Danza Regional
Enviado por pedroalan • 30 de Enero de 2012 • 9.371 Palabras (38 Páginas) • 930 Visitas
HISTORIA DE LA
DANZA EN
MEXICO A
PARTIR
DEL PORFIRIATO
Introducción
En este trabajo se muestra la danza, desde los inicios del gobierno de Porfirio Díaz, pasando por todas las
características que desarrollo y mantuvo durante esos treinta años de gobierno, pasando a la danza post
revolución, el proyecto de Vasconcelos en el que se empieza a dar una clara visión de la idea nacionalista,
todo lo que surgió durante esta época donde todos los artistas querían encontrarse con las raíces mexicanas, el
surgimiento de la Escuela Nacional de Danza, el Palacio de Bellas Artes, la danza modernista, se habla
también de las grandes bailarinas: Sokolov, Waldeen, las hermanas Campobello, Guillermina Bravo, Lourdes
Campos, Amalia Hernández, Josefina Lavalle, José Limón, entre otros.
LA DANZA DURANTE LA EPOCA PORFIRNA.
La cultura, a grandes rasgos, es la expresión más directa y fiel de la evolución de un pueblo. Al mismo tiempo
que lo identifica, expresa los elementos que los une a su naturaleza con su trayectoria histórica. Resulta difícil
conocer o entrar en contacto por primera vez con una nación, del presente o del pasado, por conductos
distintos de las producciones de su cultura pues en el devenir cultural se van forjando y registrando
simultáneamente los rasgos principales de todo grupo humano.
El porfiriato, cabalmente iniciado en 1877, alcanzó en 1911 el establecimiento de una cultura mexicana que,
por una parte, asentó al fin algunos de los valores y características por los que también lucharon y discutieron
los dirigentes nacionales durante todo el siglo XIX; por otra parte, el prolongado gobierno de Porfirio Díaz
construyo una nación mediante la centralización organizada de aspectos culturales foráneos que, si bien
impactaron al grueso de la población, pocos efectos tuvieron −como en las aspiraciones políticas de la masa−
en la cultura popular. La gran explosión social de 1910 habría de revelar la existencia de un mundo nacional
dividido, partido en segmentos irreconocibles; asimismo, en sus quehaceres netamente culturales, el pueblo se
hallaría poco relacionado con los grupos hegemónicos pues éstos se habían alejado paulatinamente de sus
expresiones, inquietudes, diversiones, problemas y temas.
Don Porfirio cumplió su promesa de aglutinar a la disgregada nación pero lo hizo convirtiendo al poder en
espectáculo: el ejército, la burocracia, el comercio y la alta sociedad produjeron paladines de debían ser
admirados con los atavíos del disfraz en los escenarios más indicados para marcar diferencias: bailes, desfiles,
ceremonias, tiendas, restaurantes Lo mexicano debía transfigurarse gracias a los elementos venidos de fuera;
el país importaba, sin ambages, óperas y operetas y las matrimoniaba con las tonadillas, las canciones locales
y regionales, el lenguaje popular, el chiste espontáneo y la música y las danzas nacionales. Los valses más
bellos de los compositores mexicanos imitan y hasta superan en delicadeza y calidad a los valses europeos. La
alta cultura porfirista es un cúmulo de imágenes idealizadas que incluyen al concepto idílico den indio, del
habitante prehispánico, de los elementos de la historia mexicana. La fiesta popular sigue su propio camino a la
vista de los nuevos conceptos de lo chic o elegante. El pueblo baila, canta y se divierte en los espacios abiertos
mientras los núcleos familiares pudientes se afrancesan bien y, mal en los salones y restaurantes. El
eclecticismo se vuelve costumbre y hasta pasión, azuzado por el talento muy especial del artista mexicano.
1La construcción de respetables salas teatrales −de la misma manera que el operativo acondicionamiento de
patios y espacios para celebrar bailes− indica la idea porfirista de respetar y fomentar las artes del espectáculo.
Durante el gobierno de Porfirio Díaz no sólo visitaron el país figuras principalísimas de la ópera, la opereta, la
danza y la música: también se aclimataron a la vida del país algunos artistas de renombre; se entusiasmaron
otros; y algunos más sintieron de lleno los apoyos incondicionales de los empresarios, gobierno y público para
montar y admirar espectáculos notables. La arquitectura europeizante y ecléctica de la cedes indicaban
elocuentemente el deseo de machihembrar las formas artísticas extranjeras y mexicanas: Teatro Juárez de
Guanajuato (1903), Teatro Luis Mier y Terán en Oaxaca (hoy Teatro Macedonio Alcalá, 1909); se erigieron
estas y otras muchísimas instalaciones que prepararon el terreno técnico y político para el proyecto de
construir el gran Teatro Nacional en la ciudad de México (hoy Palacio de Bellas Artes).
Carente de atención y ausente en los programas de instrucción pública, la danza es dejada, durante el
Porfiriato, de la mano de los alicientes oficiales. Allí estaba, existía, sostenida por la enorme tradición de la
danza mexicana que afloraba simultáneamente al desarrollo y la vigorización de las clases medias y sus
mentalidades, contradicciones y contrastes. Y como el motor de la vida social era la evolución indefectible
hacia el progreso, y que en un pueblo atrasado como el nuestro no había otra salida para procurar el progreso
que la institución de un gobierno fuerte, las danzas autóctonas y las danzas populares (folklóricas) de la
ciudad y el campo obedecieron la dirección y el sentido de sus propios impulsos hasta cubrir, con creces, las
demandas espontáneas de las nuevas clases medias. El incipiente proletariado urbano se unió a esta
satisfacción. Por su parte, las clases altas, sobre todo la nueva burguesía, más tranquilas, tuvieron tiempo y
entusiasmo para incorporar a sus costumbres la diversión del baile, incluso del gran baile. Por una parte, esta
modalidad transformaba la costumbre criolla y colonial de solazarse en los bailes de salón; por la otra
mexicanizaba la diversión europea de los salones de baile, iniciando sus ambientes, ritmos, pasos,
ostentaciones y actitudes dancísticas y sociales en los espacios del club, el círculo y el salón de fiestas. Bailar,
para las clases altas, se convierte en un deporte, un poco más oloroso y estético que los demás deportes a su
alcance. Ahora surgen el tiempo y las ganas para desenvolver el pataleo; asimismo, para familiarizarse con los
clases, las mazurcas, las poleas y los demás numeritos que, por muchos años traídos
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