CRÍTICA: “EL CISNE NEGRO”

CRÍTICA: “EL CISNE NEGRO”

La película dirigida por Darren Aronofsky titulada “el cisne negro” es una cinta llena de contrastes con toques de múltiples categorías, por una parte tenemos la vida de una bailarina profesional que se exige al máximo para llegar a la cúspide de su carrera, por otro nos presenta la vida de una joven que presenta problemas relacionales y rasgos de trastornos mentales severos y además nos muestra el contexto social que vive una artista en la ciudad de New York no solo la de aquella que empieza su carrera, también la que está en el borde de su consumación.

En primer lugar podemos analizar las características que se diferencian en la cinta en lo que se refiere al ballet profesional, si bien es cierto que estas no son las más referenciadas dentro de la película, si forman parte fundamental para el desarrollo de los trastornos mentales de Nina Sayers, la protagonista, puesto que la exigencia física y mental que acarrea su profesión la llevan hasta los extremos de su propio ser y desatan las represiones que se encuentran dentro de ella. Las particularidades más visibles que llevan al progreso de su trastorno psicológico son las prácticas diarias, que producen las modificaciones físicas propias del cuerpo de una bailarina, las exigencias para los entrenamientos, los

rituales necesarios para la modificación del vestuario y principalmente la reivindicación por la búsqueda de la perfección.

Es justamente esta búsqueda por el perfeccionamiento la que la lleva a que se desaten los síntomas que finalizan en el trastorno, pero para distinguir dicho trastorno primero contextualizaremos el núcleo familiar de la protagonista, este se encuentra compuesto únicamente por su madre ya que en ningún momento hacen referencia de su padre. Erica Sayers es una bailarina retirada, que se muestra como una mujer con una personalidad obsesiva y que desea recuperar aquel momento de su vida donde se sentía en la cumbre como lo demuestran los cuadros que pinta constantemente en su habitación; Sin embargo al quedar frustrado ese deseo de llegar a la cúspide del ballet idealiza en su hija todos sus deseos para que llegue a la perfección que ella no alcanzo. Este es el motivo por el que se convierte en una madre reguladora, una madre que restringe a su hija al punto de hacer que se comporte y viva como una niña perfecta de 7 años, completamente manipulable aunque esta esté llegando a la adultez, por lo cual encontramos peluches en su habitación, una marcada incapacidad de enfrentarse a las leyes impuestas por la madre y la imposibilidad de explorar su propia personalidad, lo que incluye su sexualidad y deseos.

En el plano emocional y personal, encontramos a una joven con una personalidad que no está completamente desarrollada, insegura, solitaria, dedicada únicamente a su profesión, en el transcurso de la película Nina se enfrenta a varios acontecimientos que ponen en riesgo su posibilidad de ser la estrella principal de la producción como lo son la aparición de una segunda bailarina y la incapacidad por interpretar al cisne negro, estos acontecimientos empiezan a desequilibrar emocionalmente a Nina puesto que vive para su profesión. Debido a que es forzada a liberarse de sus represiones por parte del director de la producción empieza a proyectar en la segunda bailarina, Lily, aquella persona en la que desea convertirse a la vez que la idealiza como su rival, por lo cual en su relación se observa

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