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Poema


Enviado por   •  18 de Marzo de 2015  •  Resumen  •  413 Palabras (2 Páginas)  •  267 Visitas

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“Romance Elegíaco”- Luis de Miranda

Año de mil y quinientos

que de veinte se decía,

cuando fue la gran porfía

de Castilla,

sin quedar ciudad ni villa,

que a todas inficionó,

por los malos, digo yo,

comuneros,

que los buenos caballeros

quedaron tan señalados

afirmados y acendrados

como el oro.

Semejante al mal que lloro

cual fue la comunidad

tuvimos otra en verdad

subsecuente:

en las partes del poniente,

en el Río de la plata.

Conquista la más ingrata,

a su señor

desleal y sin temor,

enemiga del marido,

que manceba siempre ha sido

que no alabo,

cual los principios al cabo

aquesto ha tenido cierto

que seis maridos ha muerto

la señora.

Y comenzó la traidora

tan a ciegas y siniestro,

que luego mata al maestro

que tenía,

Juan Osorio se decía

el valiente capitán

Juan de Ayolas y Luján

y Medrano.

Salazar por cuya mano

tanto mal nos sucedió;

Dios haya quien lo mandó

tan sin tiento

tan sin ley ni fundamento,

con tan sobrado temor,

con tanta envidia y rencor

y cobardía.

En punto desde aquel día,

todo fue de mal en mal,

la gente y el general

y capitanes.

Trabajos, hambres y afanes

nunca nos faltó en la tierra

y así nos hizo la guerra

la cruel.

Frontera de San Gabriel

a do se hizo el asiento,

allí fue el enterramiento

de la armada;

cosa jamás no pensada,

que cuando no nos catamos

de dos mil aun no quedamos

en doscientos.

Por los malos tratamientos

muchos buenos acabaron

y otros los indios mataron

en un punto.

Y lo que más que esto junto

nos causó ruina tamaña,

fue la hambre más extraña

que se vio.

La ración que allí se dio

de harina y bizcocho,

fueron seis onzas u ocho,

mal pesadas.

Las viandas más usadas

eran cardos que buscaban

y aun estos no los hallaban

todas veces.

El estiércol y las heces

que algunos no digerían,

muchos tristes los comían,

que era espanto.

Allegó la cosa a tanto

que como en Jerusalén,

la carne del hombre también

la comieron.

Las cosas que alli se vieron,

no se han visto en escritura.

¡Comer la propia asadura

de su hermano! ¡Oh, juicio soberano

que notó nuestra avaricia

y vio la recta justicia

que allí obraste!

A todos nos derribaste

la soberbia por tal modo

...

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