Análisis de la película: “La culpa la tiene Fidel!”
Enviado por BRENDA79498213 • 29 de Febrero de 2020 • Reseña • 2.168 Palabras (9 Páginas) • 612 Visitas
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Posgrado de la Facultad de Psicología
universidad de buenos aires
Trabajo Final
Seminario: Psicopatología de la Niñez
Carr. de Esp.: Prevención y Asistencia Psicológica en Infancia y Niñez
Profesores a cargo: Dr. Julio Moreno
Lic. Virginia Ungar
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Alumna: Lic. Ana Lucía Romero Sánchez
DNI: 32.459.387
M.N.: 51.553
Entregado: 31 de diciembre de 2013
Cursado: 2do cuatrimestre de 2013
Análisis de la película: “La culpa la tiene Fidel!”
Ficha técnica:
Link para ver online (Idioma: francés. Subtitulada en inglés)
http://www.tubeplus.me/player/299276/Blame_it_on_Fidel/
Año: 2006
Directora: Julie Gavras
Reparto: Nina Kervel-Bey, Julie Depardieu, Stefano Accorsi, Benjamin Fuillet
Guión: Arnaud Cathrine, Julie Gavras (Novela: Domitilla Calamai)
Co-producción franco-italiana
Ana es una niña de 9 años, francesa, nacida en los ‘60 en el entorno de una familia de origen burgués a cuyas costumbres ella se encuentra cómodamente adaptada. Se la observa en las primeras escenas del film identificada totalmente con los preceptos del decoro que demanda dicha cultura occidental burguesa y en un claro deseo de ser grande al modo de su tía política, -luciendo “como una princesa”-.
Prontamente este mundo en el que está inmersa, sus comodidades y “certezas”, comenzarán a tambalear cuando sus padres finalmente decidan dar un paso adelante en favor de lo que Winnicott denominaría su verdadero self, sus reales convicciones, que, en un intento de brindar una buena educación a sus hijos -según los parámetros a los que fueron acostumbrados por su propia crianza- habían dejado de lado. Es dable pensar que siendo tan grandes las dificultades e incertidumbres que trae el enfrentarse a la crianza, lleva a los padres primerizos a refugiarse en las prácticas mismas con las que fueron criados, por más que no hayan prestado siempre acuerdo a las mismas.
Julio Moreno desarrolla el concepto de Discurso Infantil, con el que denomina a la reglamentación implícita de una época de las “prácticas y reglas de efecto subjetivizante sobre sus participantes”[1] -en este caso hijos y padres-, que moldea así las subjetividades de cada uno y regula sus vínculos. Vemos en el film que este discurso regulador de lo que corresponde que un niño y una madre y un padre sean, continúa teniendo efectos en estos jóvenes padres -ya que, por ejemplo, mandan a sus hijos a una escuela católica, buscan un trabajo estable con el que mantener a su familia, se relacionan con personas de cierto nivel social y cultural, etc- aun pasados los tiempos de la adolescencia donde justamente es todo aquello lo que se busca romper. Sin embargo, cabe destacar que mi apreciación en cuanto a la reproducción de los modos de crianza de sus propios padres parte de la mirada que puede tener una persona nacida en los tiempos “posmodernos” en los cuales los modos de crianza presentan cambios cada vez más radicales en el paso de una generación a otra; en cambio, en el tiempo en el que se encuadra esta película, “las subjetividades de padres e hijos, aun no siendo idénticas, eran compatibles y ensamblables. […] Existían desacuerdos y luchas por posiciones, pero dentro de una convención con claves compartidas”[2]. Por otra parte, es de destacar que vemos en estos padres que dicha “reproducción” del DI no es del todo fiel sino que presenta diferencias, como su mayor apertura para hablar con sus hijos de cuestiones como la sexualidad y el origen de los niños; a la vez que habrán de romper mucho más radicalmente luego -como veremos- con lo que comanda este discurso. Como dice Julio Moreno, la oposición de los padres a las prácticas de crianza de su época se nos aparece como una “anticipación inteligente” en cuanto permite adelantarse, prever -tal vez sin saberlo-, lo que vendrá; “parece que el proceso generador de subjetividades en la crianza está de algún modo encadenado con la transformación social venidera.”[3]
Ana, su hija, se encontraba en cambio plenamente sumergida en el discurso infantil del cual eran grandes enunciadores sus abuelos y al que sus padres se habían amoldado en un principio. Se puede decir, incluso, que se hallaba sobreadaptada al mismo, en un sometimiento propio de una niña que busca agradar y responder a lo que cree que se espera de ella. Podemos pensar que también en la niña se ha desarrollado sobremanera un falso self que la ha llevado a exigirse a sí misma por demás, a la espera de satisfacer las aspiraciones que cree que se tienen sobre sí. Es así que se comporta como una niña adulta que se maneja con el mayor decoro, que no juega con otros niños ya que “lo único que hacen es correr”, y se da aires así de superioridad, con lo cual deja de lado actividades propias de una niña de su edad.
Pensándolo desde la paradoja de Moore que Moreno toma para pensar las problemáticas del desarrollo, podemos pensar que la niña no había arribado aun a los “no creo que p”. Moreno plantea que, como “célula básica del pensamiento humano”, encontramos “la existencia simultánea de predicados en los que simultáneamente creemos y no creemos”[4], como la paradoja de Moore: “P, pero no creo que p”, donde un enunciado se asevera y a la vez se invalida al decir que no se cree en él. En base a ello Moreno plantea que en el desarrollo del niño, éste en principio cree, vive, esos enunciados parentales, no solo en cuanto se identifica a ellos -al modo que lo plantea Aulagnier-, catectiza eso que es dicho de él respecto de su presente y su futuro; sino que también esa catectización implica una suposición de saber respecto de sus padres: da cuenta de que ellos algo saben sobre él, que se mueve en un mundo donde la originalidad de su comportamiento y pensamiento no es tal sino que se trata de algo que ya es esperado y anticipado por sus padres, y donde las preguntas que habrán de surgirle hallan una potencial respuesta en el saber de ellos. Pero “el desarrollo del niño dependerá de su diferenciación con esas creencias iniciales. Esa diferencia parte del espacio crítico que describe la paradoja”.[5]
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