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La Economia Es Lo Mis Mo Que Adtibidad


Enviado por   •  31 de Marzo de 2014  •  3.863 Palabras (16 Páginas)  •  265 Visitas

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CAPITULO XXV

Si queremos reformar las escuelas conforme a las normas verdaderas del cristianismo, hemos de

prescindir de los libros de los gentiles o, por lo menos, usarlos con más cautela que hasta el

presente.

Tenemos necesidad extraordinaria e ineludible de conseguir por todos los medios lo que dejamos

probado en el capítulo precedente. Porque si queremos tener escuelas verdaderamente cristianas, es

necesario alejar de ellas la turba de doctores gentiles. Sobre lo cual, expondremos primero las

causas más importantes, y después demostraremos le precaución que hay que tener con esos sabios

mundanos, para hacer nuestro lo que ellos pensaron, dijeron o efectuaron rectamente.

2. El amor por la gloria de Dios y la salvación del hombre, nos fuerza a vigilar sobre esta materia,

sobre todo viendo que las principales escuelas de los cristianos sólo siguen a Cristo en el nombre,

teniendo, por el contrario, en gran estimación a los Terencios, Plautos, Cicerones, Ovidios, Cátulos

y Tibulos, Musas y Venus. De donde se sigue que sabemos más del mundo que de Cristo, y es

necesario buscar verdaderos cristianos en medio de la cristiandad. Ciertamente, porque para algunos

eruditísimos varones Teólogos, peritos en la divina sabiduría, Cristo les proporciona solamente la

máscara, y Aristóteles, con toda su cohorte pagana, el espíritu y la sangre. Lo cual es un horrendo

abuso y una torpe profanación de la libertad cristiana, a la vez que una cosa en extremo llena de

peligros.

3. En primer lugar, porque nuestros hijos nacidos en Cristo han vuelto a nacer por el Espíritu Santo;

por lo tanto, deben ser hechos ciudadanos del Cielo, y dárseles, ante todo, conocimiento de las cosas

celestes, Dios, Cristo, los ángeles, Abraham, Isaac, Jacob, etc. Y es conveniente hacerlo antes que

todo lo demás, que habrá de suspenderse entretanto, ya por la incertidumbre de la vida para que

nadie sea llevado desprevenido, ya también porque las primeras impresiones se graban

profundamente y (si son tantas) hacen más firmes y seguras las que vienen después.

4. Además, Dios, mirando por su pueblo escogido, no le señaló la escuela, sino en sus atrios; donde

se constituyó en Doctor nuestro, nos hizo sus discípulos, y la doctrina, la voz de sus oráculos. Así

habla por medio de Moisés: Oye, Israel, tu Señor Dios es uno solo. Así, pues, amarás al Señor tu

Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas. Y pondrás en tu corazón estas

palabras que yo te ordeno hoy, y las narrarás a tus hijos y meditarás sobre ellas sentado en tu casa y

andando por el camino, durmiendo y levantándote, etcétera. (Deuter. 6. 4., etc.) Y por Isaías:

Yo soy el Señor tu Dios que te enseña lo útil y te dirige por el camino que andas (48. 17). Y en otro

lado: ¿Por ventura el pueblo consultará a su Dios? (8. 19). Y Jesucristo: Escudriñad las Escrituras

(Juan. 5. v. 39).

5. Que esta misma voz suya es la refulgente luz de nuestro entendimiento, la regla perfectísima de

nuestras acciones y el auxilio eficaz de nuestra impotencia en uno y otras, lo atestigua

suficientemente con estas palabras: ¡He aquí que yo os enseñé estos estatutos y leyes! Los

observaréis y cumpliréis. Pues ésta es vuestra sabiduría y prudencia a los ojos de los pueblos que

una vez que lo hayan oído, dirán: ¡Qué pueblo tan sabio y prudente es esta gente! (Deut. 4. 5. 6).

Así dice también a Josué: El libro de esta ley nunca se apartará de tu boca, sino que meditarás

acerca de él días y noches. Y entonces adelantarás en tus caminos, y todo te saldrá bien (Josué 1. 8).

Y por David: La doctrina de Jehová es íntegra, y da fuerza al alma; testimonio veraz de Jehová, que

da sabiduría a los ignorantes (Salmo 19. 8). Por último, el Apóstol afirma que la Escritura inspirada

por la divinidad es útil para la doctrina, etc., para hacer perfecto al hombre de Dios (2. Tim. 3. 16.

17). Lo que igualmente conocieron y practicaron los más sabios de los hombres (quiero decir los

cristianos verdaderamente iluminados). Crisóstomo dice: Todo lo que es necesario aprender o

ignorar lo aprendemos en las Escrituras. Casiodoro: La Sagrada Escritura es escuela celeste,

erudición vital, auditorio de la verdad, enseñanza ciertamente singular, la cual ocupa a los

discípulos con fruto, no con inútil gasto de palabras, etc.

6. Expresamente prohibió Dios a su pueblo la enseñanza y costumbres de los gentiles. No aprendáis

los caminos de los gentiles (dice Jeremías 10. 2). Además: ¿Acaso no está Dios en Israel, para que

vayáis a consultar a Belcebú, dios de Akarón? (Rey. 1. 3). ¿Acaso el pueblo exige a su Dios la

visión? ¿Consulta a los muertos por medio de los vivos? A la ley principalmente y al testimonio; si

no lo dijeren conforme a esto no tendrán la luz de la mañana. (Isaías, 8. 19. 20). ¿Por qué esto, sino

porque toda la Sabiduría procede de Dios y permanecerá con Él por los siglos? De la contrario, ¿a

quién está reservada la raíz de la Sabiduría? (Eccl. 1. 1. 16). Aunque vieron la luz y habitación

sobre la tierra, no conocieron el camino de la ciencia, ni comprendieron sus sendas, etc. No ha sido

oída en la tierra de Canaam, ni vista en Theman; los hijos de Agar, que buscan la prudencia que

viene de la tierra, historiadores y depuradores de la inteligencia, desconocieron la verdadera

Sabiduría.

Pero el que todo lo sabe la conoció; halló el camino de la disciplina, y la entregó a Jacob, su hijo, y

a Israel, su amado (Bar. 3 v. 20, 21, 22, 23, 32, 36, 37). No hizo así con gente alguna, por lo cual no

conocieron sus leyes (Salmo 147.20).

7. Cuando su pueblo se apartó de su ley para entregarse a las quimeras de la humana fantasía,

acostumbró Dios a reprenderle, no sólo su mal proceder al dejar la fuente de la Sabiduría (Bar. 3.

ver. 12), sino su redomada malicia al despreciar el manantial de las aguas vivas y cavar cisternas

disolutas que no contienen el agua (Jer. 2. 13). Y al quejarse por Oseas de que su pueblo tenga

demasiado trato con los gentiles, exclama: Tomaron como cosa ajena los múltiples documentos de

mi ley, que les escribí (Oseas 8. 12). ¿Y qué otra cosa hacen los cristianos que no dejan caer de su

mano, día y noche, los libros de los gentiles? ¿No cuida nadie del código sagrado de Dios, como si

se tratase de cosa ajena que no le

...

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