Otra Vuelta De Tuerca Libro Completo
Enviado por Machi100 • 17 de Septiembre de 2014 • 37.497 Palabras (150 Páginas) • 455 Visitas
HENRY JAMES
OTRA VUELTA DE TUERCA
(The Turn of the Screw, 1898)
La historia nos había mantenido alrededor del fuego casi sin respirar, y salvo el gratuito comentario de que era
espantosa, como debe serlo toda narración contada en vísperas de Navidad en un viejo caserón, no recuerdo que
se pronunciara una palabra hasta que alguien tuvo la ocurrencia de decir que era el único caso que él conocía en
que la visión la hubiera tenido un niño. El caso, debo mencionarlo, consistía en una aparición en una casa tan
antigua como la que nos acogía en aquellos momentos, una aparición terrorífica a un niño que dormía en el
mismo cuarto que su madre, a quien despertó aterrorizado; pero despertarla no disipó su terror ni lo alivió para
recuperar el sueño, sino que, antes de haber conseguido tranquilizarlo, también ella se halló ante la misma
visión que había atemorizado al niño. La observación dio lugar a que Douglas replicara -no de inmediato, sino
más avanzada la velada- algo sobre cuyas interesantes consecuencias quiero llamar la atención. Otra persona
contó otra historia, no demasiado impresionante, y vi que Douglas no la seguía. Entendí que eso indicaba que
Douglas tenía algo que contar, con tal de que esperásemos. En realidad, esperamos hasta dos noches después,
pero en aquella misma velada, antes de separarnos, Douglas dejó entrever lo que estaba pensando.
-Estoy completamente de acuerdo, respecto al fantasma de Griffin, o lo que quiera que fuese, en que el hecho
de aparecerse primero a un niño de tierna edad le confiere un algo especial. Pero no es el único caso de esta
clase, que yo conozco, donde se involucre a un niño. Si un niño da la sensación de otra vuelta de tuerca, ¿qué
pensarían ustedes de dos niños?
-¡Pensaríamos que son dos vueltas, por supuesto! -exclamó alguien-. Y también que queremos conocer la
historia.
Aún veo a Douglas delante del fuego, de pie y dándole la espalda, con las manos metidas en los bolsillos,
dejando caer la mirada sobre su interlocutor.
-Por ahora, nadie más que yo la ha oído. Es demasiado horrible.
Esto, claro, lo repitió varias veces para darle toda su importancia; y tranquilamente nuestro amigo preparó el
terreno para su triunfo al mirarnos a los demás y agregar:
-Va más allá de todo lo conocido. No sé de nada que se le pueda comparar.
Recuerdo que pregunté:
-¿De tan terrorífico?
Pareció decir que no era tan sencillo como eso, que tratar de definirlo sería caer en una confusión. Se pasó la
mano por los ojos e hizo una mueca de pesar.
-¡De pavor! ¡Es pavoroso!
-¡Qué maravilla! -exclamó una de las mujeres.
Douglas ni se dio cuenta; me miraba, pero como si en lugar de verme estuviese viendo aquello de lo que
hablaba.
-Es misterioso y repugnante, terrorífico, doloroso.
-Entonces -dije-, siéntate y empieza a contárnoslo.
Se volvió hacia el fuego, dio una patada al tronco y estuvo observándolo unos instantes. Luego se encaró de
nuevo con nosotros.
-No puedo contarlo. Tendré que enviar un recado a la ciudad. -Hubo un unánime suspiro y muchas quejas, tras
lo cual Douglas se explicó a su manera reconcentrada-. La historia está escrita. Está encerrada con llave en un
cajón, de donde no ha salido hace años. Puedo escribir a mi criado y adjuntarle la llave; él podrá enviar el
paquete tal como lo encuentre.
Parecía dirigirse especialmente a mí, casi parecía pedirme ayuda para no dudar. Había roto una gruesa capa de
hielo, fruto de muchos inviernos; sus razones habría tenido para tan largo silencio. El resto de la concurrencia
1
se lamentó del aplazamiento, pero a mí me atrajeron sus escrúpulos. Le hice prometer que escribiría con el
primer correo y que acordaría con nosotros una pronta lectura; luego le pregunté si la experiencia en cuestión
era propia. Respondió rápidamente:
-¡No, gracias a Dios!
-Y el escrito, ¿es tuyo? ¿Anotaste tus impresiones?
-Sólo me quedó una impresión. La llevo aquí... -Se dio unos golpecitos a la altura del corazón-. No la he
perdido nunca.
-Entonces, el manuscrito...
-Está escrito con tinta vieja y descolorida y con una caligrafía bellísima. -De nuevo se volvió hacia el fuego-.
Es de una mujer. Hace veinte años que murió. Me envió las páginas en cuestión antes de morir.
Ahora todos escuchaban. Por supuesto, hubo quien se las dio de listo o al menos sacó sus conclusiones. Pero él
pasó por encima la interferencia, sin siquiera una sonrisa ni tampoco la menor irritación.
-Era una persona encantadora, pero diez años mayor que yo. Fue institutriz de mi hermana -dijo suavemente-.
Era la mujer más agradable que he conocido en su profesión; hubiera merecido otra cosa. De eso hace mucho
tiempo, y el episodio ocurrió mucho antes. Yo estaba en el Trinity y la encontré en casa al regresar para mi
segundo veraneo. Aquel año fue algo más que eso, fue un hermoso verano; y en sus horas libres dimos paseos y
tuvimos conversaciones en el jardín, conversaciones en las que me sorprendió su gran inteligencia y simpatía.
Sí, sí, no se rían: me gustaba enormemente y hasta el día de hoy me alegra pensar que también yo le gustaba a
ella. De no ser así, no me lo habría contado. Nunca lo hubiera contado a nadie. No es que ella me lo dijera, sino
que yo lo sabía. Estaba seguro, lo comprendía. Juzgarán mejor las razones cuando hayan oído la historia.
-¿Porque había pasado tanto miedo? -Continuaba mirándome fijamente.
-Juzgarán mejor -repitió-, luego.
Yo también lo miré fijamente.
-Comprendo. Estaba enamorada. Rió por primera vez. -Es perspicaz. Sí, estaba enamorada. Es decir, había
estado enamorada. Se descubrió... No podía contar su historia sin descubrirlo. Me di cuenta y ella se dio cuenta
de que yo me daba cuenta; pero ninguno lo dijimos. Recuerdo el momento y el lugar: un prado recoleto, la
sombra de las grandes hayas y la larga y cálida tarde de verano. No era un escenario para pasar miedo y, sin
embargo... ¡ay!
Se alejó del fuego y volvió a dejarse caer en el sillón.
-¿Recibirás el paquete el jueves por la mañana? -inquirí.
-Lo probable es que no llegue hasta el segundo correo.
-Entonces, en la sobremesa...
-¿Se reunirán
...