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Pideme Lo Que Quieras Maxim Maxwell


Enviado por   •  7 de Enero de 2013  •  380 Palabras (2 Páginas)  •  688 Visitas

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Qué pesadita es mi jefa.

Sinceramente, al final tendré que pensar lo mismo que media empresa: que ella y

Miguel, el guaperas de mi compañero, tienen un lío. Pero no. No quiero ser mal

pensada y entrar en la misma ruleta en la que todas mis compañeras han entrado. El

cuchicheo.

Desde enero trabajo para la empresa Müller, una compañía de fármacos alemanes.

Soy la secretaria de la jefa de las delegaciones y, aunque mi trabajo me gusta, me

siento explotada muy a menudo. Vamos... que sólo le falta a mi jefa atarme a la silla y

echarme un chusco de pan para comer.

Cuando por fin termino el montón de trabajo que mi querida jefa me ha ordenado

tener listo para el día siguiente, dejo los informes sobre su mesa y regreso a la mía.

Cojo el bolso y me voy sin mirar atrás. Necesito salir de la oficina o acabaré saliendo

en las noticias como la asesina en serie de jefas que se creen el ombligo del mundo.

Son las once y veinte de la noche... ¡Vaya horitas!

En la calle llueve a mares. ¡Perfecto! Chaparrón de verano. Llego hasta la puerta y,

tras echarle valor al asunto, corro hacia el parking donde me espera mi amado León.

Entro en el garaje como una sopa y, tras darle al botón del mando, Leoncito pestañea

sus luces dándome la bienvenida. ¡Es más mono...!

Rápidamente me meto en él. No soy miedosa, pero no me gustan los parkings y

menos aún si son tan solitarios como éste a estas horas. Inconscientemente, comienzo a

recordar películas de terror en las que la chica camina por uno de ellos y un desalmado

vestido de negro aparece y la acuchilla hasta morir. ¡Joder, qué mal rato!

En cuanto estoy dentro del coche, cierro los pestillos, abro el bolso, saco un

pañuelo de papel y me seco la cara. ¡Estoy empapada! Pero justo cuando voy a meter

las llaves en el contacto... ¡zas!, se me caen. Maldigo a oscuras y me agacho para

buscarlas.

Toco el suelo con la mano. A la derecha no están. A la izquierda tampoco. Vaya...

encuentro el paquete de chicles que busqué hace días. ¡Bien! Sigo toqueteando el suelo

del coche y por fin las encuentro. Entonces oigo unas risas cercanas y miro a mi

alrededor con cuidado para que no me vean.

¡Oh, Dios mío!

Entre risas y colegueo veo acercarse a mi jefa y a Miguel. Parecen divertidos.

...

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