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Las Ciudades Invisibles


Enviado por   •  31 de Enero de 2014  •  28.147 Palabras (113 Páginas)  •  314 Visitas

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Italo Calvino

Las Ciudades Invisibles

ÍNDICE

NOTA PRELIMINAR 4

I 9

LAS CIUDADES Y LA MEMORIA. 1 11

LAS CIUDADES Y LA MEMORIA. 2 11

LAS CIUDADES Y EL DESEO. 1 11

LAS CIUDADES Y LA MEMORIA. 3 12

LAS CIUDADES Y EL DESEO. 2 13

LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 1 13

LAS CIUDADES Y LA MEMORIA. 4 14

LAS CIUDADES Y EL DESEO. 3 15

LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 2 16

LAS CIUDADES SUTILES. 1 17

II 19

LAS CIUDADES Y L A MEMORIA. 5 21

LAS CIUDADES Y EL DESEO. 4 22

LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 3 23

LAS CIUDADES SUTILES. 2 23

LAS CIUDADES Y LOS INTERCAMBIOS. 1 24

III 27

LAS CIUDADES Y EL DESEO. 5 29

LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 4 29

LAS CIUDADES SUTILES. 3 30

LAS CIUDADES Y LOS INTERCAMBIOS. 2 31

LAS CIUDADES Y LOS OJOS. 1 32

IV 34

LAS CIUDADES Y LOS SIGNOS. 5 36

LAS CIUDADES SUTILES. 4 36

LAS CIUDADES Y LOS INTERCAMBIOS. 3 37

LAS CIUDADES Y LOS OJOS. 2 38

LAS CIUDADES Y EL NOMBRE. 1 38

V 41

LAS CIUDADES SUTILES. 5 42

LAS CIUDADES Y LOS INTERCAMBIOS. 4 43

LAS CIUDADES Y LOS OJOS. 3 44

LAS CIUDADES Y EL NOMBRE. 2 44

LAS CIUDADES Y LOS MUERTOS. 1 45

VI 47

LAS CIUDADES Y LOS INTERCAMBIOS. 5 49

LAS CIUDADES Y LOS OJOS. 4 50

LAS CIUDADES Y EL NOMBRE. 3 51

LAS CIUDADES Y LOS MUERTOS. 2 51

LAS CIUDADES Y EL CIELO. 1 53

VII 55

LAS CIUDADES Y LOS OJOS. 5 56

LAS CIUDADES Y EL NOMBRE. 4 57

LAS CIUDADES Y LOS MUERTOS. 3 58

LAS CIUDADES Y EL CIELO. 2 60

LAS CIUDADES CONTINUAS. 1 61

VIII 64

LAS CIUDADES Y EL NOMBRE. 5 66

LAS CIUDADES Y LOS MUERTOS. 4 67

LAS CIUDADES Y EL CIELO. 3 67

LAS CIUDADES CONTINUAS. 2 68

LAS CIUDADES ESCONDIDAS. 1 68

IX 71

LAS CIUDADES Y LOS MUERTOS. 5 74

LAS CIUDADES Y EL CIELO. 4 76

LAS CIUDADES CONTINUAS. 3 76

LAS CIUDADES ESCONDIDAS. 2 78

LAS CIUDADES Y EL CIELO. 5 78

LAS CIUDADES CONTINUAS. 4 80

LAS CIUDADES ESCONDIDAS. 3 81

LAS CIUDADES CONTINUAS. 5 82

LAS CIUDADES ESCONDIDAS. 4 83

LAS CIUDADES ESCONDIDAS. 5 84

NOTA PRELIMINAR

En Las ciudades invisibles no se encuentran ciudades reconocibles. Son todas inventadas; he dado a cada una un nombre de mujer; el libro consta de capítulos breves, cada uno de los cuales debería servir de punto de partida de una reflexión válida para cualquier ciudad o para la ciudad en general.

El libro nació lentamente, con intervalos a veces largos, como poemas que fui escribiendo, según las más diversas inspiraciones. Cuando escribo procedo por series: tengo muchas carpetas donde meto las páginas escritas, según las ideas que se me pasan por la cabeza, o apuntes de cosas que quisiera escribir. Tengo una carpeta para los objetos, una carpeta para los animales, una para las personas, una carpeta para los personajes históricos y otra para los héroes de la mitología; tengo una carpeta sobre las cuatro estaciones y una sobre los cinco sentidos; en una recojo páginas sobre las ciudades y los paisajes de mi vida y en otra ciudades imaginarias, fuera del espacio y del tiempo. Cuando una carpeta empieza a llenarse de folios, me pongo a pensar en el libro que puedo sacar de ellos.

Así en los últimos años llevé conmigo este libro de las ciudades, escribiendo de vez en cuando, fragmentariamente, pasando por fases diferentes. Durante un período se me ocurrían sólo ciudades tristes, y en otro sólo ciudades alegres; hubo un tiempo en que comparaba la ciudad con el cielo estrellado, en cambio en otro momento hablaba siempre de las basuras que se van extendiendo día a día fuera de las ciudades. Se había convertido en una suerte de diario que seguía mis humores y mis reflexiones; todo terminaba por transformarse en imágenes de ciudades: los libros que leía, las exposiciones de arte que visitaba, las discusiones con mis amigos.

Pero todas esas páginas no constituían todavía un libro: un libro (creo yo) es algo con un principio y un fin (aunque no sea una novela en sentido estricto), es un espacio donde el lector ha de entrar, dar vueltas, quizás perderse, pero encontrando en cierto momento una salida, o tal vez varias salidas, la posibilidad de dar con un camino para salir. Alguno de vosotros me dirá que esta definición puede servir para una novela con una trama, pero no para un libro como éste, que debe leerse como se leen los libros de poemas o de ensayos o, como mucho, de cuentos. Pues bien, quiero decir justamente que también un libro así, para ser un libro, debe tener una construcción, es decir, es preciso que se pueda descubrir en él una trama, un itinerario, un desenlace.

Nunca he escrito libros de poesía, pero sí muchos libros de cuentos, y me he encontrado frente al problema de dar un orden a cada uno de los textos, problema que puede llegar a ser angustioso. Esta vez, desde el principio, había encabezado cada página con el título de una serie: Las ciudades y la memoria, Las ciudades y el deseo, Las ciudades y los signos; llamé Las ciudades y la forma a una cuarta serie, título que resultó ser demasiado genérico y la serie terminó por distribuirse entre otras categorías. Durante un tiempo, mientras seguía escribiendo ciudades, no sabía si multiplicar las series, o si limitarlas a unas pocas (las dos primeras eran fundamentales) o si hacerlas desaparecer todas. Había muchos textos que no sabía cómo clasificar y entonces buscaba definiciones nuevas. Podía hacer un grupo con las ciudades un poco abstractas, aéreas, que terminé por llamar Las ciudades sutiles. Algunas podía definirlas como Las ciudades dobles, pero después me resultó mejor distribuirlas en otros grupos. Hubo otras series que no preví de entrada; aparecieron al final, redistribuyendo textos que había clasificado de otra manera, sobre todo como “memoria” y “deseo”, por ejemplo Las ciudades y los ojos (caracterizadas por propiedades visuales) y Las ciudades y los intercambios, caracterizadas por intercambios: intercambios de recuerdos, de deseos, de recorridos, de destinos. Las continuas y las escondidas, en cambio, son dos series que escribí adrede, es decir con una intención precisa, cuando ya había empezado a entender la forma y el sentido que debía dar al libro. A partir del material que había acumulado fue como estudié la estructura más adecuada, porque quería que estas series se alternaran, se entretejieran, y al mismo tiempo no quería

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