Vlad.

Sobre el libro

El Conde Vladimi Radu ha decidido instalarse en la Ciudad de México, por lo cual el Lic Eloy Zurinaga pide a uno de los abogados de su buffete, Yves Navarro, conseguir casa al nuevo huéspdes de la ciudad. Una casa con características poco comunes como la ausencia de luz y una barranca detrás del inmueble a la cual, “Vlad” puede acceder a través de un túnel porque no soporta la luz natural.

Para Yves Navarro, la pesadilla empieza cuando acepta encontrarse con Vlad. En la casa nota la ausencia de espejos y que las habitaciones pulcras no denotan un ambiente de descanso, como si nadie durmiera allí. Es hasta que encuentra el cuarto de baño de su anfitrión que sus ojos reciben la desnudez del Conde: piel pálida con ausencia de pelo y unas gafas negras en la cuencua de los ojos. “Páseme mi bata del armario” pide al buen Yves. Y allí en el armario están una fotografía de Asunción, su esposa y su hija Magdalena; ¿qué hacen allí, en la casa Vlad?

Cenan juntos y naturalmente, Yves regresa a casa, donde su familiares han desaparecido. Es necesario entonces regresar a la casa del conde para arreglar las cuentas. “Espere toda la maldad de Vlad” le advierte su jefe Zurinaga. ¿Qué pasa que Asunción dice sentirse bien con Vlad – “Vlad me satisface” y que Minea, la hija del Conde advierte que Magdalena, ha de quedarse allí?

Comentario personal

Mantener un ambiente de tensión en cualquier narración mientras se hace una descrpición del lugar donde se desarrolla la historia, es algo que he encontrado inmerso en las lecturas de Carlos Fuentes. En Vlad, este autor se aventura hacia el tema vampírico, trasladando al vampiro europeo para fundirlo en la arquitectura y el ambiente ajetreado de la ciudad de México. A pesar de su corta extensión y su prosa apta para una sola sentada, solicita la atención del lector para comprender que ocurre al final, cuando Minea, Magdalena, Vlad y su criado Borgo, se alejan encerrados en sus cuerpos de murciélago, de esa mansión de pesadilla ubicada en Bosque de las Lomas.

En todo momento, Fuentes da las pistas obvias para saber quién es el vampiro. Pero no por ello, hace de la historia algo predecible que no deje oportunidad de reflexión para el lector. Eso es, en efecto, lo que en mi opinión (y de algunos otros) debe lograrse en literatura.

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