Napoleón Y El Espectro
Enviado por rodripintos • 21 de Mayo de 2013 • 785 Palabras (4 Páginas) • 472 Visitas
Napoleón y el espectro.
Napoleon and the Spectre, Charlotte Brontë (1816-1855)
Bien, como iba diciendo, el Emperador fue a la cama.
-Caballero -le dijo a su sirviente- baja las cortinas y cierra las ventanas antes de irte.
El sirviente obedeció. Luego se retiró llevándose el candelabro.
A los pocos minutos, el emperador sintió que su almohada se endurecía. La sacudió, y un sonido áspero se oyó cerca de la cama. Su majestad escuchó atentamente, pero el silencio retornó apenas dejó de sacudir la almohada.
Volvió a recostarse, cuando fue perturbado por la sed. Se apoyó sobre un codo, tomó un vaso con jugo de limón de su mesa de noche y se refrescó con un largo trago. Cuando depositó nuevamente el vaso en su sitio se oyó un gruñido en un rincón de la habitación.
-¿Quién anda ahí? -inquirió el emperador, tomando sus pistolas- ¡Habla o te volaré la tapa de los sesos!
Esta amenaza no produjo otra respuesta que una corta y afilada risa, seguida por un silencio mortal.
El emperador se incorporó. Se acercó temerariamente al armario y lo abrió violentamente. Estiró su sable hacia adelante, listo para el embate, pero allí no había nada. Los sonidos, quizá, procedían de algún rincón detrás de la ropa, de una capa, más precisamente, que colgaba de un gancho.
Avergonzado, regresó al lecho.
Cuando cerró los párpados sintió una oscuridad anormal. Una sombra, rápida y furtiva, cruzó delante de la cama.
-Es una ilusión óptica. -razonó el emperador.
-¿Lo es? -susurró una misteriosa voz cerca de su oído-¿Fue una ilusión, Emperador de Francia? ¡No! Lo que has oído es real. Levántate, ligero como las águilas, contemplad el Espectro Violeta. ¡Sígueme, y lo verás todo!
Al cesar el susurro, una forma extraña comenzó a materializarse. Alta como un hombre, vestida de azul, con un lazo dorado en la cabeza. Llevaba una capucha negra, con dos pequeños objetos detrás de cada oreja. Su faz era lívida. La lengua se asomada detrás de los dientes, y los ojos brillaban inyectados en sangre.
-¡Mon Dieu! -exlamó el emperador- exclaimed the Emperor- ¿Qué estoy viendo? ¿Un espectro?
La aparición no habló. Con un gesto, le indicó al emperador que lo siguiera. Manipulado por una misteriosa influencia, obedeció sin reparos. La sólida pared de la habitación cayó a medida que se acercaban y, cuando la atravesaron, se cerró con un estruendo.
La oscuridad no era total, pues una pálida luz flotaba en torno al fantasma, revelando los largos muros de una cripta. Caminaron envueltos por una brisa helada. El emperador avanzaba con su ropa de cama ceñida al cuerpo. De golpe, se encontró a sí mismo en una de las principales calles de París.
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