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Informe De Entrega DeAgustin


Enviado por   •  3 de Mayo de 2012  •  6.690 Palabras (27 Páginas)  •  580 Visitas

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CONFESIONES DE SAN AGUSTÍN (EXTRACTO)

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LIBRO PRIMERO

I,1. Grandes eres, Señor, y muy digno de alabanza; grande tu poder, y tu sabiduría no

tiene medida. Y pretende alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación;

precisamente el hombre, que, revestido de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de

su pecado y el testimonio de que resistes a los soberbios. Con todo, quiere alabarte el

hombre, pequeña parte de tu creación. Tú mismo le estimulas a ello, haciendo que se

deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta

que repose en ti (quia fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in

te).

Dame, Señor, a conocer y entender qué es primero, si invocarte o alabarte, o si es antes

conocerte que invocarte. Mas ¿quién habrá que te invoque si antes no te conoce?

Porque, no conociéndote, fácilmente podrá invocar una cosa por otra. ¿Acaso, más bien,

no habrás de ser invocado para ser conocido? Pero ¿y como invocarán a aquel en quien

no han creído? ¿Y cómo creerán si no se les predica? Ciertamente, alabarán al Señor los

que le buscan, porque los que le buscan le hallan y los que le hallan le alabarán. Que yo,

Señor, te busque invocándote y te invoque creyendo en ti, pues me has sido ya

predicado. Te invoca, Señor, mi fe, la fe que tú me diste, que tú me inspiraste por la

humanidad de tu Hijo y el ministerio de tu predicador.

II,2. Pero, ¿cómo invocaré yo a mi Dios, a mi Dios y mi Señor?, puesto que, en efecto,

cuando lo invoco, lo llamo [que venga] dentro de mí mismo (quoniam utique in me

ipsum eum vocabo, cum invocabo eum) ¿Y qué lugar hay en mí adonde venga mi Dios

a mí?, ¿a donde podría venir Dios en mí, el Dios que ha hecho el cielo y la tierra? ¿Es

verdad, Señor, que hay algo en mí que pueda abarcarte? ¿Acaso te abarca el cielo y la

tierra, que tú has creado, y dentro de los cuales me creaste también a mí? ¿O es tal vez

que, porque nada de cuanto es puede ser sin ti, te abarca todo lo que es? Pues si yo

existo efectivamente, ¿por qué pido que vengas a mí , cuando yo no existiría si tú no

estuvieses en mí? No he estado aún en el infierno, mas también allí estás tú. Pues si

descendiere a los infiernos, allí estás tú.

Nada sería yo, Dios mío, nada sería yo en absoluto si tú no estuvieses en mí; pero, ¿no

sería mejor decir que yo no existiría en modo alguno si no estuviese en ti, de quien, por

quien y en quien son todas las cosas? Así es, Señor, así es. Pues, ¿adónde te invoco

estando yo en ti, o de dónde has de venir a mí, o a que parte del cielo y de la tierra me

habré de alejar para que desde allí venga mi Dios a mí, él, que ha dicho: Yo lleno el

cielo y la tierra?

III,3. ¿Te abarcan, acaso, el cielo y la tierra por el hecho de que los llenas? ¿O es, más

bien, que los llenas y aún sobra por no poderte abrazar? ¿Y dónde habrás de echar eso

que sobra de ti, una vez lleno el cielo y la tierra? ¿Pero es que tienes tú, acaso,

necesidad de ser contenido en algún lugar, tú que contienes todas las cosas, puesto que

las que llenas las llenas conteniéndolas? Porque no son los vasos llenos de ti los que te

hacen estable, ya que, aunque se quiebren, tú no te has de derramar; y si se dice que te

derramas sobre nosotros, no es cayendo tú, sino levantándonos a nosotros; ni es

esparciéndote tú, sino recogiéndonos a nosotros. Pero las cosas todas que llenas, ¿las

llenas todas con todo tu ser o, tal vez, por no poderte contener totalmente todas,

contienen una parte de ti? ¿Y esta parte tuya la contienen todas y al mismo tiempo o,

más bien, cada una la suya, mayor las mayores y menor las menores? Pero ¿es que hay

en ti alguna parte mayor y alguna menor? ¿Acaso no estás todo en todas partes, sin que

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haya cosa alguna que te contenga totalmente?

IV,4. Pues ¿qué es entonces mi Dios? ¿Qué, repito, sino el Señor Dios? ¿Y qué Señor

hay fuera del Señor o qué Dios fuera de nuestro Dios? Sumo, óptimo, poderosísimo,

omnipotensísimo, misericordiosísimo y justísimo; secretísimo y presentísimo,

hermosísimo y fortísimo, estable e incomprensible, inmutable, mudando todas las cosas;

nunca nuevo y nunca viejo; renuevas todas las cosas y conduces a la vejez a los

soberbios, y no lo saben; siempre obrando y siempre en reposo; siempre recogiendo y

nunca necesitado; siempre sosteniendo, llenando y protegiendo; siempre creando,

nutriendo y perfeccionando; siempre buscando y nunca falto de nada. Amas y no sientes

pasión; tienes celos y estás seguro; te arrepientes y no sientes dolor; te aíras y estás

tranquilo; cambias de acciones, pero no de plan; recibes lo que encuentras y nunca has

perdido nada; nunca estás pobre y te gozas con las ganancias; no eres avaro y exiges

intereses. Te ofrecemos de más para hacerte nuestro deudor; pero ¿quién es el que tiene

algo que no sea tuyo? Pagas deudas sin deber nada a nadie y perdonando deudas, sin

perder nada con ello? ¿Y qué es cuanto hemos dicho, Dios mío, vida mía, dulzura mía

santa, o qué es lo que puede decir alguien cuando habla de ti? (aut quid dicit aliquis,

cum de te dicit?) Al contrario, ¡ay de los que se callan acerca de ti!, porque no son más

que mudos charlatanes.

V,5. ¿Quién me concederá descansar en ti? ¿Quién me concederá que, vengas a mi

corazón y le embriagues, para que olvide mis maldades y me abrace contigo, único bien

mío? ¿Qué es lo que eres para mí? Apiádate de mí para que te lo pueda decir. ¿Y qué

soy yo para ti, para que me mandes que te ame y si no lo hago te aíres contra mí y me

amenaces con ingentes miserias? ¿Acaso es ya pequeña la misma miseria de no amarte?

¡Ay de mí! Dime, por tus misericordias, Señor y Dios mío, qué eres para mí. Di a mi

alma: «Yo soy tu salvación». Que yo corra tras esta voz y te dé alcance. No quieras

esconderme tu

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