La región más transparente

La región más trasparente

Como muchas novelas que podríamos denominar históricas por su relación tan cercana con eventos históricos, y aunque pintadas de ficción, muy cercanas a la realidad, La región más transparente contiene singulares imágenes que denotan aquellos días de los años cincuenta. No es tan difícil pronto colocarse dentro de una atmosfera de hambre y miseria, que aunque teñida de la tranquilidad de un conflicto casi terminado, la desestabilidad y la aún lejana reorganización, no daban abasto a las necesidades de aquella sociedad mexicana.

Es de notar que el papel que representa la clase baja en constante contraste con las otras clases sociales; ya que dentro de los conflictos de los obreros siempre ha de resaltar el elemento de su insignificancia.

Hago un paréntesis al comentar que particularmente siento ese desinterés un tanto descriptivo, como un elemento fuertemente simbólico, demostrando en el nublazón que impide verles totalmente, la realidad de las clases sociales, que poco o casi anda sabe realmente la una de la otra.

De un modo un tanto irónico muestra como una persona, en este caso el personaje principal, Federico Robles, sale de esa nube y se encuentra dentro de una posición “aventajada” casi por suerte; donde por la benéfica circunstancia de participar en la revolución, los aires de victoria, lo separan del proletariado.

Durante la trama, el personaje principal conocerá personajes importantes de la historia; el mismo siempre enfrentará de manera aparentemente disfrazada conflictos por su condición étnica.

 Aunque cuando conoce a la mujer con quien él ha de querer casarse, se da cuenta que en los complejos de ella hacia su propia raza, el encontraba realmente algún afecto, de describe en el libro

“Federico Robles y Federico Robles era un hombre que había sabido triunfar y dominar y era el dinero y el poder y la posibilidad de ayuda para escalar y en consecuencia Norma era la elegancia y el chic 19 y todo lo que los atributos de su marido significaban, al pasar la frontera invisible entre el trabajo y el juego, en el gran mundo. Así la quería —creyó pensar—, así la había buscado, para esto. Para nada más. No tenía derecho a exigirle otra cosa. Norma había cumplido el pacto tácito (…) De una brida tensa entre los dientes, en el campo de Celaya, origen del poder, hasta este mismo momento en que la prolongación de Federico Robles iba a reinar con su elegancia sobre una boda aristocrática”^[1]

Se tratan temar de marginación en muchos sentidos, muestra como era en una gama amplia el espectro general de la sociedad mexicana; ejemplo claro el poeta Rodrigo, quien es la muestra de negación además de una actitud un tanto ya desapegada del interés de conocer verdaderamente el origen de ciertas cosas como el racismo, el clasismo, y la necesidad de que existan las clases sociales con ese sentimiento tan hostil.

“Rodrigo, con una curiosa alegría, rio. Se sentía, por fin, superior al medio. Repasó, sin darse cuenta, dos o tres frases de Mediana en la Preparatoria, uno o dos gestos de Norma Larragoiti, escuchó las risas sofocadas del Junior, de Pimpinela, de Bobó. Ahora estaba seguro de que podría dominarlo todo. Cuando Simón dijo «maxicanas», Rodrigo hubiera querido responder «el espíritu santo, el crespón negro de la casa del abuelo». Había recuperado el juego; ¡si le hubiesen dicho a tiempo que sólo faltaba conocer la nueva mecánica del nuevo juego para superarlo todo, intelectuales burlones, novias deslumbradas por la riqueza, madres opresivas!”1

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