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La novela "El Tungsteno"


Enviado por   •  12 de Diciembre de 2012  •  Tesis  •  4.840 Palabras (20 Páginas)  •  1.292 Visitas

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1. Argumento de la Obra Leyendo la novela "El Tungsteno", publicada por la Editorial Madrileña Cenit en su colección de la Novela proletaria, es evidente que César Vallejo, había escojido y creía que su función de escritor era poner su inteligencia y su pluma al servicio de la clase obrera. En la novela, Vallejo presenta por una parte la realidad de la explotación del trabajador (peruano es esta caso, como hubiera podido ser de cualqueir otro país) y por otra, trata de explicar de acuerdo con sus teorías, el cómo y el porqué de esa explotación; finalmente trata de indicar al lector el camino, único en su opinión, que puede llevar a resolver esa situación en veneficio de la calse obrera. La lección final que Vallejo queria inculcar al lector proletario de su novel, como al lector general, es que solo la solidaridad, la organización a la manera como la prepara el obrero Servando Huanca en las minas de Quivilca, ofrese posibilidades de éxito. Organizar y aprovechar todas las reveldías; la del intelectual insatisfecho que se pone al servicio de la clase obrera; la del capataz ofendido por la prepotencia patronal; la del nacionalista resentido por la explotación extranjera de su país, y base de todo; la del peón; al del obrero explotado, todos bajo la dirección de quien dedique su vida a la labor revolucionaria. Cuando la empresa norteamericana "Mining Society" logró por fin adueñarse de las minas de Tungsteno de Quivilca, en el departamento del cuzco, de inmediato llegó al Perú la orden gerencial de Nueva York disponiendo el comienzo de la extracción del mineral. Una avalancha de indios procedentes de Colca llenó la mina en poco tiempo para satisfacer las labores de minería. En Quivilca se instalarón junto a los peones y mineros, Mister Taik y Mister Weiss, gerente y subgerente de la Mining Society; el cajero de la empresa Javier Machuca; el ingeniero peruano Baldomero Rubio; el comerciante José Marino, que había tomado la exclusiva del bazar y la contrata de Peones para la Mining Society; el comisario del aciento minero Valtasari y el agrimensor Leonidas Benites, indios de la región fueron ingenuamente estafados por obreros, peones y sobre todo por los inescrupulosos Marino, Machuca y Baldazari. Los soras cambiaban sus plantaciones y sus animales por cosas banales como garrafas, franelas en colores, botellas pintorescas, paquetes polícromos, fósforos, caramelos, vasos transparentes, etc. Los Soras se sentían atraidos por estos objetos, como ciertos insectos a la luz. El primero en operar sobre las tierras de los Soras para enriqueserce fue José Marino, quien formó una sociedad secreta con el ingeniero Rubio y el agrimensor Benites. Este contubernio tubo que vérselas en apretada competencia con Machuca, Baldazari y otros, que también despojaban de sus bienes a los Soras. José Marino adulaba a todo el que de uno u otra manera, prodría serle útil. un día que marino debía ir de Quivilca a Colca, se reunieron en su bazar para despedirlo, Leonidas Benites, Mister Taik y Mister Weiss, el comisario Baldazari, Rubio y Javier Machuca. Las botellas de campaña fueron desfilando raudamente y cada, ¡salud!, Marino no desaprovechaba la oportunidad para adular a todos los presentes. Cuando ya estaban ebrios Mariono propuso jugar a la "Rosada" a los dados; esta era uns de las queridas de Marino. Muchacha de 18 años, serrana, ojos grandes, negros y empupurados, mejillas candorosas, la había traido de Colca, como querida, un apuntador de las minas, junto con sus hermanas Teresa y Albina. El ganador del premio fue el comisario Valdazari; Marino de inmediato envió a su sobrino Cucho en busca de la muchacha, quien llegó a los pocos minutos. El exceso del licor provocó tal degeneración que la Rosada, que se llamaba Graciela, fue poseida por todos los presentes. La muchacha se había negado a las exigencias de José Marino, pero este le había dado una pósima que la embriago hasta privarla. La muchacha no vío el amanecer y murió por efecto de la droga que le administrara José Marino. Mister Taik exigió absoluta discreción. La llevaron a su casa y le dijeron a sus hermanas que le había dado un ataque y que ya le pasaría. Al otro día la enterraron. Las hermanas de la difunta fueron donde Mister Taik a pedirle justicia por que consideraban que a su hermana lo habían matado. El gringo las botó y todo quedó archivado en el pasado. En Colca José Marino tenía otro bazar en sociedad con su hermano Mateo; la firma se llamaba Marino hermanos. Los hermanos Marino eran originarios de Mollendo y hacía unos 12 años que se habían establecido en la sierra. Poco a poco habían ido escalando posiciones para llegar al lugar en que estaban, pero siempre con la adulación y la falta de escrúpulos como armas. Había en la casa de Mateó una india rosada y fresca bajada de la puna a los 8 años y vendida por su padre un mísero aparcero, al cura de Colca; se llamaba Laura y cuando José venía de Quivilca, Laura solía acostarse también con él a escondida de Mateo; Laura en el fondo odiaba a su patrón y amante; cuarenton, colorado medio legañoso, redrojo, grosero, sucio y tan ávaro como su hermano José. La raíz de este encono radicaba en el hecho del desprecio encarnizado e insultante que Mateo ostentaba por Laura cuando había gente de Marino hermanos, a fin de que nadie creyese lo que todo el mundo creía: que era su querida; esto le dolía profundamente a Laura. José retenía con la astucia y el engaño, prometiéndole que la haría su mujer ante todos, cuando el tonto de su hermano Mateo la dejara como lo hizo con madre de su hijo Cucho. Esa noche fue Mateo el primero en deslisarce hasta la cocina donde dormía Laura para poceerla brutalmente. A los pocos minutos fue José, quien aprovechando que Mateo dormía visitó a la joven india en la cocina. Laura le confesó que estaba preñada de él; este se negó a tal compromiso. José había contado a su hermano que Mister Taik le había pedido 100 peones mas para la mina de Tungsteno que explotaba la Mining Society. Como no era fácil convencer a los indios para tan dura tarea, en la cual ya había desaparacido los Soras , fueron a buscar al Subprefecto Luna para que les facilitara dos gendarmes. Este les manifestó que carecía de personal y que el escaso que estaba a su cargo los tenía ocupados "cazando" conscriptos. Dos yanaconas Braulio Conchucos e Isidoro Yépez, fueron traidos desde Guacapongo a Colca, para ser enrolados en el servicio militar. Sin nombre, bajo un sol abrazador, los encallesidos pies en el suelo, los brazos atados hacia atrás, amarrados por la sintura con un lazo de cuero al pescueso de las mulas, los yanaconas fueron arrancados de sus hogares y atravezando ríos, quebradas y pedregales, fueron llevándose a Colca ya casi agonisantes por dos crueles y sanguinarios gendarmes. El pueblo sediento de venganza se vuelca contra

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