Hay un cierto placer en la locura que solo el loco conoce
Enviado por Ximena Pulido • 7 de Septiembre de 2017 • Ensayo • 1.819 Palabras (8 Páginas) • 520 Visitas
¿El brutal asesinato?
“Hay un cierto placer en la locura que solo el loco conoce”
-Pablo Neruda [1]
Mi trabajo está relacionado con la obra “el corazón de lator” su nombre original The Tell-Tale Heart que fue escrita en género narrativo y subgénero drama, narrador personaje, espacio casa del viejo hay un orden lógico de la historia, es decir, Su autor es Edgar Allan Poe nacido el 19 de enero de 1809 en Boston. Fue un escritor, poeta, crítico y periodista romántico [2] estadounidense, generalmente reconocido como relato detectivesco, contribuyo así mismo con varias obras al género emergente de la ciencia ficción. Por otra parte, fue el primer escritor estadounidense de renombre que intento hacer de la escritura su modo de vivir, lo que tuvo para las lamentables consecuencias. Su carrera literaria se inició con un libro de poemas, tamerlane and other poems (1827). Pronto dirigió sus fuerzas a la prosa, escribiendo relatos y criticas literaria para algunos periódicos de la época; llego adquirir cierta notoriedad por su estilo caustico y elegante. Murió el 7 de octubre de 1849, en la ciudad de Baltimore, cuando contaba apenas cuarenta años de edad. La causa exacta de su muerte nunca fue aclarada. Se atribuyó al alcohol, congestión cerebral, drogas y otras causas. La figura del escritor, tanto como sus obras, marco profundamente la literatura de su país y puede decirse que de todo el mundo. Ejerció gran influencia en la literatura simbolista francesa y, a través de esta, en el surrealismo[3].
El corazón delator, obra de Edgar Allan Poe, narra la historia de un hombre el cual, basado en su obsesión por el ojo de un “viejo” con el que vive, decide matarlo, tan meticulosa y tan indiferentemente que sorprende su sistematicidad además de la calma con que narra la “hazaña”, una vez preso justificando y defendiendo no su inocencia sino su salud mental. Sin embargo, provocado por la misma obsesión, una obsesión que le ciega y le carcome, una obsesión cuyo origen destruyo al destruir al viejo y matarlo pero que sigue ahí latente, intimidante, potente y opresora, termina, luego de una crisis, por confesar su crimen cuando escucha, en toda la habitación, el corazón del viejo, latiendo en sus oídos, latiendo frente a todos, siguiendo el compás de su obsesión, penetrando fuera de él pero retumbándole por dentro, en su propio corazón, que lo delata, su corazón que provoca que confiese el crimen, valiéndose de la razón del crimen mismo, la obsesión con el ojo del viejo la inevitabilidad de su existencia, y la inevitabilidad del latir de su corazón, un corazón que lo delata no solo frente a los policías sino frente a sí mismo, descubriendo sus miedos, descubriendo su vulnerabilidad y su obsesión, dejándolo indefenso ante el ser más peligroso para él, él mismo.
Refiriéndonos a las motivaciones, ¿Qué lleva a un hombre a asesinar a otro? En este texto en específico, es aquí, en torno a esta pregunta, donde el autor en su narración nos enfoca más en el ojo del viejo que en el viejo mismo, incluso escribe:
“Me es imposible decir como aquella idea me entro en la cabeza […] No perseguía ningún propósito ni estaba colérico. Quería mucho al viejo, jamás me había hecho nada malo. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo… ¡Si, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre… Un ojo celeste y velado por una tela […] Cada vez que lo clavaba en mi se me helaba la sangre […] Y así, poco a poco, gradualmente, me fui decidiendo a quitarle la vida al viejo y librarme de aquel ojo para siempre”[4].
Quien narra la historia, el asesino no se presentó la escisión “normal” que debe presentarse, si bien existe un reconocimiento del objeto participante del no-yo. El protagonista concibe los objetos respecto a la interacción que tienen con él, mantiene un no-yo integrado aun al yo, y por ende un yo desintegrado.
No es el viejo, es el ojo, ese ojo que hiela la sangre y que provoca instintos asesinos, un ojo que mueve la meticulosidad, la sistematicidad y la obsesión, un ojo que provoca destruirlo: es el ojo, un objeto parcial en el cual recarga todos los sentimientos que, al igual que en la teoría de Melanie Klein[5] (Pecho bueno, Pecho malo), podríamos llamar negativos, es decir, la agresión es proyectada para no ser introyectada. La agresión y “todo” lo malo que tiene el ojo, es proyectado única y exclusivamente sobre el Ojo y solo sobre él, porque de otro modo esa agresividad tendría que reconocerse como propia, tendría además que aceptarse y su aceptación conllevaría la autodestrucción, al ser proyectada implica solo la destrucción del objeto de proyección, así como en la teoría de Melanie Klein, el pecho es el malo y no el infante, en la narración de Poe, el ojo es el malo y no el protagonista. Sin embargo, se da también un cierto estancamiento dentro de la etapa que Anna Freud[6] llama en su teoría: Relación Ambivalente de la fase Preedípica sádico-anal. En la cual menciona que existe una necesidad de atacar el objeto amado, nuestro protagonista “ama” al objeto precisamente porque le permite un espejo donde proyectar su agresividad, de este modo ha creado una relación en la que depende del objeto y de la proyección que realiza en el mismo, sin embargo tiene que destruirlo porque al haberle dotado de las cualidades negativas proyectadas, es decir, su agresividad reprimida y su obsesión (simbólicamente la “opresión” que siente del ojo hacia él, es la opresión que se ha creado el mismo hacia su ser vulnerable), ahora es un objeto malo, una parte del objeto la cual al ser destruida aniquila al objeto por completo, pero es un precio justo, un precio razonable porque no se distingue la parcialidad del objeto, únicamente su maldad, esto último nuevamente podría asociarse con la teoría de Melanie Klein.
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