Pedagogía del Oprimido - Paulo Freire
cielito7Monografía28 de Octubre de 2018
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Universidad Nacional de Entre Ríos
Facultad de Ciencias de la Educación
Licenciatura en Comunicación Social
Corrientes del pensamiento
Monografía: Pedagogía del oprimido – Paulo Freire
Cuerpo docente:
Gustavo Lambruschini
Diego Dumé
Leandro Drivet
Franco Giorda
Alexis Chausovsky
Patricia Corradini
Alumna:
Cielo Trinidad Alzamendi
DNI 39.030.287
Fecha de entrega: viernes 22 de junio de 2018
Introducción
Paulo Reglus Neves Freire fue un pedagogo brasileño nacido el 19 de septiembre de 1921 en Recife, Pernambuco, una de las regiones más pobres de Brasil. Estudió derecho, pero en ese entonces su mujer (Elza Maia Costa Oliveira) influyó en él y pasó a dedicarse a la pedagogía.
En su trabajo desarrolló un gran proceso, que lo llevó a ser desde profesor de escuela hasta creador de nuevos enfoques y métodos pedagógicos.
Su metodología fue muy utilizada en campañas de alfabetización de adultos en Brasil; por ese motivo fue acusado de subversivo y encarcelado después del golpe militar de 1964. Unos meses más tarde, fue liberado con la condición de exiliarse: partió a Chile, donde continuó con su labor durante cinco años.
Fue nombrado Experto de la Unesco y en 1969 se desempeñó como associate profesor en la Universidad de Hardvard.
En el exilio escribió Pedagogía del Oprimido, caracterizada como la obra más representativa del autor y de mayor influencia en el pensamiento pedagógico y social del siglo XX. El método de alfabetización que inaugura Pedagogía del oprimido sigue siendo indispensable para reflexionar sobre la práctica educativa también en el siglo XXI.
Durante su trayectoria fue reconocido y homenajeado por diversas instituciones alrededor del mundo; se lo declaró ciudadano honorario de varias ciudades de Brasil y en el exterior.
La teoría de Freire coloca a los sujetos en condiciones de replantearse críticamente las palabras de su universo para descubrirse y conquistarse, y así, asumir lúcidamente su condición humana: aprendizaje transformador.
“Enseñando descubrí que era capaz de hacerlo y que me gustaba mucho. Empecé a soñar cada vez más en ser un profesor. Aprendí a enseñar a medida que más amaba hacerlo y más estudiaba al respecto”[1]
Desarrollo
Paulo Freire plantea en su ensayo, como primera parte, el problema de la humanización de los hombres. Asumiendo la deshumanización es que los hombres comienzan a preguntarse por otra viabilidad que es la humanización. Ambas se encuentran permanentemente en la búsqueda del individuo. La deshumanización es una distorsión de la vocación de “ser más”. Pero la violencia de los opresores no instaura esa otra vocación de ser menos, sino que, “como distorsión del ser más, el ser menos conduce a los oprimidos, tarde o temprano, a luchar contra quien los minimizó”[2] (pag 39). Y esta lucha solo va a tener sentido si los oprimidos no solo recuperan su humanidad sino también la de los opresores, es decir, liberarse a sí mismos y liberar a los opresores. El poder que renace de la debilidad de los oprimidos es la que será suficientemente fuerte para liberar a ambos. Pero, cuando el poder de los opresores intenta suavizarse frente a la debilidad de los oprimidos, se expresa una falsa generosidad a fin de que la injusticia permanezca. El problema que aquí radica es en como podrán los oprimidos participar de la elaboración pedagógica para su liberación, el autor afirma que los oprimidos podrán encontrar la liberación en cuanto descubran que “alojan” al opresor: “Mientras vivan la dualidad en la cual ser es parecer y parecer es parecerse con el opresor, es imposible hacerlo” (Freire, 1969:41). También es importante considerar que, en un primer momento de este descubrimiento, los oprimidos tienden a ser opresores, y no buscan su liberación. Este pensamiento se debe a que su estructura se encuentra condicionada por lo que ha vivido. En cierto momento de su experiencia existencial “los oprimidos asumen una postura que llamamos adherencia al opresor (…) No llegan a admirarlo, lo que los llevaría a objetivarlo, a descubrirlo fuera de sí”
Es por eso que, para Freire, la búsqueda de la libertad es una búsqueda permanente. Es una conquista y no una donación. Los oprimidos, al no ser libres, tienen que luchar para conseguir su libertad. Pero esto no se da de manera fácil, ya que los oprimidos le temen a la libertad. Le temen en el sentido de que no se sienten capaces de correr el riesgo de asumirla. Luchar significa una amenaza, ya que se atemorizan ante mayores represiones.
