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Lo poco que saben los extranjeros sobre Colombia


Enviado por   •  20 de Agosto de 2015  •  Biografía  •  3.467 Palabras (14 Páginas)  •  129 Visitas

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Eric J. Hobsbawm Traducción de Magdalena Holguín Lo poco que saben los extranjeros sobre Colombia, el tercer país de Latinoamerica y virtualmente el menos conocido, se refiere al tráfico de cocaina y a las novelas de García Márquez. García Márquez es ciertamente un guía maravilloso, pero sus libros no son una buena introducción a este extraordinario país. Sólo quienes han estado allí, saben cuánto se acerca la realidad colombiana a lo que se lee como fantasía. El tráfico de drogas, infortunadamente, también forma parte de esta realidad, aun cuando las autoridades colombianas se muestren reacias a discutir el tema. Debe admitirse también que su preocupación al respecto es mucho menor que la de sus contrapartes norteamericanas. Y esto, probablemente, debido a que la preocupación principal de los colombianos, autoridades o no, es la creciente ola de asesinatos. Desde hace tiempo, el país ha sido famoso por su proclividad al homicidio. El excelente informe sobre derechos humanso, American Watch (Septiembre de 1986), señala que el homicidio fue la principal causa de muerte para los hombres entre los quince y los cuarenta y cuatro años, y ocupa el cuarto lugar como causa de mortalidad para todas las edades. La muerte violenta no es sólo una de las maneras posibles de terminar la vida en este país. Es, para citar un soberbio y escalofriante ejercicio reciente de historia oral, "un personaje omnipresente".) Pero lo que temen los colombianos no es únicamente la muerte, sino ser arrastrados nuevamente hacia una de aquellas pan demias de violencia que * New York Review of Books, Nov. 20 de 1986. 1. Alfredo Molano, Los años del tropel, p. 33. 56 ocasionalmente azotan el país, especialmente la que se prolongó durante los veinte años comprendidos entre 1946 y 1966, conocida simplemente como La Violencia. Esta era sombría ha sido objeto recientemente de serios estu(!ios por parte de un grupo de jó- venes historiadores locales, entre los cuales cabe destacar el estudio realizado por Carlos Ortíz sobre la región cafetera del Quindío, por mostrar lo que puede lograrse mediante la combinación de investigación de archivos, historia oral y conocimiento local. Entre los intentos sistemáticos de relacionar los años de la Violencia con el presente, dehen mencionarse el libro editado o compilado por Gonzalo Sánchez y Ricardo Peñaranda, así como el importante libro de Arturo Alape, La paz, la violencia. El temor a una nueva escalada de asesinatos -la última dejó aproximadamente 200.000 muertos- es tanto polí- tico como social. (La cifra de 300.000 que aparece en el informe American Watch no está basada en datos comprobados, y es, muy seguramente, excesivamente alta). Colombia fue, durante la mayor parte de su historia, y sorprendentemente lo es aun en gran medida, una tierra de colonos pioneros ("El clásico colono con su hacha, su escopeta y su perro de cacería", para citar una descripción de la década de 1970).2 El gobierno nacional y la legislatura realizan todavía incursiones ocasionales en gran parte del campo desde las ciudades, las cuales, a su vez, sólo vagamente dependen del control de la capital. Incluso la más antigua y poderosa institucion nacional posee tan solo una organización esquelética: no hay más de dieciseis sacerdotes en la diócesis de Valledupar, diócesis que 2. Jaime Jaramillo, Leonidas Mora, Fernando Cubides, Colonización, coca y guerrilla, p. 32-73. cubre uno y medio de los veinte departamentos del país. 3 Era, y todavía en gran parte lo es, una mezcla entre el Oeste salvaje, la urbanización latinoamericana del siglo XX, y la Inglaterra del siglo XVIII, en la cual una oligarquía constitucional de familias pudientes establecidas, divididas en dos partidos rivales (liberal y conservador), constituía el gobierno que hubiere. Colombia tuvo un sistema partidista