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Walt Whitman


Enviado por   •  22 de Julio de 2013  •  37.591 Palabras (151 Páginas)  •  433 Visitas

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H O J A S D E H I E R B A

W A L T W H I T M A N

Libros Tauro

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Todos los Derechos Reservados

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PALABRAS DEFINIDORAS DE JOSE MARTÍ

Pero ¿qué dará idea de su vasto y ardentísimo amor?

Con el fuego de Safo ama este hombre al mundo. A él le parece

el mundo un lecho gigantesco. El lecho es para él un

altar. “Yo haré ilustres, dice, las palabras y las ideas que los

hombres han prostituido con su sigilo y su falsa vergüenza;

yo canto y consagro lo que consagraba el Egipto”. Una de las

fuentes de su origirialidad es la fuerza hercúlea con que a las

ideas como si fuera a violarlas, cuando sólo va a darle un beso,

con la pasión de un santo. Otra fuente es la forma material,

brutal, corpórea, con que expresa sus más delicadas

idealidades. Ese lenguaje ha parecido lascivo a los que son

incapaces de entender su grandeza: imbéciles ha habido que

cuando celebra en Calamus, con las imágenes más ardientes

de la lengua humana, el amor de los amigos, creyeron ver,

con remilgos de colegial impúdico, el retorno a aquellas viles

ansias de Virgilio por Cebetes y de Horacio por Gyges y Lycisco.

Y cuando canta en Los Hijos de Adán el pecado divino;

en cuadros ante los cuales palidecen los más calurosos del

Cantar de los Cantares, tiembla, se encoge, se vierte y dilata,

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enloquece de orgullo y virilidad satisfecha, recuerda al dios

del Amazonas, que cruzaba sobre los bosques y los ríos esparciendo

por la tierra las semillas de la vida: “¡Mi deber es

crear!”. “Yo canto al cuerpo eléctrico”. Dice en Los Hijos de

Adán; y es preciso haber leído en hebreo las genealogías patriarcales

del Génesis; es preciso haber seguido por las selvas

no holladas “las comitivas desnudas y carnívoras de los primeros

hombres, para hallar semejanza apropiada a la enumeración

de satánica fuerza en que describe como un héroe

hambriento que se relame los labios sanguinosos, las pertenencias

del cuerpo femenino”. ¿Y decís que este hombre es

brutal? Oíd esta composición, que, como muchas suyas, no

tiene más que dos versos: “Mujeres hermosas”. “Las mujeres

se sientan o se mueven de un lado para otro, jóvenes algunas,

algunas viejas; las jóvenes son hermosas, pero las viejas son

más hermosas que las jóvenes.” Y esta otra: “Madre y niño”,

“Ve el niño que duerme, anidado en el regazo de su madre.

La madre que duerme, y el niño; ¡silencio! Los estudió largamente,

largamente”. Él prevé que, así como ya se juntan en

grado extremo la virilidad y la ternura en los hombres de genio

superior, en la paz deleitosa en que descansará la vida

han de juntarse, con solemnidad y júbilo dignos del Universo,

las dos energías que han necesitado dividirse para continuar

la faena de la creación.

Si entra en la yerba, dice que la yerba le acaricia, que “ya

siente mover sus coyunturas”; y el más inquieto novicio río

tendría palabras tan fogosas para describir la alegría de su

cuerpo, que él mira como parte de su alma, al sentirse abraW

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zado por el mar. Todo lo que vive le ama: la tierra, la noche,

el mar le aman; “¡Penétrame, oh mar, de humedad amorosa!”.

Paladea el aire. Se ofrece a la atmósfera, como un novio trémulo.

Quiere puertas sin cerraduras y cuerpos en su belleza

natural; cree que santifica cuanto toca o le toca, y halla virtud

a todo lo corpóreo; él es Walt Whitman, un Cosmos, el hijo

de Manhattan, turbulento, sensual, carnoso, que come, bebe

y engendra, ni más ni menos que todos los demás. Pinta a la

verdad como una amante frenética, que invade su cuerpo y,

ansiosa de poseerlo, lo liberta de sus ropas. Pero cuando en

la clara media noche, libre el alma de ocupaciones y de libros,

emerge entera, silenciosa y contemplativa del día noblemente

empleado, medita en los temas que más le complacen: en la

noche, el sueño y la muerte; en el canto de lo universal, para

beneficio del hombre común: en que “es muy dulce morir

avanzando” y caer al pie del árbol primitivo, mordido por la

última serpiente del bosque, con el hacha en las manos.

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When you read these I that was visible am become invisible,

Now it is you, compact, visible, realizing my poems, seeking

me,

Fancying how happy you were if I could be with you and

become your comrade...

(FULL OF LIFE NOW)

Cuando leas esto, yo que ahora soy visible, me habré vuelto

invisible.

Entonces tú serás compacto, visible, y realizarás mis poemas,

volviéndote hacia mí,

Imaginando cuán dichoso sería yo si pudiese estar contigo y

ser tu camarada...

(Lleno de vida, ahora. CÁLAMO)

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HOJAS DE HIERBA

(Leaves of Grass)

A partir de 1850 W. W. se retiró a Candem dedicándose absolutamente

a preparar Hojas de Hierba. “Es la obra en la que da una

imagen fiel de él mismo- dice Pierre Messiaen-, es el mensaje que dirige a

su país y a su tiempo, que en manera alguna lo comprendieron entonces,

es la lección que transmite a la posteridad y que ésta mejor comprenderá.

Se ha querido ver en ella la estructuración de una ciudad, de una catedral.

Lo más prudente es atenerse al libro mismo, a la edición establecida

por el poeta un año antes de su muerte y reproducida luego por

Emory Holloway.” Este libro singular y sensacional, “el más extraordinarío

publicado en lengua inglesa desde los místicos poemas de Blake”,

según el biógrafo Henry Seidel Camby, apareció sin nombre de autor, si

bien W. W. se daba a conocer como tal en el extenso prólogo. Tampoco

llevaba pie de imprenta, y salió a la venta el 4 de julio de 1855, en la

librería Swayne, de Brooklyn. Con respecto al título, José Gabriel, que

en los países de habla castellana es el que con más ardor, comprensión y

belleza ha estudiado al gran poeta norteño en su libro Walt Whitman,

la voz democrática de América, (El Ceibo, Montevideo, 1944) da la

explicación siguiente que, por erudita, transcribimos:

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