Ciencuenta Sombras
Enviado por Pilarod13 • 2 de Marzo de 2015 • 932 Palabras (4 Páginas) • 304 Visitas
Las primeras cartas de los reclusos eran invitaciones a posibles visitas, algunas de las cuales iban a venir esta noche, la del tercer día del
experimento. La segunda tanda de cartas es para invitar a alguien a la siguiente noche de visita o para escribir a un amigo o familiar que viva
demasiado lejos y no pueda venir. Cuando los reclusos han acabado de escribir las cartas en el papel oficial de la prisión, los carceleros las
recogen para enviarlas y, como es habitual, las leemos por motivos de seguridad y hacemos una copia. Los siguientes fragmentos nos dan una
idea de lo que sentían los reclusos, aunque hubo por lo menos un caso que nos dejó muy sorprendidos.
El apuesto y típicamente norteamericano Hubbie-7258 le pide a su novia que le traiga «carteles o pósters que estén bien», porque está
«harto de estar sentado en la cama mirando las paredes vacías».
Rich-1037, el tipo duro con mostacho a lo Zapata, hace saber a un amigo la rabia que siente: «Esto ha dejado de ser un trabajo; estoy jodido
porque no me puedo ir».
Stew-819, cuyas quejas han ido en aumento, envía a un amigo unos mensajes contradictorios: «La comida aquí es tan buena y abundante
como la de un eremita. Por lo demás, no pasa gran cosa: duermes, gritas tu número y te joden sin parar. Largarse de aquí tiene que ser la
hostia».
El diminuto recluso de origen asiático, Glenn-3401, deja claro el desprecio que siente por este lugar: «Las estoy pasando canutas. Me iría de
puta madre que echaras una bomba en el Jordan Hall para distraer la atención. Los colegas y yo estamos hasta el gorro. Pensamos fugarnos en
cuanto podamos, pero antes he jurado partirle la cara a más de uno». Luego añade una extraña posdata: «Procura que estos idiotas no sepan
que eres real...». ¿Real?
La sorpresa nos la da una carta de Paul-5704, nuestro adicto a la nicotina y nuevo líder de los reclusos. En su carta, 5704 hace algo muy
tonto para alguien que, como él, se tiene por revolucionario. Avisa a su novia —y sabe que lo vamos a leer— de que cuando salga piensa escribir
un artículo sobre su experiencia para una revista underground local. Ha descubierto que la Office of Naval Research del Ministerio de Defensa
estadounidense sufraga mi investigación.9 ¡De ello deduce una teoría de conspiración y dice que intentamos averiguar la mejor forma de
encarcelar a los estudiantes que se oponen a la guerra de Vietnam! Es evidente que no es un revolucionario con experiencia porque, en general,
no es muy recomendable que uno explique sus planes subversivos en una carta que alguien más va a leer.
Poco sabe él que como profesor he sido un activista radical contra la guerra desde 1966, cuando organicé uno de los primeros «seminarios
nocturnos de protesta» del país en la Universidad de Nueva York, y que en la misma universidad impulsé un boicot masivo a la ceremonia de
concesión
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