nacional antes de tener un estado nacional. La cohesión de la oligarquía y su auténtica adhesión a una constitución electoral, ha garantizado que el país no haya sido víctima, prácticamente nunca, de las usuales dictaduras o juntas militares latinoamericanas; pero el precio ha sido ba- ños de sangre endémicos y, a veces, epidémicos. Pues allí las armas no son el monopolio de nadie y, por razones que hasta ahora se escapan a los historiadores, el común de la gente, en algún momento del siglo XIX, adoptó los partidos liberal y conservador como formas rivales de religiones ancestrales. Nada puede ser más letal, como lo demuestra el libro de Alfredo Molano. La historia colombiana de los últimos sesenta años, es aquella de una sociedad cuya transformación ha sometido el orden social y político a enormes presiones y, en ocasiones, lo ha resquebrajado. Cómo continúa operando eficazmente en la actualidad, es un gran interrogante abierto. Inicialmente, la presión vino de abajo, cuando las masas rurales y urbanas se movilizaron para luchar contra la oligarquía, dirigidas por el extraordinario caudillo populista Jorge Eliécer Gaitán. Su asesinato, en una calle de Bogotá, en 1948, desencadenó, en el término de pocas horas, una insurrección espontánea en la capital, a la que 3. Documentos Zona-Cinep: La Colombia de Betancur, año 4, No. 13 (Julio 1986).

se unió la policía, y se propagó, mediante la toma de poder, igualmente espontánea por parte de comités revolucionarios, a varias ciudades de provincia. Si Gaitán fue asesinado por la oligarquía, como lo supuso automáticamente la gente del pueblo, es imposible saberlo. Que tenían motivos para temer a este hombre, que había capturado el partido liberal y estaba próximo a ser presidente, es seguro. Después de todo, él solo, desencadenó la única revolución conocida de alcance nacional, por combustión espontánea. Como lo dijo un asesino conservador, particularmente sediento de sangre, en la Violencia que siguió a su muerte: "Dígase lo que se quiera, Gaitán estaba por encima de los partidos ... El era el pueblo ... Sabíamos que elliberalismo no era Gaitán, pues él estaba en contra de la oligarquía".4 Lo que debió haber sido una revolución social terminó en la Violencia porque, quizás por última vez, el sistema oligárquico logró contener y controlar la insurrección social, convirtiéndola en una lucha partidista. Pero la batalla se salió de control, y se transformó en una avalancha de sangre, porque la lucha armada entre liberales y conservadores llevaba entonces una carga adicional de odio social y de miedo: el miedo de los oligarcas conservadores de que su partido estuviese en permanente minoría frente a un partido liberal que parecía haber conquistado las masas recientemente sublevadas; y el odio de los pobres del otro bando, no sólo como adversarios tradicionales, sino como opresores de los pobres, o como personas capaces de haber logrado conseguir una mejor situación económica. La fase más sangrienta del conflicto (entre 1948 y 1953), reconcilió brevemente al orden establecido con una de las pocas dictaduras militares colombianas, bajo el General Rojas Pinilla, entre 1953 y 1957. Sin embargo, después de su caída, amenazada por la pérdida de control, tanto del ejército como de la revolución social, la oligarquía decidió cerrar filas. Durante el Frente Nacional -que de hecho sólo terminó en 1986-, los partidos suspendieron su lucha, se turnaron la ocupación de la presidencia, y compartieron 4. Alfredo Molano, Los años del tropel, pp. 229-230. los cargos equitativamente. La Violencia terminó en un bandolerismo politizado, más o menos liquidado hacia la mitad de la década de 1960, fase analizada con mucha claridad en el libro de Gonzalo Sánchez y Donny Meerten, Bandoleros, gamonales y campesinos. Durante algún tiempo, parecía que el estado moderno llegaría realmente a Colombia. De hecho, el ritmo y el ímpetu del cambio social resultó, otra vez, excesivo para el sistema social, especialmente para un sistema fosilizado por una clase dirigente cuyo sentido de la urgencia