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Hus Hush


Enviado por   •  25 de Mayo de 2013  •  Tesis  •  2.635 Palabras (11 Páginas)  •  794 Visitas

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Engancho los dedos bajo el asiento de mi silla, arrastrándome más cerca de él. No muy segura de sí debería apartarme y mostrar miedo, o no hacer nada y fingir aburrimiento, escogí la ultima.

Dijo:

― Incluso aunque triunfarías en las tres escuelas, las desprecias por ser un cliché del éxito. Juzgar es tu tercera gran de debilidad.

― ¿Y mi segunda? ―Dije con rabia muda. ¿Quién era este tío? .Era esto

¿Algún tipo de chiste perturbador?

― No sabes cómo confiar. Retiro eso. Confías... solo que en toda la gente equivocada.

― ¿Y mi primera? ― Exigí.

― Mantienes a la vida atada muy corto.

― ¿Qué se supone que significa eso?

― Tienes miedo de lo que no puedes controlar.

Se me puso de punta el pelo de la nuca, y la temperatura de la clase pareció bajar. Normalmente habría ido derecha al escritorio del Entrenador a solicitar una nueva asignación de asientos, pero me negaba a dejar que Patch pensara que podía intimidarme o asustarme. Sentía una necesidad irracional de defenderme y decidí, en ese mismo momento y lugar, que no me echaría atrás hasta que lo hiciera el.

― ¿Duermes desnuda? ―Pregunto.

Mi mandíbula amenazaba con caerse, pero la mantuve en su sitio.

― Difícilmente eres la persona a la que se lo diría.

― ¿Alguna vez has ido al psiquiatra?

― No. ―Mentí. La verdad es que estaba yendo a sesiones con el psicólogo del instituto, el Dr. Hendrickson. No era elección mía, y no era algo sobre lo que me gustara hablar.

― ¿Has hecho algo ilegal?

― No. ―Saltarme ocasionalmente el límite de velocidad no contaría. No con el―. ¿Por qué no me preguntas algo normal? Como....mi música ¿favorita?

― No voy a preguntar lo que puedo adivinar.

― Tú no sabes el tipo de música que escucho.

― Barroco. Contigo, es todo sobre el orden, el control. Me apuesto a que ¿tocas....el cello? ―Lo dijo como si lo hubiera adivinado de la nada.

― Incorrecto. ―Otra mentira, pero esta envió un escalofrió por mi piel que me dejo los dedos temblando. ¿Quién era el en realidad? Si sabía que tocaba el cello, ¿qué más sabia?

― ¿Qué es eso? ― Patch dio un toquecito con su bolígrafo en la parte interna de mi muñeca. Me aparte instintivamente.

― Una marca de nacimiento.

― Parece una cicatriz. ¿Eres suicida, Nora? ―Sus ojos conectaron con los míos, y podía sentirlo riéndose―. ¿Padres casados o divorciados?

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― Vivo con mi madre.

― ¿Dónde está tu padre?

― Mi padre falleció el año pasado.

― ¿Cómo murió?

Me encogí.

― Fue... asesinado. Esto es territorio personal, si no te importa.

Hubo un momento de silencio y la acidez de los ojos de Patch pareció suavizarse un poco.

― Eso debe de ser duro. ―Sonaba como si lo dijera en serio.

Sonó el timbre y Patch estaba en pie, de camino a la puerta.

― Espera. ―Grite. No se giro―. ¡Disculpa! ―Salió por la puerta―. ¡Patch!

No conseguí nada de ti.

Se dio la vuelta y camino hacia mí. Tomando mi mano, garabateo algo en ella antes de que se me ocurriera apartarme.

Baje la vista a los siete números en tinta roja sobre mi palma e hice un puño a su alrededor. Quería decirle que de ningún modo iba a sonar su teléfono esta noche. Quería decirle que era culpa suya por gastar todo el tiempo interrogándome a mí. Quería un montón de cosas, pero me limite a quedarme allí de pie como si no supiera como abrir la boca.

Al final dije:

― Esta noche estoy ocupada.

― Yo también. ―Sonrió de oreja a oreja y se fue.

Me quede clavada en el sitio, digiriendo lo que acababa de pasar. Se comió todo el tiempo interrogándome ¿a propósito? Para que yo ¿suspendiera? ¿Creía que una sonrisa brillante lo redimiría? Sí, pensé. Sí, lo creía.

― ¡No llamare! ― Grite detrás de él― ¡Nunca!

― ¿Has terminado tu columna para el plazo de entrega de mañana?

― Era Vee. Vino a mi lado, apuntando notas en la libretita que llevaba a todas partes―. Estoy pensando en escribir la mía sobre la injusticia de las asignaciones de asientos. Estoy de pareja con una chica que dijo que acabo el tratamiento contra los piojos esta misma mañana.

― Mi nuevo compañero. ―Dije, apuntando al pasillo, a la espalda de Patch.

Tenía una forma de andar irritantemente confiada, del tipo que encuentras acompañada de camisetas gastadas y un sombrero de cowboy. Patch no llevaba ni la una ni el otro. Era más bien un chico de Levi‟s oscuros, cazadora oscura, botas oscuras.

― ¿El transferido de último curso? Supongo que no estudio lo bastante la primera vez. O la segunda. ―Me lanzo una mirada cómplice―. A la tercera va la vencida.

― Me da escalofríos. Sabía mi música. Sin ninguna pista en absoluto, dijo “Barroco”.

― Imite bastante mal su voz grave.

― ¿Suposición afortunada?

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― Sabia... otras cosas.

― ¿Como qué?

Solté un suspiro. Sabía más de lo que quería contemplar cómodamente.

― Como meterse debajo de mi piel. ―Dije al fin―. Voy a decirle al Entrenador que tiene que volver a cambiarnos.

― Ve a por ello. Podría usar un gancho para mi próximo artículo del eZine. “Alumna de decimo devuelve el golpe.” Aun mejor, “Asignación de asientos recibe una bofetada en la cara.” Mmm. Me gusta.

Al final del día, fui yo la que recibió una bofetada en la cara. El Entrenador rechazo mi suplica de volver a pensarse la asignación de asientos. Parecía que estaba atascada con Patch.

Por ahora.

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Capítulo 2

Mi madre y yo vivimos en una granja del siglo dieciocho llena de corrientes de aire a las afueras de Coldwater. Es la única casa en Hawthorne Lane, y los vecinos más cercanos están a más de un kilometro de distancia. A veces me pregunto si el constructor original se dio cuenta de que de todos los solares disponibles, eligió construir la casa en medio de una misteriosa inversión atmosférica que parece aspirar toda la niebla de la costa de Maine y trasplantarla a nuestro jardín. La casa estaba en este momento velada en unas sombras que parecían espíritus escapados y merodeadores.

Me pase la tarde plantada en un taburete de bar en la cocina en compañía de los deberes de algebra y Dorothea, nuestra ama de llaves. Mi madre trabaja para la Compañía de Subastas Hugo Renaldi, coordinando

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