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Sol De Media Noche


Enviado por   •  23 de Noviembre de 2011  •  9.835 Palabras (40 Páginas)  •  822 Visitas

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Capítulo 1: Primer encuentro

Éste era el momento del día en el que más deseaba ser capaz de dormir.

El instituto.

¿O sería más apropiado emplear el término «purgatorio»? Si existía algún modo

de purgar mis pecados, esto tenía que contar de alguna manera. El tedio era a lo

que menos me había conseguido acostumbrar y, aunque parezca imposible, cada

día me resultaba más monótono que el anterior. Supongo que ésta era mi manera

de dormir, si el sueño se define como un estado inerte entre periodos activos.

Me quedé mirando fijamente las grietas del enlucido de la esquina más lejana de

la cafetería, imaginando dibujos en ellas. Era una manera de sofocar las voces

que parloteaban dentro de mi mente como el gorgoteo de un río. Ignoré el

centenar de voces por puro aburrimiento. Cuando a alguien se le ocurre algo,

seguro que ya lo he oído con anterioridad más de una vez. Hoy, todos los

pensamientos se concentraban

en el trivial acontecimiento de una nueva incorporación al pequeño grupo de

alumnos. No se necesitaba mucho para provocar su entusiasmo. Había visto

pasar repetido el nuevo rostro de un pensamiento a otro, desde todos los ángulos

posibles. Sólo era otra chica humana. La excitación que había causado su

aparición resultaba predecible hasta el aburrimiento, era como mostrar un objeto

brillante a un niño.

La mitad del rebaño de ovejunos varones se imaginaba ya enamorándose de ella,

sólo porque era algo nuevo que mirar. Puse más empeño en no prestar atención.

Sólo hay cuatro voces que bloqueo por una cuestión de cortesía: las de mi familia,

mis dos hermanos y mis dos hermanas, quienes están tan acostumbrados a la

ausencia de intimidad en mi presencia que rara vez se dan cuenta. A pesar de

ello, les concedo toda la privacidad posible. Procuro no escucharlos si puedo

evitarlo.

Lo intento con todas mis fuerzas, claro, pero aún así... me entero de cosas.

Rosalie pensaba en ella misma, como de costumbre. Había captado su reflejo en

las gafas de sol de alguien y se regodeaba en su propia perfección. La mente de

Rosalie era un charco poco profundo de escasas sorpresas.

Emmett estaba que echaba chispas después de haber perdido un combate de

lucha libre con Jasper la noche anterior.

Necesitaría de toda su escasa paciencia para llegar al final de las clases y

organizar la revancha. Nunca he sentido que me entrometía en sus pensamientos

porque nunca ha pensado nada que no pudiera decir en voz alta o poner en

práctica. Sólo me siento culpable al leer la mente de los demás cuando me consta

que les gustaría que ignorase ciertas cosas. Pero si la mente de Rosalie es un

charco poco profundo, la de Emmett es un lago sin sombras, tan transparente

como el cristal.

Y Jasper estaba... sufriendo. Reprimí un suspiro. Edward. Alice me llamó por mi

nombre, pero sólo sonó en mi cabeza y le dediqué de inmediato toda la atención.

Era lo mismo que si la hubiera oído hablarme en voz alta.Me alegraba que en los

últimos tiempos hubiese pasado de moda el nombre que me habían puesto.

Menos mal, ya que hubiera resultado un fastidio volver la cabeza automáticamente

cada vez que alguien pensara en algún Edward…

En ese momento no me volví. A Alice y a mí se nos daban muy bien esas

conversaciones privadas, y era raro que nos pillaran durante las mismas. Mantuve

la mirada fija en las líneas que se formaban en el enlucido.

¿Cómo lo lleva?, me preguntó.

Torcí el gesto, pero sólo pareció que había cambiado ligeramente la posición de la

boca, nada que pudiera alertar a los otros. Era fácil que pensaran que lo hacía por

aburrimiento.

El tono de la mente de Alice ahora parecía alarmado y leí que vigilaba a Jasper

con su visión periférica. ¿Hay algún peligro? Ladeé la cabeza hacia la izquierda

muy despacio, como si contemplara los ladrillos de la pared, suspiré, y luego me

volví hacia la derecha, de nuevo hacia las grietas del techo. Sólo Alice se dio

cuenta de que estaba negando con la cabeza.

Ella se relajó. Avísame si la cosa se pone fea.

Moví sólo los ojos, primero arriba, hacia el techo, y luego abajo.

Gracias por ayudarme con esto.

Me alegré de no tener que contestarle en voz alta. ¿Qué le podría haber dicho?

¿«Encantado»? En realidad no era así. No disfrutaba asistiendo al debate interior

de Jasper ¿Era necesario pasar por todo esto? ¿No era un camino más seguro

admitir

simplemente que él nunca sería capaz de controlar su problema con la sed como

los demás, en lugar de tentar continuamente sus límites? ¿Por qué coquetear con

el desastre? Habían pasado ya dos semanas desde nuestra última expedición de

caza. No era un periodo de tiempo excesivamente insoportable para el resto de

nosotros. Algo incómodo a veces, si un humano caminaba muy cerca de nosotros

o si el viento soplaba del lado equivocado. Pero los humanos rara vez se

aproximan a nosotros. El instinto les dice lo que sus mentes conscientes

difícilmente comprenderían: que somos peligrosos.

Y en ese preciso momento Jasper lo era en grado sumo. Una chica bajita se

detuvo en un extremo de la mesa más próxima a la nuestra para hablar con un

amigo. Se pasó los dedos entre el pelo corto, color arena, y sacudió la cabeza.

Justo en ese momento la rejilla del aire acondicionado empujó su aroma en

nuestra dirección. Yo estaba acostumbrado a la forma en que me hacía sentir el

olor: sequedad y dolor en la garganta, un agujero anhelante en el estómago, un

agarrotamiento instantáneo de los músculos, el flujo excesivo de ponzoña en la

boca…

Todo eso era bastante normal y, por lo general, fácil de ignorar; pero hoy resultaba

más duro al tener los sentidos agudizados y notarlo todo por duplicado: la sed se

multiplicaba al monitorizar las reacciones de Jasper. Era la sed de dos, no sólo la

mía.

Jasper intentaba mantener la mente lejos de allí. Estaba fantaseando…Imaginaba

que se levantaba del lado de Alice y se paraba al lado de la chica. Pensaba en

inclinarse como si le fuera a susurrar algo al oído y dejar que sus labios rozaran el

arco de su garganta. Imaginaba también cómo fluía el cálido flujo de su pulso

debajo de la fina piel que sentiría

...

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