La liberación es un parto, dice el autor, “un parto doloroso: el hombre que nace de él es un hombre nuevo, hombre que solo es viable en la superación de la contradicción opresores-oprimidos y por ella, que, en última instancia, es la liberación de todos”[3] . Ya no es un opresor ni un oprimido, sino un hombre nuevo liberándose. Se trata de que los oprimidos puedan concebir la realidad como una situación que en un determinado momento los limita pero que pueden transformar. Es necesario que los oprimidos se entreguen a la praxis liberadora.
Freire plantea el papel que toma la subjetividad en la lucha por la modificación de las estructuras. En este sentido, no se puede pensar objetividad sin subjetividad: no existe una sin la otra, ambas no pueden ser dicotomizadas. Están en permanente dialecticidad.
Es importante dialogar con las masas sobre su acción. Plantear la inserción de las masas en su realidad a través de la praxis, porque ninguna realidad se transforma a sí misma. En este sentido, la pedagogía del oprimido, que busca la restauración de la intersubjetividad, aparece como pedagogía del hombre: animada por una auténtica generosidad, humanista y no humanitarista. La pedagogía de los opresores, que parte de intereses egoístas, hace de los oprimidos, objeto de su humanitarismo, encarna la propia opresión. Este es el instrumento de la deshumanización.
Es por eso que el autor afirma que la pedagogía del hombre no puede ser generada por opresores: “sería una contradicción si los opresores no sólo defendiesen, sino practicasen una educación liberadora”[4].
La pedagogía del oprimido tendrá dos momentos que se relacionan entre sí. Por un lado, los oprimidos van descubriendo el mundo de la opresión y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformación. En segundo lugar, una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación. Pero siempre será la acción a través de la cual se enfrentará la cultura de la dominación.
Al instaurarse la relación opresora aparece inmediatamente la violencia. Esta violencia no es iniciada por los oprimidos, sino por quienes oprimen, aquellos que explotan y toman a los otros como objetos. Pero, sin embargo, son los oprimidos (para los opresores) quienes se comportan como malvados, violentos, feroces, cuando responden con violencia los ataques de los opresores: es ahí donde se encuentra el gesto de amor. Es cuando los oprimidos se rebelan contra los que los oprimen.
Para Freire, el verdadero cambio, la real liberación, se da cuando se comulga con el pueblo: “Creer en el pueblo es la condición previa, indispensable, a todo cambio revolucionario. Un revolucionario se reconoce más por su creencia en el pueblo que lo compromete que por mil acciones llevadas a cabo sin él”[5]. El único camino posible es el de la práctica de una pedagogía liberadora, ya no del oprimido sino de los hombres.
El autor retoma estas dicotomías de opresor-oprimido para hablar de la “educación bancaria” y la relación educador-educandos. En esta relación, es el educador quien sabe e impone los conocimientos en los educandos mientras estos los adquieren de una manera mecánica. De esta manera, “la educación se transforma en un acto de depositar, en el cual los educandos son los depositarios y el educador quien deposita”[6].
Podría decirse que no existe una comunicación en un sentido de transmisión recíproca. Por el contrario, el educador realiza comunicados y depósitos que los educandos adquieren, memorizan y repiten. En este caso, el de la educación bancaria, el conocimiento es una donación de aquellos que saben y juzgan a otros como ignorantes. Justamente, la educación debería ser todo lo contrario a esto. Pero para eso, se debe superar la contradicción entre educando y educador: deben ser ambos, simultáneamente, educandos y educadores.
Este tipo de educación suprime la creatividad de los educandos. Los minimiza, estimula su ingenuidad y no su criticidad. Podemos decir que en este sentido satisface los intereses de los opresores. Por eso, retomando la dicotomía de opresor-oprimido, es necesario que los educandos (oprimidos en este caso) se descubran y transformen. Lo que les interesa a los opresores es poder cambiar la mentalidad de los oprimidos y no su situación para que logren adaptarse y así poder oprimirlos.
Freire propone una educación problematizadora, en contraposición a la educación bancaria, la cual posee un carácter altamente reflexivo e implica un acto permanente de descubrimiento de la realidad: “busca la emersión de las conciencias, de la que resulta su inserción crítica en la realidad” [7]. El objetivo es que los educandos se problematicen como seres en el mundo y con el mundo, para así sentirse más desafiados.
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