de las reformas sociales había sido atrofiado por una larga trayectoria de eliminación y expulsión de los elementos indeseables para el sistema. En los veinticinco años que siguieron a 1950, Colombia pasó de tener dos tercios de población rural, a un 70 por ciento de población urbana, mientras que la Violencia desencadenaba nuevamente una ola de migraciones de quienes, por fuerza, miedo o decisión, se dirigían a algunos de los muchos lugares donde un hombre y su esposa podían desbrozar un terreno y cultivar lo suficiente para satisfacer sus necesidades, lejos del gobierno y del poder de los ricos. Nueva industria llegó a Colombia, donde actualmente se fabrican carros franceses y japoneses, camiones norteamericanos y camperos soviéticos. Llegaron nuevos productos básicos, en especial mariguana y cocaina, y llegó asimismo el turismo. Nuevos tipos de riqueza y de influencia socavaron la antigua oligarquía. Desde 1970, varios hombres que no pertenecían a las antiguas dinastías han accedido a la cima de la política colombiana: Misael Pastrana, Julio César Turbay, Belisario Betancur. Las tensiones sociales que anteriormente estallaron en revoluciones espontáneas continúan tan tensas como siempre. En el campo, explican la continua expansión del movimiento guerrillero hasta 1984, comenzada a mediados de los años 60 por unos pocos grupos comunistas de auto-defensa, desterrados a áreas remotas e inaccesibles, pero que el ejército no logró liquidar. Estos grupos conformaron el núcleo original de los principales movimientos armados de los últimos veinte años, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), pertenecientes al Partido Comunista Colombiano, las cuales, en el "momento del armisticio de 1984, contaban con veintisiete "frentes, o unidades regionales". (El principal comandante político de las FARC, Jacobo Arenas, publicó reciéntemente Cese al fuego, una "historia política" de la guerrilla). Básicamente, constituye un movimiento campesino de colonos. Pues la esencia del "problema agrario" en un país que dispone de enormes extensiones de terreno, no es la falta de tierra. Es para ponerlo en términos simples, la defensa de los derechos de los colonos usurpadores contra los terratenientes, quienes poseen pretensiones legales, igualmente vagas e inciertas sobre la propiedad de vastos territorios subutilizados, pero que detentaban (hasta la llegada de la guerrill~, un mayor poder político y militar. Las FARC fueron subestimadas durante mucho tiempo por todos los sectores, con excepción del ejército, porque sus miembros operaban en regiones apartadas, y porque los intelectuales citadinos no tomaban en serio estos "campesinitos". Nunca dejó de crecer, constituyendo aproximadamente una tercera parte de toda la guerrilla. 6 Después de 1965, se les unieron otros grupos menores, rivales y hostiles. El Ejército de Liberación Nacional (ELN), inspirado por Cuba, estaba destinado al fracaso al adoptar la lunática teoría propuesta por el Che Guevara y Régis Debray del "foco" -consistente en lanzar, desde fuera, una fuerza guerrillera al interior del país-, teoría que este grupo quiere ejemplificar. El ELN atrajo sacerdotes y estudiantes, pero su inoperancia y su falta de objetivos políticos pronto se hicieron evidentes. Probablemente ha matado a más de sus miembros y exmiembros de lo que jamás ha matado soldados. Virtualmente inerradicable, como todos los movimientos guerrilleros colombianos, se rehusa a firmar todo tipo de tregua y, actualmente, cuenta con pocos simpatizantes; gracias al chantaje al que somete a las 5. La causa típica de la rebelión campesina en otros lugares, la lucha por recuperar terrenos comunales enajenados, se limita en Colombia a antiguas comunidades indígenas, o a las que sobreviven, y conforma un caso especial. El primer alcalde comunista legalmente nombrado en el país (1986), administra Coyaima, un típico resguardo indígena -politizado desde hace largo tiempo por esta razón-o 6. Enrique Santos Calderón, La guerra por la paz, p. 108. 57

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