería un elefante, salta a un magnifico relato de un Principito lleno de curiosidad del mundo, con ganas de un amigo y buscaba entender porque los Hombres  eran tan simples y no veían más allá.

La obra de “El Principito” hace una profunda reflexión de la pérdida del sentido y capacidad de asombro en el momento en que el Hombre se viste con las prendas de la “madurez”. Cómo es que el Hombre prefiere ver con sus ojos que con su corazón y se pierde de muchas maravillas de la vida y el mundo.

En esta historia, Antoine nos muestra una bella parte de su niño interior, y nos da a entender que todos nosotros tenemos ese pequeño ser dentro de nosotros lleno de curiosidad, ganas de vivir y ganas de conocer, lleno de asombro y que va en busca de algo nuevo.

A lo largo de la novela nos relata una serie de situaciones en las cuales los adultos se ven involucrados, como los negocios, la ciencia, los vicios, el amor, el poder, el trabajo, y con una sencilla manera de narrar, nos hace llegar a la conclusión de cómo es que el Hombre se olvida de sí mismo en el momento en que obsesiona con lo mundano o pierde la visión del mundo ensimismándose en sus pensamientos de deseos “inalcanzables”, pues el adulto, según “El Principito” ha dejado de imaginar  porque ha dejado de desear y todo aquello que se quiere conseguir y no esté en sus parámetros, es algo fantasioso, solo un sueño, algo que no se puede alcanzar simplemente porque no.

A lo largo de este trabajo se hace un ensayo de la historia de “El Principito” y se hace una relación con la psicología y el mundo actual. Se describen situaciones de la obra y cómo es que éstas tienen su presencia en la vida real humana con ejemplos que suceden en el día a día cotidiano de nuestro mundo; historias que más de alguno viven y que son tan cotidianas y comunes que posiblemente sean invisibles para los ojos del Hombre. Sin embargo también nos muestra la imagen de aquellos “hombres serios” que son el opuesto al hombre que se asombra.

Citando un fragmento del capítulo siete, donde el Principito pregunta sobre la utilidad de las espinas de las flores y el hombre ya fastidiado de sus cuestionamientos sucede lo siguiente :

-¿Crees que las flores…?
-¡Pues no! ¡Pues no! ¡No creo nada¡ Te he contestado cualquier cosa. ¡yo me ocupo de cosas serias!
Me miró con asombro.
-¡De cosas serias!
Yo tenía un martillo en la mano, los dedos llenos de grasa y estaba inclinado sobre un objeto que no le gustaba.
-¡Tú hablas como las personas mayores!
Sentí vergüenza, pero inflexible añadió:
¡Lo confundes todo!…, ¡Mezclas todo!
Estaba verdaderamente irritado. Sus cabellos dorados se agitaban con el viento.
-Yo conozco un planeta donde vive un señor colorado que jamás ha olido una flor. No ha mirado una estrella. Nunca ha amado a nadie. Nunca ha hecho otra cosa más que sumas. Y toda la jornada repite como tú: “¡Soy un hombre serio!” “¡Soy un hombre serio!” y eso lo hace llenarse de orgullo creyendo ser hombre, pero no es un hombre, es más bien un champiñón.

Podemos hacer múltiples conclusiones de este fragmento, sin embargo tomando en cuenta un punto de vista psicológico, podríamos hablar de aquellas personas que al llegar a la edad adulta cierran su mente a nuevas posibilidades.

En el ámbito clínico nos encontramos con múltiples pacientes que recurren a terapia por problemas de estrés o ansiedad, que no explican porque es que se sienten de esa manera, no logran encontrar una respuesta al “por qué” sus vidas no pueden ser diferentes, y si se les llega a preguntar qué es lo que hacen un día común y corriente, se centran casi completamente en el trabajo, la familia, los gastos, las deudas. Casi como si la mente humana estuviera programada para centrarse solo en aquello que nos causa problemas y no pudiera fijarse en las cosas placenteras de la vida. A veces la forma más sencilla de liberarse de ese estrés es dándose tiempo para desestresarse…suena burdo, pero lo más obvio es aquello que está en “nuestras narices” y pero no lo vemos. Salir a pasear con la familia, darse un tiempo a solas y salir al parque, ir al cine, etc, pero se hacen a un lado esas opciones con respuestas como “es que tengo que trabajar”, “no tengo dinero para salir”, “tengo que cuidar a los niños”, “no tengo tiempo para esas cosas”, “esas cosas son para gente sin que hacer”, muy parecido a la respuesta del hombre que hacia cálculos: “Yo soy un apersona seria”. En mi opinión…puedo decir que son las respuestas más absurdas, lo único que hace la gente que evita darse un tiempo para ellos es centrarse de nuevo en aquello que les causa estrés. Como si –hablando sistémicamente- el librarse del problema fuera algo totalmente alejado de su homeostasis personal y el combatir al problema fuera exactamente aquello que no quieren hacer, aunque de manera extrínseca lo piden a gritos. Mucha gente no se da cuenta que el problema está hecho exactamente de aquello a lo que más apegados estamos. Como el trabajo, el tipo de relación con la pareja, con la familia, etc. Solo hay que hacer un pequeño cambio para vivir de forma diferente, algo tan sencillo como voltear hacia arriba y asombrarse de las estrellas y darse cuenta que existe un mundo más allá del que nos forzamos a vivir. Nos preocupamos por nuestros hijos, por nuestro trabajo, por nuestra subsistencia, pero cuando se encuentra aquello tan pequeño que nos inspira para no sólo seguir adelante sino para darle un sentido a nuestras vidas, eso tan pequeño y especial, que sólo uno como persona puede ver, como si sus ojos fueran especialmente hechos para verlo y verle lo realmente especial y saber singularizar ese pequeño elemento de nuestras vidas de todos los demás, aunque tenga semejantes en el mundo, ese pequeño granito de arena que para nosotros es una playa entera, hasta ese momento se recupera la capacidad de asombro; que lo terrenal, rutinario y monótono mantiene encubierto porque somos ciegos para darnos cuenta que hay tantas maneras de ver al mundo y solo nos centramos en aquella que nos mantiene en una zona de confort lo suficientemente rígida como para ponernos muros en las sienes y no ver más allá. Lo bastante duro de comprender y aceptar es que nosotros mismos trabajamos para que esos muros se mantengan y no para derrumbarlos y poder empatizar, conocer, entender y comprender lo que está a nuestro rededor y no juzgarlo solo por lo que es por fuera. Bien lo dijo el Zorro: “Este es mi secreto, es muy sencillo; solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible para los ojos”. Y eso esencial muchas veces es parecido a ese granito de arena que para nosotros puede ser una playa entera. Muchos ven su grano de arena en sus hijos, otros lo ven en el arte, algunos más lo ven en las estrellas, otros quizá lo ven en uno mismo. Pero ese grano de arena es invisible para aquellos que no encuentran en sí mismos las ganas de romper esos muros clavados en las sienes para poder ver a los lados. Ese granito de arena del Principito era su flor.

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