Petaca
Enviado por Tiaare_andreaa • 9 de Junio de 2015 • Síntesis • 766 Palabras (4 Páginas) • 319 Visitas
anciana Rosalía, abuelos de Cañuela, salieron muy temprano en dirección al pueblo.
Junto con Petaca, que dos años mayor que su primo, de cuerpo bajo y rechoncho es la antítesis de Cañuela, a quien gobierna y maneja con despótica autoridad, deciden ir de caceria. Entretanto, había que ocultar la pólvora. Cañuela propuso que se abriera un hoyo en un rincón del huerto y se la ocultase ahí pero Petaca le dijo que habia que buscar un lugar seco.
- ¡Enterrémoslo en la ceniza!
¿y si se prende? Pensó. De repente brincó de júbilo. Había encontrado la solución buscada. En un instante ambos chicos apartaron las brasas y cenizas del hogar y cavaron en medio del fogón un agujero de cuarenta centímetros de profundidad, dentro del cual envuelto en un pañuelo de hierbas, colocaron el saquete de pólvora.
Durante los días que precedieron al señalado para la caceria, Cañuela no cesó de pensar en la posibilidad de un estallido.
Petaca, con el fusil al hombro, sudaba y bufaba bajo el peso del descomunal armatoste. Durante la primera etapa, Cañuela, lleno de ardor , quería que hiciese fuego sobre todo bicho viviente.
Por fin, el descontentadizo cazador vio delante de sí una pieza digna de los honores de un tiro. Una loica macho.A cuatro metros del árbol, se detuvo, y reuniendo todas sus exhaustas fuerzas, se echó la
escopeta a la cara. Pero en el instante en que se aprestaba a tirar del gatillo, Cañuela que lo había seguido sin que él se apercibiera, le gritó de improviso con su vocecilla de clarín aguda y penetrante:
- ¡Espera, que no está cargada, hombre! La loica agitó sus alas y se perdió como una flecha en el horizonte.
¡Si al salir hubiesen cargado el arma! Pero aún era tiempo de reparar omisión tan capital, y poniéndose en pie llamó a Cañuela, para que le ayudara en la grave y delicada operación.¿Qué se colocaba primero?, ¿la pólvora o los guijarros? Petaca, aunque bastante perplejo, se
inclinaba a creer que la pólvora, e iba a resolver la cuestión es este sentido, cuando Cañuela, saliendo de su mutismo, expresó tímidamente la misma idea. Por último un impertérrito chincol tuvo la complacencia, en tanto se alisaba las plumas sobre una rama, de esperar el fin de tan extrañas y
complicadas manipulaciones. Parece mentira, pensó, que un escopetazo suene tan poco, y su primera mirada fue para el ave y, no viéndola en la rama, lanzó un grito de júbilo y se precipitó adelante, seguro de encontrarla en el suelo, patas arriba. Cañuela, que viera el chincol alejarse tranquilamente, no se atrevió a desengañarle.
Decidieron poner el fusil sobre una hoguera para no llegar con el a su casa y que su abuelo los regañara. Transcurrieron algunos minutos, y ya Petaca iba a acercase nuevamente para añadir más combustible, cuando
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